Una victoria incuestionable. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales ecuatorianas, celebrada el 11 de abril, el ex banquero y candidato neoliberal Guillermo Lasso ganó (Partido Social Cristiano, 52,36% de los votos) por delante del progresista Andrés Arauz (Unión por la Esperanza, 47,64%). A primera vista, este resultado puede resultar sorprendente. En la primera vuelta, Arauz se impuso ampliamente (32,72 % de los votos) a su oponente (19,74%), mientras que otros dos candidatos denominados de «izquierda», Carlos «Yaku» Pérez Guartambel (Pachakutik, 19,39%) y Xavier Hervás (Izquierda Democrática, 15,98%), quedaron tercero y cuarto respectivamente. Lógicamente, este equilibrio de poder habría dejado en clara minoría a los representantes de las clases dominantes y de los grupos económicos poderosos.
Sin embargo…
Derrotado por 32.000 votos (0,35% de los sufragios) por Lasso para llegar a la segunda vuelta, Yaku Pérez, el candidato «ecologista» que representaba a Pachakutik (PK), el brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), denunció un fraude, sin lograr demostrarlo, según el Consejo Nacional Electoral (CNE) y, tras un último recurso, el Tribunal Contencioso Electoral (TCE). Como aparente seguidor de la teoría de la conspiración, Pérez atribuyó este supuesto fraude a un pacto cuasi satánico entre el CNE, Lasso y… el ex presidente izquierdista Rafael Correa (2007-2017), a quien odia más allá de lo razonable[1]. Creyéndose víctimas de una negación de la democracia, y tras una convocatoria de manifestaciones que no fue seguida por muchos, Pérez, la CONAIE y PK abogaron por un «voto nulo ideológico» en la segunda vuelta. Este último alcanzó un índice excepcional del 16,26% que, según muchos observadores, favoreció la victoria de Lasso.
Dos afirmaciones que han aparecido aquí y allá deben ser cuestionadas desde el principio. La primera afirmación es que «Ecuador está pasando la página del socialismo y volviendo al redil de la derecha[2] ». De hecho, la derecha volvió al poder en 2017 con la llegada de Lenin Moreno a la presidencia. Elegido sobre la plataforma de la «revolución ciudadana» querida por Correa (del que fue vicepresidente), Moreno dio un giro y cogobernó con los conservadores – incluido Lasso – nada más tomar posesión. Más que de alternancia, se trata pues de una cuestión de continuidad.
Segundo alegato: el rechazo al «autoritarismo de Correa» explicaría la derrota de Arauz, miembro de su corriente política y apoyado por él. No tiene sentido. ¿Cómo explicar, en este caso, la elección en 2017 de Moreno, considerado entonces como el sucesor de dicho Correa y portador de la continuidad de un proyecto común? ¿El ex jefe de Estado sería percibido como más «autoritario» por sus compatriotas, al final de cuatro años fuera del poder, en Bélgica, donde vive, que inmediatamente después del final de su segundo mandato? Hay razones mucho más importantes para la victoria de la derecha.
Rebautizada como «correísmo» por sus opositores, la «revolución ciudadana» llegó a las puertas de las elecciones muy debilitada. Despojada de su partido, Alianza País, confiscado por Moreno, tuvo que enfrentar mil obstáculos para poder participar en la consulta. A su vez, el Partido Revolucionario Ciudadano (PRC), el Movimiento Revolución Alfarista (MRA) y luego Fuerza Compromiso Social (FCS), con los que decía competir, fueron prohibidos arbitrariamente por las autoridades. Sólo en el último momento pudo presentarse bajo los colores del Centro Democrático, un partido prestado. Esto fue suficiente para confundir al votante, que no estaba muy familiarizado con los giros de esta carrera de obstáculos.
Acusados de todas las maldades por un Moreno al borde de la locura, perseguidos en el registro de «law fare» por la justicia, obligados al exilio algunos, condenados a duras penas, como el vicepresidente Jorge Glas o el propio Correa, los líderes de la «revolución ciudadana» tuvieron que pasar por cuatro años de intensa estigmatización. Cuatro años en los que la corrupción informativa –El Universo, El Comercio, El Telégrafo, Teleamazonas, Ecuavisa, etc.– han sometido a los cerebros al mismo mensaje, repetido una y otra vez: habiendo gobernado el país de forma «dictatorial», Correa y sus seguidores son «un nido de ladrones y corruptos».
