Luis Vitale
el dogmatismo en
crisis
Este trabajo fue
presentado en el Seminario “Sobre los marxismos” realizado en Caracas en el mes
de
octubre de 1979.
Expresamente, Nº 8,
junio, 1988, Caracas.
I
El título de este
Seminario es bastante provocador y predispone a pensar apriorísticamente en
una profunda crisis
del marxismo. Antes de pasar a reflexionar sobre esta problemática, quiero
decir unas palabras sobre la verdadera crisis: la crisis de la
ideología burguesa.
El liberalismo, el neopositivismo, el neotomismo y
el estructural-funcionalismo no sólo han
sido incapaces de criticar seriamente al marxismo
sino que tampoco han podido dar respuesta a los
problemas cruciales del mundo contemporáneo. Habría
que plantearse, entonces, no sólo la pregunta acerca de una supuesta crisis del
marxismo sino también sobre la crisis real del pensamiento
burgués. Hasta la ciencia está en crisis, para
consternación de quienes, como Mario Bunge y los
neopositivistas del circulo de Viena, habían
encontrado un nuevo altar para especular acerca de una
Filosofía de la Ciencia o de una Filosofía
científica.
También está en crisis el pensamiento de Popper,
uno de los publicitados críticos del
marxismo en el campo de las ciencias sociales. Su
ataque al historicismo ha sido desmentido paso a
paso por el curso actual del proceso de la lucha de
clases a nivel internacional. La realidad objetiva
confirma la validez del materialismo histórico, no
como dogma, sino como teoría de interpretación
y de praxis en los procesos sociales. La crítica de
Popper al historicismo fue un ataque al
marxismo. Deformó el pensamiento de Marx,
atribuyéndole un carácter teleológico y repitiendo la
socorrida tergiversación de que para el marxismo
todo se reduce al factor económico, crítica ya
refutada, especialmente por Engels, en reiterados
escritos. Es falso que Marx tuviera una
concepción fatalista y teleológica. Siempre se negó
a profetizar cómo funcionaria la sociedad
comunista. En toda su obra, muy alejada de la
“filosofía del oráculo”, que le asigna arbitrariamente
Popper, no hay idealismo subjetivo sobre la futura
sociedad. Muchas veces los marxistas, desde los
tiempos de Rosa Luxemburgo, han planteado que el
mundo puede llegar a la disyuntiva
“socialismo o Barbarie”, precisamente porque no hay
un determinismo histórico por encima de la
acción de los hombres en la lucha de clases. Una
guerra nuclear puede sumir a la humanidad en la
barbarie radioactiva, si las fuerzas del cambio
social malogran sus esfuerzos en derrocar a la clase
dominante a escala mundial. Para hacer esta
prognosis —que es decisiva para la supervivencia de
la especie humana— no sirve la sociología
empirista, que únicamente hace una descripción de los
hechos, llamados reales y singulares por los
ideólogos de la escuela neopositivista. Se necesita de
una teoría capaz de analizar objetivamente las
tendencias de los procesos sociales, intentando sobre
esta base científica formular un diagnóstico
prospectivo y una praxis adecuada. Parafraseando a
Popper, no se trata de una presunta “miseria del
historicismo”, sino de la miseria real del
empirismo. El empirismo se ha mostrado incapaz de
interpretar las tendencias principales del
mundo contemporáneo, sin poder ni siquiera intentar
explicar la ley de concentración monopolica
del capital. Hasta los ejecutivos de las
transnacionales saben cómo funciona dicha ley prevista por
Marx hace más de un siglo. ¿O acaso los popperianos
creen que la transnacionalización del capital
es un tema “doctrinal”, imposible de ser
desentrañado por la ciencia social? Por ese camino involutivo, se llega otra
vez al viejo agnosticismo, expresión del pantano en que se debate
actualmente el idealismo subjetivo, y por extensión
el pensamiento burgués de nuestros días.
II
No creemos que sea fructífero, en este foro, venir
a recitar un listado de tesis suficientemente
conocidas que confirman la vigencia del marxismo,
desde aquella que señala que el régimen
capitalista ha conducido a la crisis social y a la
alienación del ser humano hasta la que sostiene que
el motor de la historia es la lucha de clases y que
los hombres hacen la historia, pero condicionados
por la formación social en que nacen y desarrollan.
