La herencia cultural de Carlos Monsiváis
arlos Monsiváis sigue presente y activo. Mañana, 4 de mayo, en su cumpleaños 85, seguramente habrá quienes lo recuerden y expresen su estima por él. La herencia cultural de Carlos está conjuntada y, a la vez, dispersa de múltiples maneras.
El entrañable Monsiváis pudo constatar cómo su desbordante colección de fotografías, pinturas, objetos del arte popular, dibujos, cómics y chácharas adquiridas por él dieron pie a exposiciones muy concurridas en su Museo del Estanquillo. El sitio tiene más de 20 mil piezas, debe su nombre, por analogía, a “los pequeños comercios, que en el México de los siglos XIX y primera mitad del XX se conocían como ‘estanquillos’, en los que era posible adquirir prácticamente todo tipo de mercancías” (https://www.museosdemexico.com/museo-del-estanquillo_57.html). El museo estuvo en muy buenas manos con su anterior director, Henoc de Santiago, y lo está con el nuevo, Alejandro Brito. Ambos fueron amigos cercanos de Carlos Monsiváis.
El Estanquillo fue inaugurado en 2006, por lo que Carlos atestiguó durante cuatro años cómo las distintas exposiciones en ese lapso atrajeron al público interesado en recorrer la expresión visible de temáticas que le apasionaban al escritor. De tales exposiciones han quedado magníficos catálogos. No tengo todos, pero sí algunos: De San Garabato al Callejón del Cuajo; Monsiváis y sus contemporáneos; El espíritu del 68, y Monsiváis, el musical.
En la Fonoteca Nacional, bajo la excelente dirección de Pável Granados, se resguardan 5 mil 183 documentos sonoros. Al amablemente hacerme llegar el catálogo de Monsiváis, el musical, Henoc de Santiago lo acompañó con una carta, de la cual reproduzco un párrafo: “Para Monsiváis la música no sólo era un retrato de la vida pública, sino un producto cultural y una referencia abarcadora. Sus gustos abarcan del góspel a la música ranchera pasando por la música clásica, villancicos, el jazz, la trova yucateca y el bolero. La religión protestante que profesaba determinó su quehacer literario pues, como apunta Pável Granados: ‘esta formación estructura su pensamiento: la belleza literaria de la Biblia Reina-Valera, la música como educación primordial y la formación política en defensa de las minorías’”.
Los miles de libros que se apiñaban caóticamente en casa de Carlos Monsiváis están bien resguardados, catalogados y a disposición del público en la biblioteca que lleva su nombre. Se localiza junto a los acervos de otros cuatro escritores: José Luis Martínez, Jaime García Terrés, Antonio Castro Leal y Alí Chumacero. Forman parte de las bibliotecas personales en la Biblioteca de México, en la Ciudadela, cerca del Metro Balderas. El joven Monsiváis, junto con José Emilio Pacheco (JEP), visitaba el lugar para conversar con José Vasconcelos, primer director del recinto.
Beatriz Sánchez Monsiváis, prima de Carlos, tuvo la deferencia de contactarme con el coordinador de las Bibliotecas Personales, Javier Castrejón Acosta, para conversar con él y me proporcionara información acerca de la extensa bibliografía depositada en los libreros. Monsiváis calculaba poseía más de 20 mil volúmenes. No estaba lejos su cálculo de los libros que finalmente han sido catalogados en su biblioteca de la Ciudadela: son 26 mil 935. Además hay que sumar las 18 mil piezas documentales (revistas, periódicos, cartas, manuscritos) alojadas en el fondo reservado y que todavía no está abierto al público. Y no lo está porque continúa en clasificación con el fin de tener localizados escritos de Carlos en publicaciones periódicas de México y el extranjero.
En 2006, en la entrega a Carlos Monsiváis del Premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, José Emilio Pacheco refirió el legendario don de la ubicuidad del personaje: “Como el centenario de 2038, esta leyenda se encuentra todavía en el indescifrable porvenir. En cambio ya existe otra, la de un día de octubre de 2004 en que, según ha podido documentarse, Monsiváis presentó al mismo tiempo un libro en El Colegio de México y otro en el Fondo de Cultura Económica. Simultáneamente participaba en una mesa redonda en Bellas Artes, era entrevistado en vivo por la televisión, contestaba preguntas en un programa radiofónico de teléfono abierto y redactaba con un bolígrafo de hotel su artículo para El Universal”. Una pregunta: ¿acaso no sería magnífico que la biblioteca de JEP estuviera en el conjunto de las Bibliotecas Personales de la Ciudadela?
Carlos se reivindicaba como lector, de lo cual deja contundente testimonio su asequible biblioteca, en la que un recorrido posible es detenerse en las temáticas con más libros acumulados por él. Monsiváis sigue presente en los tres sitios que albergan sus acervos en los lugares ya mencionados. También su legado está disperso por aquí y por allá en quienes lo siguen leyendo, evocando y conversando con él en distintos lugares y condiciones. Como antes, su ubicuidad es constatable.
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