No hay que subestimar el impacto de una campaña de este tamaño. Para quienes lo duden, debemos recordar que este tipo de tratamiento y sus consecuencias han tenido al menos un precedente reciente. Al igual que el de Correa en Ecuador, los gobiernos brasileños de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y Dilma Rousseff (2011-2016) pudieron cometer errores en el camino y tomar decisiones cuestionables y cuestionadas. Sin embargo, nadie negará que sus años en el poder sacudieron el modelo existente, en gran beneficio del país y de una mayoría de su población. «Lava Jato», lanzada en 2014 e intensificada en 2015, contra la corrupción (que es real en algunos casos[3]) proporcionó el clima y la cortina de humo para el «impeachment» de Dilma Rousseff, la presidenta democráticamente elegida cuya probidad nadie ha puesto en duda. En 2016, de hecho, fue sometida a un golpe jurídico y parlamentario por «maquillar las cuentas públicas», un delito constitucional inexistente.
Segundo acto del «reality show»: acusado de corrupción, el ex presidente Lula es objeto de una rara implacabilidad judicial. Condenado sin pruebas el 12 de julio de 2017 a 9 años y 6 meses de prisión por el juez Sergio Moro, ve aumentada su pena a 12 años y un mes, aplicable tras estudiar posibles recursos. Todavía pasa 580 días en prisión. Aunque recurrió, en agosto de 2018 se le prohibió participar en las próximas elecciones presidenciales –de las que es el indiscutible favorito-.
A menos de un mes de la primera vuelta electoral, el Partido de los Trabajadores (PT) tiene que sustituir a su líder histórico por Fernando Haddad, ex alcalde de São Paulo. Desde 2015 (e incluso mucho antes), en una asfixiante coordinación editorial, los medios dominantes – O Globo (televisión y prensa), TV Record, O Estado do São Paulo, Folha do São Paulo, Jornal do Brasil, Veja, etc. – han construido una narrativa «anti PT» que convierte a este partido y a Lula en los principales artífices del sistema de corrupción (presente en todas las familias políticas).
En plena campaña electoral, el propio Haddad es acusado de lavado de dinero y asociación ilícita por la Fiscalía de São Paulo. La prensa está haciendo ataques personales increíblemente viles contra él. Lo que seguiría a su eventual victoria es objeto de descaradas mentiras. Encarcelado, en régimen de aislamiento, el siempre popular Lula es privado de la palabra y de la posibilidad de apoyarlo públicamente.
Cuando, con el tiempo, las denuncias se suceden, yendo todas en la misma dirección, acaban siendo definitivamente interiorizadas. Amplios estratos sociales, empezando por la clase media, asocian a todos los partidos con la gangrena, pero más que los demás, al principal partido de izquierdas, que lleva trece años en el poder. La imagen transmitida del «despertar democrático y cívico» de todo un pueblo contra la «corrupción» está dando sus frutos. Por su parte, Ciro Gomes, otro candidato llamado «de izquierdas» (Partido Democrático Laborista; PDT) se niegue a dar un apoyo real a Haddad. A partir de entonces, para muchos votantes, el candidato antisistema Jair Bolsonaro aparece como el hombre providencial, con su deseo de «limpiar el país de élites corruptas».
Sabemos lo que pasó. El neofascista Bolsonaro sería elegido el 28 de octubre de 2018 con el 55,13% de los votos. Pronto sabremos que Lula, que podría haber impedido su llegada al poder, fue víctima de una trama[4].
Sería absurdo comparar a Lasso con Bolsonaro (¡al menos, eso esperamos!). Sin embargo, los medios de comunicación brasileños y ecuatorianos sí forman parte de la misma familia fatídica. Lula y Correa (condenado a ocho años de prisión, impedido de ser candidato a vicepresidente) pueden darse la mano. En cuanto a Arauz, que no perdió de ninguna manera, podemos llamarlo con seguridad el «Haddad ecuatoriano».
