El gobierno no es un hogar
ALEJANDRO NADAL
U
na parte importante del debate sobre política macroeconómica en Europa y Estados Unidos gira alrededor de una idea básica: la economía de los gobiernos es igual a la de una familia. El corolario central es que así como los hogares no pueden vivir por encima de sus recursos, los gobiernos deben ajustarse y asumir el mismo principio.
Para cerrar el círculo se dice que en tiempos como los que corren, los gobiernos deben recortar el gasto, de la misma manera que lo hacen todos los hogares responsables. Y este planteamiento está siendo utilizado para justificar decisiones de política macroeconómica que tendrán efectos nefastos sobre la vida de toda una generación y profundizarán la crisis.
¿De dónde viene esta idea? En su versión más simple esta noción puede ser vista como un simple esfuerzo de propaganda para justificar la austeridad fiscal y proceder a destruir lo que queda del estado de bienestar. La narrativa simplona de que la deuda proviene del exceso de gasto no se sostiene por ningún lado. Hay que decirlo una vez más: si el déficit se dispara es porque la recesión deprimió la recaudación. Y si el gasto creció eso se debió a los paquetes de estímulo fiscal y a los rescates que han tenido que llevarse a cabo para hacer frente a la crisis desde finales de 2007. Los datos para Estados Unidos confirman esta afirmación. En Europa, donde (erróneamente) es mucho más popular la idea de que la crisis se debe a un excesivo gasto público, los hechos también desmienten esa historieta: hay que observar que en 2007 el déficit de la eurozona era de 0.6 por ciento del PIB, mientras en la actualidad rebasa el 7 por ciento. Además, el déficit en la mayoría de los países de la zona euro permanecía estable y hasta estaba disminuyendo, hasta que todo el edificio hizo agua con la llegada de la crisis. A pesar de esto, hoy parece que en esta fase de la crisis el debate de la austeridad fiscal lo han perdido los pueblos estadunidense y europeo. La derecha está lista para desmantelar lo que subsiste del estado de bienestar en toda Europa.
La retórica que equipara el gobierno a un hogar encuentra sus orígenes en la teoría macroeconómica. ¿Cómo se llega a una teoría sobre relaciones macroeconómicas que permite respaldar esta idea de que un gobierno es como una familia?
Quizás el elemento más importante es la introducción del supuesto del agente representativo en modelos de teoría macroeconómica en los años ochenta. Aunque esta idea estaba presente desde la introducción de la firma representativa obra de Alfred Marshall (en los inicios del siglo pasado), su utilización en modelos macroeconómicos es de la década de los ochenta.
En 1986 Thomas Sargent introduce la figura del agente representativo para poder modelar las relaciones estructurales de una economía y, por otro lado, para poder construir y utilizar modelos de equilibrio general para toda una economía. Aquí se fortalece la idea de que es necesario buscar las bases de una teoría sobre agregados macroeconómicos en el comportamiento micro de los agentes individuales.
Aunque puede parecer lógico pretender encontrar los fundamentos micro de un discurso racional sobre macroeconomía, la idea es absurda por varias razones. Primero, porque esos microfundamentos se fueron a buscar en la racionalidad de los agentes individuales de la teoría de equilibrio general y era sabido que la agregación no permite conservar las propiedades del comportamiento racional, como ha especificado la teoría neoclásica. Una economía en su conjunto no se comporta como uno de los individuos que la integran.
Pero la comunidad académica de economistas neoclásicos insistió. El modelo macroeconómico que emergió de todo esto es un soberano desastre. En él se presenta un agente representativo que optimiza sus objetivos con expectativas racionales sobre un horizonte temporal infinito y en un entorno en el que los mercados convergen rápidamente al equilibrio. Claro, un resultado negativo es que este modelo impide pensar en crisis o en algún tipo de dificultad en el ajuste de las variables macroeconómicas. El corolario es que este modelo no puede servir para sacar a las economías capitalistas del atolladero de la crisis actual.
En estos modelos con agente representativo el problema económico que preocupaba a Keynes, la capacidad de las economías capitalistas para mantener niveles de desempleo inaceptables durante largos periodos de tiempo, no tiene cabida.
Ésta es la base de la noción absurda de que el gobierno debe comportarse como un hogar. No sólo la paradoja del ahorro demuestra que esta visión de las cosas no sirve para analizar las relaciones macroeconómicas. Después de todo, los hogares no pueden imponer gravámenes fiscales, tampoco pueden recurrir a un banco central para inyectar circulante en la economía y, por último, tampoco tienen la longevidad de un gobierno. Podríamos añadir que tampoco poseen un ejército, pero esa diferencia no es relevante en esta discusión.
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