El marxismo no es una profecía bíblica que
necesita reafirmar a cada instante el cumplimiento
de sus prognosis.
Nos parece más provechoso intercambiar ideas sobre
algunos problemas que no han
suficientemente abordados hasta ahora por los
teóricos del marxismo. Esta falta de respuesta ha
dado pie para que se toque a rebato sobre una
supuesta crisis del marxismo. Habría que hablar no
de la crisis del marxismo sino de la crisis de las
ideologías mistificadoras que crearon los epígonos
deformadores del pensamiento de Marx.
El más connotado portavoz de una de esas
mistificaciones fue Stalin, quien hizo de la teoría
del “socialismo en un solo país” una ideología ad
hoc al servicio de la nueva casta gobernante: la
burocracia soviética, expropiadora del poder
político de los trabajadores. Stalin impuso a la naturaleza, a la sociedad, y
al pensamiento,,,-7 leyes inmanentes de la dialéctica y decreté la codificación
del materialismo histórico. La pretendida crisis
del marxismo tiene su origen en los ideólogos que
trataron de convertir el marxismo en una filosofía
y en una ciencia, donde todos los problemas
podrían ser resueltos a través del manual de turno.
En este nuevo catecismo todo parece reducirse a
las rígidas leyes de la dialéctica, al binomio
fuerzas productivas-relaciones de producción o a la
fórmula cuasi mágica, de estructura-superestructura
para explicar todos los problemas de la
sociedad. Los bonzos de la iglesia stalinista
convirtieron el pensamiento de Marx en una nueva
Ideología.
Nosotros preferimos ser motejados de heterodoxos,
herejes, como lo fueron los albigenses
del siglo XII en lucha contra el obscurantismo y la
contracorriente religiosa del medioevo.
Sostenemos que el stalinismo, y los posteriores
dirigentes de la burocracia soviética, han tratado en
vano de convertir el marxismo en una filosofía,
tirando por la borda el concepto de que el
marxismo es una crítica a toda filosofía. Marx y
Engels lucharon por acelerar la muerte de la
filosofía, la supresión de la filosofía. Herederos
de esta tradición, estamos contra quienes han
pretendido convertir el marxismo en una nueva
filosofía, llamada “materialismo filosófico” por los
manuales de la URSS, no sólo en los tiempos de
Stalin sino también en los de la denominada
“desestalinización”.
Ellos han tratado, asimismo, de presentar al
marxismo como una ciencia, convirtiendo la
teoría revolucionaria en un dogmatismo
cientificista. Los que han transformado al marxismo en una
ciencia de las ciencias, son responsables de haber
gestado una nueva filosofía con fundamento
evolucionista. Asimismo, contribuyeron a consolidar
la idea de que el marxismo es una ciencia, los
que, a pesar de autoproclamarse marxistas, trabajan
con una metodología estructural-funcionalista.
En nombre de la sediciente ciencia marxista,
Althusser llegó a negar la teoría de la alienación,
basamento del pensamiento de Marx, calificándola de
mera ideología.
Nos pronunciamos decididamente en contra de quienes
pretenden convertir al marxismo en
una teoría cientificista con asiento académico como
una ciencia más. El marxismo no necesita el
certificado de ciencia para legitimarse o entrar en
la Universidad. El marxismo es más que una
ciencia. Es una teoría para construir una nueva
saciedad, para derrocar a la clase dominante y
reemplazarla por un gobierno de obreros y demás
capas oprimidas de la población, que permitirá
construir el socialismo y extinguir progresivamente
el Estado hasta llegar a la sociedad sin clases.
Esto, para escándalo de los ideólogos burgueses, es
y no es una ciencia. Es también política, es
decir la combinación del arte con el análisis
objetivo de la realidad. Construir una nueva sociedad
que termina con la explotación del hombre por el
hombre, es más que una ciencia. En última
instancia, el planteamiento fundamental de Marx
—profundamente humanista— no fue la mera
formulación economicista de liquidación de la
propiedad privada capitalista de los medios de producción, sino luchar por el
término de la alienación del hombre, por la liberación definitiva de
todas las enajenaciones de la especie humana.