Del 19,74% de los votos en la primera vuelta al 52,26% en la segunda, la «remontada» de Lasso fue espectacular. Algo (casi) inédito[5]. Su campaña se realizó bajo los auspicios de un experimentado y taimado gurú, Jaime Durán Barba, ex asesor del ex alcalde derechista de Guayaquil Jaime Nebot, artífice de la victoria del argentino Mauricio Macri contra el «kirchnerismo» en 2015. En un tiempo récord, Durán Barba ha conseguido que Lasso pase de ser un financiero ultraconservador y miembro del Opus Dei a un político repentinamente muy crítico con la gestión de Moreno y amablemente abierto a todas las sensibilidades, desde los ecologistas a los indígenas, pasando por las feministas y las minorías LGTB. Esto es suficiente para atraer a los jóvenes urbanos, que no vivieron la terrible crisis de finales de los 90. Brevemente ministro de Economía, pero sobre todo presidente del Banco de Guayaquil y de la Asociación de Bancos Privados, Lasso se enriqueció especialmente a costa de los ecuatorianos.
Con un excelente 15,98% en la primera vuelta gracias a su agilidad en las redes sociales, presentado unánimemente como «socialdemócrata», el empresario Xavier Hervás, de la Izquierda Democrática (ID), enseguida se ha lanzado a... Lasso. Juan Mateo Zúñiga, su jefe de campaña, fue a reforzar la del ex banquero. Para explicar esta aparente incoherencia, hay que señalar que Hervás es más o menos a «la izquierda» lo que el ex-presidente francés François Hollande y el vicesecretario general de su gabinete (y posterior ministro de Economía) Emmanuel Macron eran (y son) al socialismo. Así evitarás perderte en comentarios superfluos...
Una gran pregunta ha agitado el intermedio. ¿Seguirán los votantes indígenas y otros (a menudo jóvenes) de Pachakutik la instrucción del «verde» Yaku Pérez llamando a rechazar tanto a la izquierda como a la derecha, tanto a Arauz como a Lasso? El primer elemento de la respuesta es que mientras Arauz triunfó en las cinco provincias costeras – Sucumbíos, Santa Elena, Los Ríos, El Oro, Manabí, Guayas (excepto el gran puerto de Guayaquil) y Esmeraldas – que no tienen un carácter étnico pronunciado, vio cómo las diecisiete provincias centrales de la Sierra, con una gran población indígena, le daban la espalda[6].
Evidentemente convencidos por las virulentas denuncias de fraude formuladas por su candidato Pérez, los partidarios de PK y de la CONAIE expresaron su solidaridad y su cólera llevando el voto nulo a un 16,3%, es decir, el doble del índice alcanzado en las anteriores elecciones presidenciales. En nueve provincias, la tendencia superó el umbral del 20%; Cotopaxi y Bolívar, Cañar y Azuay (bastiones de Yaku Pérez) se acercaron al 30% y superaron el porcentaje de votos obtenido por Arauz.
Sin embargo, ¿debemos deducir de esto un simple «los indígenas votaron nulo»? Como muchos consensos, esta afirmación esconde una realidad inquietante: mientras en octubre de 2019 lucharon codo a codo en las calles con los militantes y simpatizantes de la «revolución ciudadana» contra las medidas de austeridad del gobierno de Moreno, los indígenas también, en una parte muy significativa (más de un tercio), avalaron al candidato neoliberal Lasso (el primer beneficiario del supuesto «fraude» del que habría sido víctima su candidato).
Esta constatación pone en duda «la idea bastante ingenua de que existe una organicidad indígena», reacciona el analista Eduardo Meneses, que constata «una derechización de las regiones» donde viven mayoritariamente. «El discurso sobre el espíritu empresarial resuena allí con el 60% de los trabajadores informales», con el tema «tienes tu destino en tus manos[7] ».
Presidente del Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi (MICC), particularmente destacado en el levantamiento de octubre de 2019, Leonidas Iza no oculta que votó nulo, a pesar de su antipatía por Lasso, para respetar la decisión colectiva de la CONAIE y Pachakutik –el famoso «mandar obedeciendo»–. «En términos de categoría económica no tenemos [el movimiento indígena] que teníamos para 1990[8] », sin embargo, explica. Todos éramos agricultores, todos éramos empobrecidos. Ahora (...) tenemos un sector está sosteniendo el sistema financiero de las cooperativas de ahorro y crédito, hay un sector vinculado al comercio, otro a la industria, otro al trabajo. Hay un fenómeno migratorio, la salida del campo, principalmente de la juventud en este momento. Esa fuerza de trabajo ahora está en los sectores populares de las grandes ciudades (...) En ese sentido, yo creo que hay un sector que está bien en términos económicos, e ideológicamente apostaron por el candidato de la derecha. Pero hay otros sectores que por su rechazo al correismo tuvieron que optar coyunturalmente por Lasso[9].» Al final de la votación, tras una críptica formulación, uno de los primeros tuits de Yaku Pérez marca el tono: «Pachakutik y el voto nulo entierran al correísmo» ... Cueste lo que cueste, se designa claramente al enemigo que había que derrotar.
