El conflicto entre Rusia y Ucrania es expresión del desorden mundial
La incertidumbre de la política y la economía mundial se agravan con los acontecimientos actuales en el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Es una situación que nos permite pensar las tensiones al interior del capitalismo a treinta años del derrumbe del socialismo en el este de Europa.
La unilateralidad capitalista emergente con el fin de la historia de los 90 mutó a una disputa por la hegemonía que involucró en principio a China como potencia económica emergente contra EEUU, y más recientemente, especialmente desde el 2013, a Rusia, con su poderío militar y su potencial de reservas de energía.
Así, las sanciones unilaterales de EEUU y sus socios en occidente contra China, Rusia y otros países generó condiciones para la articulación internacional de esos protagonistas, proceso hasta hace poco impensable.
Destaco en ese plano los fuertes vínculos acrecentados entre China y Rusia y entre estos y otros países sancionados, entre otros, Irán, Cuba o Venezuela.
Esos cambios en el tablero de las relaciones internacionales constituyen señales del “desorden” del orden vigente desde 1991, e indicios de búsquedas de nuevos rumbos en la conducción del sistema mundial.
Algunos desavisados del nuevo tiempo reclaman acciones más enérgicas desde el comando del sistema mundial, incluida la acción militar directa sobre Rusia, en “defensa de la democracia”, como si esta fuera compatible con el capitalismo.
No se trata de la vuelta a la bipolaridad entre capitalismo y socialismo, pero si a una discusión sobre la hegemonía en el capitalismo, quitando fuerza ideológica y política al ideario sobre el “destino manifiesto” de EEUU y de la eternización y naturalización del régimen del capital.
Pero también, habilita a pensar en estrategias de acumulación de poder popular que rompan con la imposibilidad, instalada en el imaginario social, de la lucha en contra y más allá del orden capitalista.
La globalización o mundialización impulsada desde los 80/90 del siglo pasado se sustentaba en la “cooperación” global para el “libre comercio”, afirmada en la base del desarrollo de las fuerzas productivas impulsadas por la innovación tecnológica, la informática, la inteligencia artificial y la difusión de la digitalización.
Esa base material supuso un crecimiento de la productividad del trabajo que interviene en la disputa del ingreso a favor de la ganancia y en contra de los ingresos populares, especialmente ante los problemas económicos del 2020/22, cierre económico y pandemia mediante.
La situación se expresa en el alza de los precios, que se manifiesta como inflación y que preocupa al poder mundial ante la desestabilización y aliento al conflicto social que ello puede generar.
Tendencias nacionalistas y de obstaculización de la mundialización
De ese modo, lo que aparece en la coyuntura de los últimos años del sistema mundial, es una dinámica de “no cooperación” que viene desde antes de la pandemia.
Por eso no sorprende que ante el accionar actual de Rusia en Ucrania, la respuesta de “occidente”, bajo liderazgo estadounidense sean las sanciones económicas, desandando todo camino de “cooperación” anunciado en foros internacionales, caso reciente del G20, coordinado por Indonesia.
El común denominador en los discursos en la ONU y otros organismos y foros internacionales apuntan a cooperar para culminar con la pandemia y otros problemas globales, caso del cambio climático.
La convocatoria a la cooperación se asocia a la búsqueda de soluciones compartidas en tiempos de mundialización. La realidad desmiente el discurso y lo que se hace visible es la tendencia a la ruptura de procesos de universalización y mundialización, en aras de defender la dominación.
No hay respuesta militar desde la OTAN en territorio ucraniano, y no podría haberla por ocurrir el conflicto en territorio sin incumbencia del organismo militar. Actuar en ese sentido tendría consecuencias dramáticas en tiempos de poderío militar nuclear.
Claro que puede también interpretarse como acción militar las tareas previas de cercamiento de la Federación Rusa, favorecida por la incorporación de países de la ex URSS a la organización militar, incluso desoyendo acuerdos de no incorporación previamente establecidos.
La OTAN expresó la manifiesta defensa de “occidente” en tiempos de “guerra fría”, y continuó aportando a la lógica de la “liberalización económica” y la “unilateralidad del régimen del capital” luego de la ruptura de la bipolaridad.
Hoy queda claro que no había fin de la historia ante los procesos de 1989/1991.
Todo hacía parecer entonces orientado a políticas de ampliación de la apertura económica, la liberalización y la universalización de los procesos de producción y circulación de mercancías, servicios y capitales, identificado con la globalización o mundialización.
Es la dinámica que estimuló la OMC desde 1995 y las políticas económicas enunciadas desde el paradigma “neoliberal”, que en los noventa se identificó en nuestra región como “Consenso de Washington”.