Esta teoría no está en crisis. Lo que está en
crisis es “el marxismo convertido en escolástica”;
el dogmatismo sedicientemente marxista, el
stalinismo, el neo y el mao-stalinismo. Está en quiebra
la ideología pervertida del denominado campo
socialista que, con sus deformaciones burocráticas,
ha distorsionado la imagen del auténtico
socialismo. Está en crisis la revolución por etapas” y la
colaboración de clases de tipo frente populista.
Está en crisis el proyecto reformista y
socialdemócrata de adaptación al aparato del Estado
burgués y de integración al establishment
capitalista.
¿Quiénes también están en crisis?. Todos los que
adoptaron el marxismo como un dogma y
hoy se hacen interrogantes sobre una realidad
distinta a la que creyeron con fe cuasi-religiosa. Las
dudas que han hecho públicas, especialmente en
Francia e Italia, han sido aprovechadas por los
medios de comunicación de masas controladas por la
clase dominante, para propagar la idea de una
crisis generalizada del marxismo. No hay que confundir
la crisis teórica personal de algunos
izquierdistas con una supuesta crisis de la teoría
marxista. Por lo demás, los “nuevos filósofos”
franceses, promovidos por la prensa burguesa
mundial para difundir la propaganda sobre la
pretendida crisis del marxismo, no han sido capaces
de levantar una alternativa teórica propia. Nos
parece que un estancamiento temporal y parcial en
el desarrollo de la teoría marxista se produjo
antes, en tiempos del stalinismo. Ahora, se ha
iniciado una renovación y enriquecimiento de la
teoría al romperse la escolástica de ese llamado
“materialismo dialéctico”. Habla estancamiento
cuando los dogmas del Papa Stalin eran acatados con
fervor casi místico; cuando se repetían las
consignas del turno del nuevo Vaticano. Había
estancamiento teórico cuando un Morin estaba
obligado a callar o hacer soslayadamente sus
observaciones, como lo narra en su libro Autocrítica;
cuando un Henri Lefebvre tenía que repetir en un
manual lo que le dictaba el aparato del partido.
Había estancamiento cuando los artistas debían
adscribirse acríticamente al realismo socialista, so
pena de ser acusados de pequeños burgueses
decadentes. Si algo importante caracteriza al
marxismo actual no es su crisis sino su renovación.
En vez de la esclerosis teórica existente hace 20
años atrás, ahora se está avanzando en el
enriquecimiento de la teoría, expresado en una
irreverencia ideológica de los jóvenes
intelectuales de izquierda y en una renovación de los viejos
pensadores marxistas. A partir del quiebre y de la
ruptura con el dogmatismo, se ha iniciado una
nueva fase en el proceso de producción de
conocimientos en el campo del materialismo histórico,
inmanentemente dialéctico.
Actualmente, Henri Lefebvre, Ernest Mandel y otros,
están haciendo aportes significativos
en las cuestiones de la vida cotidiana, la Economía
Política y el Estado contemporáneo,
profundizando una fase de revitalización del
marxismo. La crisis del stalinismo y de la escolástica
“materialista” ha permitido sentar las bases para
una renovación teórica, calificada ya por algunos
autores como de “revolución” en el área de las
ideas marxistas. Recogiendo la herencia creadora de
una Rosa Luxemburgo, de un Trotsky con la teoría de
la Revolución Permanente o de un Gramsci
con sus aportes sobre el Estado y la sociedad, un
numeroso grupo de escritores marxistas no sólo
han vuelto a las ideas prístinas de Marx , sino que
también están generando nuevos planteamientos
a la altura de los tiempos, conscientes de que el
marxismo es una teoría abierta, en permanente
enriquecimiento.
En América Latina ha surgido, después de la
Revolución Cubana, que rompió todos los
sismógrafos políticos tradicionales, una generación
de nuevos investigadores marxistas que ha
cuestionado los viejos esquemas de interpretación
de nuestra realidad. Hemos tenido una rica
discusión sobre los Modos de Producción y la
Formación Social, que puso al desnudo la
ideologización hecha por el stalinismo en relación
a una supuesta existencia de feudalismo en
nuestro continente para justificar su política de
alianzas con la burguesía industrial progresista”.