Con sus himnos, sus exorcismos, su «teología de la prosperidad» y su discurso relajado sobre el dinero, la creciente influencia de los grupos evangélicos no es para menos en esta conversión de sectores enteros de los medios indígenas y populares.
Devastado por una deuda pública de más de 63.000 millones de dólares (63% del PIB), Ecuador registró una caída del 7,8% del PIB en 2020. Para ayudar al país debilitado por la pandemia de Covid y el desplome de los precios del petróleo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le concedió el 30 de septiembre de 2020 un programa de ayuda de unos 6.500 millones de dólares en veintisiete meses. Por lo tanto, está emboscado para imponer sus puntos de vista sobre las condiciones y estrategias de reembolso (empezando por la reforma fiscal y la subida del IVA).
Lasso ha prometido no subir los impuestos, atraer más inversión extranjera, crear dos millones de puestos de trabajo y aumentar el salario mínimo mensual de 400 a 500 dólares (al tiempo que ha anunciado una ley de «oportunidades laborales» que permitiría a los que se incorporen a la plantilla recibir... 120 dólares al mes). El tiempo dirá si ha cumplido sus promesas de campaña. Entre ellas, las que pueden enfurecer: la bajada de impuestos a las empresas y la salida de capitales, la mayor libertad concedida a los bancos, la consolidación de la política de liberalización comercial mediante la adhesión a la Alianza del Pacífico –fundada en abril de 2011 por los partidos de derecha en el poder en Chile, Perú, Colombia y México para distanciarse del Mercado Común del Sur (Mercosur) y de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), no suficientemente neoliberales a sus ojos-.
Sin embargo, una cosa está clara: el nuevo presidente no tiene mayoría en el Parlamento para aplicar sus políticas (Arauz tampoco la habría tenido).
El partido de Lasso, Creando Oportunidades (CREO), sólo tiene 12 diputados de un total de 137. El Partido Social Cristiano (PSC), su aliado, eligió 19. Entre los dos tienen 31. La Izquierda Democrática tiene 16. A pesar de las ambiciones de Yaku Pérez – «La derrota del correísmo es la partera de la nueva izquierda, de esta izquierda que representamos el sueño de los jóvenes, de los ecologistas, de la gente honesta, la gente que sueña de los sueños y libertades[10]»- la Unión por la Esperanza (Unes) de Arauz (y Correa) sigue siendo la principal fuerza progresista. Con sus 49 representantes, es incluso el primer partido ecuatoriano. A pesar de su innegable avance, Pachakutik sólo pudo conseguir 27 elegidos. Y si bien es cierto que a este partido se le atribuye el histórico 16,26% de votos nulos, el «correísmo», con el 47,64% de los votos, lo domina.
En cualquier caso, el binomio CREO-PSC de Lasso tendrá que encontrar aliados. La UNES de Arauz ha declarado que ejercerá una oposición «constructiva» y que no hará nada que provoque «ingobernabilidad». Nadie ha olvidado el período anterior a la llegada de Correa al poder: siete presidentes en diez años. Sin embargo, la UNES ha dejado claro que se opondrá «a todo lo que no es beneficio para los ciudadanos». Hay pocas posibilidades de que, persiguiendo objetivos radicalmente opuestos, estas dos corrientes políticas se encuentren en torno a objetivos comunes. Por lo tanto, es del lado de la Izquierda Democrática (ID) y de Pachakutik que Lasso tendrá que volverse. Con sus 45 representantes, estos dos movimientos iniciaron inmediatamente un acercamiento para llevar a cabo su prioridad absoluta: impedir a toda costa que Pierina Correa, hermana del expresidente y diputada electa (con el mayor número de votos), presida la Asamblea Nacional en nombre de la UNES.