Sin embargo, la crisis se hizo manifiesta entre 2007/09 y el “nuevo credo” de política económica desde el poder pareció ser el retorno del “nacionalismo”, ejemplarmente explicitado desde la presidencia Trump en EEUU, o desde el Brexit para Europa.
Las sanciones económicas unilaterales ejercidas desde algunos países con suficiente poder para definirlas, más allá de cualquier debate en ámbitos institucionales globales, son parte de ese cambio o desorden en el sistema mundial, que contribuyen a la obstaculización de la dinámica de la liberalización y la mundialización.
Incluso llevan a pensar en la transición hacia un nuevo orden mundial. Son diversos los países sancionados en los últimos años, sea China, Rusia, Irán, Cuba, Venezuela o Nicaragua, entre otros muchos. Ahora todo se concentra en Rusia. Por cierto, las sanciones son limitadas, ya que afectan a los países propiciadores de las sanciones.
Se afectan ciertos activos físicos o financieros, incluso a personas, pero se restringen en otros casos, como en el SWIFT. Al respecto dice CNN: “Estados Unidos y la Unión Europea se abstuvieron de excluir a Rusia del SWIFT, una red de mensajería de alta seguridad que conecta a miles de instituciones financieras de todo el mundo”[1]
La prohibición británica de que Aeroflot acceda al espacio aéreo del Reino Unido fue respondida por Rusia con el cierre del espacio aéreo a las aeronaves británicas. En este sentido se restringe la circulación de bienes y servicios, de las cargas de mercancías y del turismo, afectando la actividad económica.
Todo ello ya está impactando en suba de precios, especialmente de alimentos y energía.
La no habilitación del Nord Stream II supone un mayor costo para Alemania y Europa en el abastecimiento de gas, con beneficio de los proveedores, especialmente EEUU.
Incertidumbres del presente
Hace pocos días, en la inauguración de la reunión de ministros de economía y finanzas del Grupo de los 20 realizada en Indonesia, el presidente del país anfitrión afirmó que la crisis de Ucrania pone en riesgo la economía global, aludiendo a un tema que escalaba y que en estas horas ya tienen impacto importante.[2]
La preocupación central en Yakarta apuntaba a cómo superar los efectos de la pandemia (2020-22) y la recesión provocada por el cierre deliberado de la economía, aún con la recuperación del pasado año que se ralentiza en el presente.
Como insumo a ese cónclave, la titular del FMI, antes de la “acción militar especial” ejecutada desde la Federación Rusa, señalaba los desafíos en el debate del G20 que el organismo había disminuido el pronóstico de crecimiento para el 2022 al 4,4% y apuntando las incertidumbres que genera la inflación creciente en varios países.[3]
Ya en curso la acción militar especial de Rusia en Ucrania, uno de los gobernadores de la Reserva Federal de EEUU, analizando la situación de su país mencionó el mismo día que si bien es “demasiado pronto para juzgar cómo afectará este conflicto al mundo, a la economía mundial, y cuáles serán las implicaciones para la economía estadounidense. Pero esta situación agrega incertidumbre a mi perspectiva y será algo que estaré monitoreando muy de cerca”[4]
La preocupación por la pandemia continua y la inflación volvió a la agenda de los problemas en la economía mundial, en un marco no resuelto de cambio climático.
Es un combo explosivo agravado por tendencias a la “no cooperación” resultantes de tendencias “nacionalistas” que insisten en sanciones unilaterales que alimentan las incertidumbres de un presente que tiene tres décadas de antigüedad.
Los cambios acecidos en los 90 desataron resistencias diversas e incluso ensayos de cambio político que entusiasmaron el imaginario colectivo por las transformaciones anticapitalistas, antiimperialistas y anti patriarcales, por lo que las incertidumbres actuales también convocan a pensar un poco más allá del día a día, incluso en perspectivas liberadoras en contra y más allá del régimen del capital.
Notas:
[1] https://cnnespanol.cnn.com/2022/02/25/occidente-rusia-swift-sancion-trax/ (25/02/2022)
[2] https://www.dw.com/es/reuni%C3%B3n-del-g20-en-indonesia/av-60822476 (18/02/2022)
[3] https://www.imf.org/es/News/Articles/2022/02/16/blog021622-three-policy-priorities-for-a-robust-recovery (16/02/2022)
[4] https://www.federalreserve.gov/newsevents/speech/waller20220224a.htm (24/02/2022)
Julio C. Gambina. Doctor en Ciencias Sociales, UBA. Profesor Titular de Economía Política, UNR. Premio 2021 de la World Association of Political Economy, WAPE.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su liberta
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