Así, hemos logrado romper los modelos europeos,
aunque todavía quedan algunos con “monto
colonizada” como decía Franz Fanon. A pesar de la
derrota sufrida por la concepción unilineal de
la historia —que rebuscó obstinadamente en América
Latina la secuencia esclavismo - feudalismo -
capitalismo, ha vuelto a resurgir un dogmatismo
tardío, sedicentemente marxista, bajo un nuevo
ropaje. Su portavoz más connotado —y publicitado—
es Marta Harnecker, quien repite fielmente
los modelitos del teórico del estructuralismo
francés “de gauche”, el señor Althusser. Ha llegado el
momento de hacer, al estilo de Federico Engels, un
Anti— Dühring para América Latina, salvando
por supuesto las distancias entre el señor Dühring
y la señorita en cuestión. Podría sostenerse que hubo estancamiento del marxismo
cuando durante décadas se
repitieron los esquemas de Carlos Irazábal
explicitados en su libro “Venezuela, esclava y feudal”, o
cuando los militantes e intelectuales de izquierda
recitaban los manuales de la URSS. Ahora, la
intelectualidad marxista venezolana está
reelaborando y reflexionando sobre la realidad nacional,
libro de catecismos. Nadie puede hablar con
propiedad de crisis del marxismo en Venezuela en el
preciso momento en que están surgiendo numerosos
pensadores que cuestionan los esquemas
tradicionales, impuestos no por la fuerza de las
ideas sino por el poder de los aparatos burocráticos.
III
Como decíamos al comienzo, invitamos a dialogar
sobre cuestiones insuficientemente
analizadas por el marxismo. En general, los
socialistas han reaccionado en forma conservadora
frente a los problemas nuevos, como son el
movimiento ecológico, la lucha por la emancipación de
la mujer, el movimiento negro e indígena, el papel
de los estudiantes post-mayo francés, el de los
llamados “marginales” y el de las capas medias
asalariadas. En lugar de integrar estos procesos a la
teoría marxista, los rechazan como si estuviera en
peligro la fe, temerosos de que los nuevos
factores alteren su esquema anquilosado de la lucha
de clases.
Por falta de espacio, nos vemos obligados en este
foro a dialogar sobre algunos temas
actuales no abordados del todo por el marxismo,
como los siguientes 1) por qué la revolución
estalla en los países coloniales y no en los
altamente industrializados; 2) por qué no se ha explicado
que la base de la opresión de la mujer es
sustantivamente la explotación económica, tanto dentro
como fuera del hogar; 3) por qué no existe ya una
ciencia de la totalidad Naturaleza-sociedad
global humana; y 4) por qué la mayoría de los
marxistas no ha dado aún respuesta al movimiento
ecológico.
1) Un primer desafío es explicar por qué la
revolución ha estallado en los países atrasados y
no en las naciones capitalistas
superindustrtalizadas, como había diagnosticado Marx, de acuerdo a
la situación objetiva del mundo en que vivía. Marx
no estaba en condiciones de “adivinar” el
proceso contradictorio que se produciría más tarde,
en los países coloniales y semicoloniales. ni
menos fijar una estrategia política. Trotsky trató
de explicar el por qué de la prognosis equivocada
de Marx en su trabajo A los noventa míos del
Manifiesto Comunista, señalando: “El error de
Marx y Engels, con respecto a los plazos
históricos, procedía, de una parte, de la subestimación de
las posibilidades históricas inherentes al
capitalismo y, de otra, a la sobreestimación de la madurez
revolucionaria del proletariado (...) El
“Manifiesto” no dice nada todavía sobre la lucha por la
independencia de los pueblos coloniales. En la
medida en que Marx y Engels pensaban que la
Revolución Socialista en los países avanzados por
lo menos era un asunto de los años próximos, los
problemas de las colonias estaban resueltos”.
La III Internacional, especialmente en el Segundo y
Cuarto Congreso Mundial (1922),
ahondó en la estrategia para los países atrasados,
pero no previó que la oleada revolucionaria
pasaría por estos países. Se seguía considerando a
Europa —y particularmente al proletariado alemán— como la clave del proceso, a
pesar de que la Revolución había estallado ya en un país
agrario y atrasado, como Rusia.