El 22 de abril, las dos partes firmaron un acuerdo titulado «Minka por la justicia social y la libertad», que contiene una especie de programa sobre economía, empleo y producción, educación y salud, ecología y derechos humanos, ética y transparencia. Se acordó que PK presentaría un candidato para la presidencia de la Asamblea, y que GD solicitaría a cambio una de las dos vicepresidencias y cuatro comisiones permanentes. Por su parte, Yaku Pérez aclaró su posición frente al nuevo ejecutivo: «Yo estoy abierto a los diálogos, todo a la luz del día. Nada bajo repartos o cargos burocráticos. Yo no aceptaré ningún ministerio, ningún cargo burocrático[11].» Arauz no necesito hacer este tipo de aclaraciones, ya que nadie se había planteado ni por un segundo tal eventualidad.
¿Pero entonces? ¿Cómo podría el nuevo presidente contar con el apoyo de los diputados del PK, algunos de ellos herederos del movimiento de octubre de 2019 y vigilados muy de cerca por su base social? «Yo exijo al gobierno nacional mayor liderazgo sobre la fuerza pública para que actúe con firmeza», declaró Lasso, en el momento más álgido de las protestas, cuando la represión dejaba once muertos y 1.140 heridos. ¿Qué tienen en común el vago reformismo de Izquierda democrática y el radicalismo de ciertas bases del PK? Para el ganador, Lasso, se cierne un fantasma: el de la inestabilidad. Y nadie saldrá intacto del resultado antinatural de estas elecciones de 2021.
Paradójicamente, mientras todo el mundo aplaudía su actuación, es probable que la CONAIE y Pachakutik salgan muy debilitados de la secuencia. Les guste o no, por acción u omisión, han contribuido a la victoria de la derecha. Esta situación será tan lamentable, una vez que la espuma del momento se haya calmado y el neoliberalismo avance, como la que vivieron en los años 2000 cuando algunos de sus dirigentes acompañaron al ex coronel Lucio Gutiérrez [12], que pasó de una (supuesta) izquierda a la (verdadera) derecha en un santiamén. Durante mucho tiempo, esta colaboración se les pegó y les costó mucho en términos de credibilidad. La lección, al parecer, no se ha aprendido.
El movimiento indígena estaba ya muy dividido en el umbral de las elecciones presidenciales. Haciendo caso omiso de la norma establecida desde hace tiempo, Pachakutik convirtió a Yaku Pérez en su candidato sin consultar a las bases de la CONAIE. Una toma de poder que no fue bien recibida por otros dos candidatos, líderes «de choque» durante el movimiento social de 2019, Jaime Vargas y Leonidas Iza. Al término de su gestión al frente de la CONAIE, Vargas, transgrediendo el reglamento y la instrucción de «voto nulo», llamó a elegir a Arauz. Iza, aunque respetó la decisión colectiva, tuiteó claramente su estado de ánimo del momento: «Ecuador tendrá un gobierno de derecha neoliberal con corte fascista #Lasso. El correísmo perdió mas no la izquierda que seguimos en pie de lucha ¡que quede claro!» Siempre buscando chivos expiatorios, Yaku Pérez persigue a los dos hombres con su vindicta: «Si no hubiera habido la traición del correista Vargas y del ingenuo Iza, a este momento el movimiento indígena y una mayoría de ecuatorianos estarían muy probablemente festejando que por primera vez en la historia del Ecuador un candidato de extracción indígena y popular haya llegado a ser presidente y con las expectativas que ello implica[12].»
Del 1 al 3 de mayo se celebrará el Congreso Nacional de la CONAIE, que reunirá entre 2.000 y 2.500 delegados en la provincia de Cotopaxi (si las medidas sanitarias impuestas por la pandemia no obligan a trasladarlo o aplazarlo). Para reemplazar a Jaime Vargas al frente del movimiento, Leónidas Iza, apoyado por el MICC, ya había declarado su candidatura cuando afirmo: «En este momento Ecuador está polarizado en el límite del correismo y el anticorreísmo. Entonces yo creo que es de absoluta necesidad superar este límite porque con la bipolaridad correismo/anticorreísmo sólo cosecha la derecha en Ecuador. Por ejemplo, las organizaciones indígenas que se declaran que no son de izquierda ni de derecha, pero son anticorreístas acaban yendo a participar con la derecha[13].» Casi al mismo tiempo, en una carta a Marlon Santi, coordinador nacional de Pachakutik, Yaku Pérez considero que era «imperativa» una «depuración y limpieza» dentro del movimiento[14]. Sea cual sea el resultado de este Congreso, la CONAIE no saldrá indemne. Habrá habido confrontación. ¿Hasta el punto de la fractura, la fragmentación?
Los medios de comunicación, por el momento, observan una neutralidad bondadosa ante estos enfrentamientos fratricidas que, en definitiva, responden a los intereses de los sectores dominantes. Sin duda despertarán si se impone la corriente de Iza, más formidable en posibles movilizaciones contra las políticas de Lasso. Por otra parte, estos mismos canales de «información» han hecho una clara observación: el «correísmo», como ellos lo llaman, sigue vivo. La primera fuerza política a nivel nacional. Unida. Coherente. Si Lasso fracasa, como Mauricio Macri en Argentina o, en otras circunstancias, Janine Añez en Bolivia, la «revolución ciudadana» será la mejor equipada para unir a la gente. Y volver al poder en el próximo plazo. De ahí la continuación de una campaña de odio que la nueva situación no ha frenado en absoluto. Todo en matices, como debe ser. En El Universo (20 de abril), bajo el título «El Führer», un tal Ramiro Rivera escribe: «En el análisis desde el arribo del nacionalsocialismo al poder –mediante elecciones–, la implantación del nazismo y el fuerte liderazgo de Hitler se encuentra una cantidad de hermandades y semejanzas con lo que representan, a mi juicio, algunos caudillos autoritarios en América Latina. Menciono tres: Daniel Ortega en Nicaragua, Nicolás Maduro en Venezuela y el caudillo ecuatoriano que reside en Bélgica, felizmente derrotado en las elecciones del 11 de abril[15].» Es un artículo de clase, tienes que admitir...
La victoria del conservador que goza de tan respetables aliados fue rápidamente saludada por la Casa Blanca, el FMI, Brasil, Chile y Colombia. Lasso, al tiempo que agradecía a sus votantes, envió un «saludo especial» urgentísimo a Álvaro Uribe, el gran demócrata colombiano[16]. Sin embargo, hizo saber que, para su toma de posesión el 24 de mayo, invitará, sin sectarismo, a los presidentes Alberto Fernández (Argentina), Andrés Manuel López Obrador (México), Daniel Ortega (Nicaragua) y Miguel Díaz-Canel (Cuba). Queda por ver si harán el viaje. De hecho, también formará parte del partido el «autoproclamado presidente» de Venezuela Juan Guaido.
A la espera de ese día en el que dará el relevo a su sucesor, Lenin Moreno, fiel a su estilo, está haciendo todo lo posible para prepararle el terreno. El 22 de abril, tras dos intentos infructuosos, consiguió que la Asamblea Nacional aprobara una ley que devuelve la autonomía al Banco Central de Ecuador (BCE) y le prohíbe utilizar sus reservas para financiar el gasto público. Ochenta y seis de los 135 diputados que participaron en la sesión, todos ellos al final de su mandato, aprobaron el inicio del proceso de privatización.
Traducción : Michel Mujica.
[3] Empezando por el escándalo del «mensual», que se refería al pago de sobornos mensuales por parte del Partido de los Trabajadores (PT) a unos diputados de otros partidos para obtener su apoyo.
[4] En marzo de 2021, Edson Fachina, un juez del Supremo Tribunal Federal, anuló las condenas contra Lula, dictaminando que el tribunal de Curitiba no era competente para juzgar los cuatro casos contra él. A la espera de nuevas sentencias en un tribunal federal de Brasilia, se le restituyeron sus derechos políticos, lo que le permitirá presentarse como candidato a la presidencia en 2022.
[5] El único precedente notable fue la victoria del socialcristiano León Febres Cordero, que fue derrotado ampliamente en la primera vuelta por el socialdemócrata Rodrigo Borja en 1984.
[6] Ecuador está dividido en 24 provincias, subdivididas en cantones, que a su vez se subdividen en parroquias.
[8] La CONAIE nació en 1986. En 1990 (y luego en 1994) protagonizó dos levantamientos muy importantes, que la convirtieron en un actor principal en la vida del país.
[10] NTN24, Bogotá, 14 de abril de 2021.