Los partidos comunistas y la socialdemocracia han
soslayado la verdadera explicación de por
qué la Revolución no estalló en los países
industrializados, a causa de que tienen una alta cuota de
responsabilidad política en el proceso. Es
corriente escuchar que la revolución no se desencadenó
en unos países por el elevado standard de vida de
la clase obrera, que no sufrió el curso de
“pauperización creciente” señalado por Marx. Esto
en parte es efectivo, pero insuficiente. Es caer
en una idealización de los factores objetivos,
olvidándose que en varias naciones el fracaso de la
revolución se debió al factor subjetivo, a la
estrategia equivocada de la socialdemocracia y el
stalinismo. Como prueba trágica, allí yacen en el
fondo de la historia las derrotas de la revolución
alemana (1923), austríaca (1933-34), española
(1934-37) belga (1932-36), francesa (1935-37),
italiana (1943-48). Marx no podía prever la
degeneración política de la socialdemocracia, y menos
el revisionismo y burocratismo de los partidos
comunistas a la muerte de Lenin.
Como hemos visto. Trotsky explicó por quo la
revolución no estalló en los países
avanzados, pero no alcanzó a decir por qué se
inició en las colonias. Una picota, manipulada por un asesino al servicio del
‘gran organizador de derrotas”, lo impidió asistir al proceso de Ja
revolución colonial iniciada durante y después de
la segunda guerra mundial.
Uno de los hechos relevantes que entonces impulsé
el estallido de la revolución en los países
coloniales fue la expansión imperialista, la
penetración del capital en todo el mundo, generador de
un proletariado no sólo urbano sino también rural y
capas medias asalariadas que junto al
campesino, lograron cortar la cadena por su eslabón
más débil. La economía se hizo mundial, la
política se hizo mundial y la revolución también se
hizo mundial
Dos nuevos elementos coyunturales acaloraron cl
proceso revolucionario colonial la
experiencia de las masas durante la segunda guerra
mundial y la crisis de post-guerra de los viejos
imperios, como el francés, belga, inglés y
holandés.
El papel jugado por el campesinado no ha sido
debidamente evaluado en las revoluciones
china, vietnamita, cubana, norcoreana, laosiana y
camboyana. No existe todavía un análisis
marxista cabal que integre —y no unilateralice— el
papel del campesinado a la teoría de la
revolución en los países del llamado Tercer Mundo.
Por su parte, los seguidores de Regis Debray
“l’enfant terrible de la bourgeoisie francaise”
—actualmente pasado a las filas socialdemócratas de
Mitterand— llegaron a sostener que el marxismo se
habla equivocado al diagnosticar que el proletariado seria el agente histórico
del cambio social.
Es un hecho indiscutible que en las revoluciones de
la segunda postguerra mundial el
proceso insurreccional se ha iniciado en el campo.
Pero la revolución alcanzó el triunfo porque
estaba dirigida por partidos con un programa
proletario. La historia no ha generado partidos campesinos con programas de
transformación de la sociedad capitalista en socialista. De todos modos,
la participación notablemente decisiva del
campesinado en las últimas revoluciones está aún por
teorizarse y constituye un reto para la nueva
generación marxista.
Algunos marxistas quieren torcerle el curso a la
historia, con el fin de acomodarla a su
esquema eurocéntrico, replanteando que ahora si,
con el mayo francés y los procesos de ascenso de
masas en Italia, Francia, España y Portugal, el
epicentro de la revolución se ha desplazado a
Europa. Nosotros, sin negar dicho ascenso, sostenemos
que el meridiano de la revolución sigue
pasando por los países semicoloniales y como prueba
de este aserto ahí está Cuba, Vietnam, Laos,
Cambodia, Angola y más recientemente la Nicaragua
de Sandino. Sostenemos, en fin, que no hay
países privilegiados, para iniciar la revolución;
ésta puede comenzar en cualquier país, región o
continente, inclusive puede desencadenarse una
revolución politice en los Estados no capitalistas
donde gobierna la casta burocrática expropiadora
del poder político del proletariado. Hay una
interinfluencia entre los procesos revolucionarias
que se dan en los países semicoloniales con los
movimientos de ascenso de masas en las naciones
altamente industrializadas y la lucha
antiburocrática en los países no capitalistas.
2) Los marxistas cosificados no han prestado la
adecuada importancia a un movimiento
rebelde que puede abarcar a la mitad de la
población mundial: la lucha de la mujer por su
emancipación. Tratan de minimizar este proceso real
manifestando que el movimiento es
diversionista y tiende a desviar la lucha central
de clases. Prometen a las mujeres que su liberación
recién comenzará con el socialismo. Dicen luchar
contra el sistema, pero parecen ignorar que el
sistema de dominación se afirma también en la ideología
de la opresión femenina. Asimismo, se
niegan a reconocer que los pioneros del marxismo no
alcanzaron a formular una teoría sistemática
de la explotación económica de la mujer, base de su
alienación y opresión cultural. La mayoría de
los marxistas creyó que la incorporación masiva de
la mujer a la industria y otras actividades,
sentaría las bases esenciales para la liberación
femenina. La realidad ha demostrado que eso no
basta. Más aún, la revolución socialista es la
condición sine qua non para iniciar el proceso de
emancipación de la mujer, pero no es suficiente. El
curso de las principales revoluciones socialistas
ha demostrado que subsisten ciertas formas de
explotación económica de la mujer y que los
hombres, llamados socialistas se resisten a perder
sus privilegios, superviviendo rasgos heredados
de la familia patriarcal burguesa.
La mujer no sólo es oprimida a nivel ideológico,
cultural y psicológico. No solamente es
dependiente, postergada y considerada como objeto
sexual, sino fundamentalmente sufre la
explotación económica. La base de la opresión es la
explotación. Las diferentes variantes de
alienación sexual, psíquica y cultural tienen corno
basamento la alienación en el trabajo, dentro y
fuera del hogar. Un análisis materialista debe
partir de la función económica que ha cumplido la mujer en las diferentes
formaciones sociales. Hay que comenzar por desentrañar la alienación económica
de la mujer para poder explicar los fundamentos de su opresión cultural.
La función básica que realiza la mujer es la de
reproducir la fuerza de trabajo No se trata sólo
de que biológicamente es la única capaz de
engendrar hijos, criar y cuidar a quienes van a jugar
papeles claves en el proceso productivo. La mujer
cumple la función de proveer la fuerza de
trabajo, basamento de todo régimen de producción.
El régimen capitalista no invierte un centavo en
la reproducción de la fuerza de trabajo.
La mujer se encarga de la reproducción sin que el
capitalismo retribuya su trabajo. Parece
increíble pero hay que repetirlo: el cuidado y la
crianza de los hijos es un trabajo; un trabajo no
remunerado. Detrás de la ideología que pretende
idealizar el papel de la madre, están los intereses
del capitalismo para asegurar sin inversión la
reproducción de la fuerza de trabajo. La no
consideración de esta labor como trabajo sino como
función natural de la mujer, le permite al
régimen burgués evitar el pago de un trabajo, tanto
o más tedioso y sacrificado que el que se realiza
en las fábricas, comercios y oficinas.
El trabajo doméstico de la mujer complementa el
salario o “trabajo necesario” del obrero,
campesino o empleado. Un ideólogo burgués podría
argumentar que la alimentación de los hijos es
subvencionada por el pago del salario al
trabajador. La verdad es que el “trabajo necesario pagado
al obrero o empleado, sólo alcanza para que se
mantenga y vuelva con nuevas energías a la
producción. Sin el trabajo de la mujer en el hogar,
dicho salario no bastaría para toda la familia. La
mujer realiza un trabajo no remunerado al cocinar
los alimentos adquiridos con el salario del
marido, da de comer y lavar al hombre que tienen
que seguir entregando plusvalía en la empresa.
La mujer no sólo cría hijos y elabora gratis la
comida sino que también produce valores de uso,
como vestidos, alimentos, zurcidos y, tejidos, etc.
La Economía Política ha menospreciado el
estudio de la explotación económica de la mujer,
tanto dentro como fuera del hogar desestimando
su real importancia como una de las fuentes que ha
facilitado la acumulación capitalista.
La teoría del valor-trabajo sirve para explicar el
proceso de excedente económico, pero no
ha evaluado el significado del trabajo de la mujer
como factor decisivo en la reproducción de la
fuerza de trabajo. No se trata de aplicar la teoría
de la plusvalía al trabajo doméstico de la mujer, ya
que en esta labor no se dan las reglas del juego
capitalista: trabajo necesario y trabajo excedente.
No hay extracción de p1usvalía por parte del hombre
en relación al trabajo de la mujer. Pero la
mujer realiza un trabajo. Y todo trabajo produce
valor. Si la mujer que trabaja en el hogar produce
un valor, cabe preguntarse como se manifiesta ese
valor. Es evidente que los alimentos y vestidos
producidos en el hogar con valores de uso. Pero el
problema se hace más complejo cuando se trata
de la reproducción de la fuerza de trabajo
destinada al mercado laboral. Marx demostró que la
fuerza de trabajo es una mercancía en el régimen
capitalista. El obrero -—mercancía— vende
“libremente” su fuerza de trabajo una vez que ha
sido criado por su madre. Sería osado deducir de
esta afirmación —como lo han hecho ya algunos
autores— que la madre produce mercancías o
valores de cambio. Lo que hace la mujer es
reproducir gratis la fuerza de trabajo que luego se
convertirá en mercancía en el momento en que el
obrero se ofrece por un salado en el mercado
laboral. El valor que produce la mujer con su
trabajo en el hogar se transfiere en última instancia al
régimen capitalista, sin que éste tenga que pagar
un centavo por la reproducción de la fuerza de
trabajo. El trabajo no remunerado de la mujer en el
hogar no es obviamente una relación social de
producción capitalista, pero se da dentro del
sistema y sirve para re-reforzarlo.
Otro de los principales trabajos no remunerados de
la mujer se realiza en las pequeñas
explotaciones campesinas y artesanales. En esas
explotaciones de tipo familiar, la mujer es un pilar
de la producción. Ese trabajo de la mujer tampoco
es pagado. Se lo considera, especialmente en las
labores de campo (ordeñar, hacer quesos, cultivar
verduras, regar plantas, etc.) como tareas
domésticas. Este trabajo no-remunerado, hecho por
la mujer y sus hijas, permite a los campesinos
vender sus productos a bajos precios al mercado
burgués. El capitalismo se beneficia con este
mecanismo de precios de los productos de consumo
popular porque permite que los trabajadores
que perciben bajos salarios puedan adquirirlos para
renovarse como fuerza de trabajo. De modo
que la explotación de tipo familia—que obviamente
no se basa en una relación social de
producción capitalista— sirve para reforzar el
proceso de acumulación capitalista.
La mujer favorece el proceso de acumulación
capitalista entregando plusvalía en trabajos
donde son contratadas -con bajos salarios. Las
mujeres son empleadas en los llamados trabajos “no
calificados con el fin de pagarles remuneraciones
menores. En realidad se ha demostrado que en algunas ramas de la industria la
productividad de las mujeres es mayor que la de los hombres y por
lo tanto, la plusvalía producida es mayor. En
cienos trabajos —también llamados “no
calificados”— la mujer es capaz de alcanzar una
velocidad de ejecución, una paciencia y
minuciosidad que el hombre no puede lograr. Hay
cadenas rítmicas en algunas industrias que las
mujeres son capaces de sostener con mis eficiencia
que los hombres
Las mujeres constituyen el principal ejército
industrial de reserva que permite al capitalismo
bajar permanentemente el salario real La mujer no
solamente reproduce la fuerza de trabajo que
engrosa el ejército industrial de reserva, Sino que
también es parte potencial y real del propio
ejército de reserva de mano de obra.
Las mujeres que trabajan por cuenta propia
(modistas, peluqueras, tejedoras, vendedoras
ambulantes) constituyen un vasto sector explotado.
Muchas de ellas producen valores de cambio,
como vestidos, alimentos (mermeladas, tortas, etc.)
y productos artesanales para el consumo
popular. Otras son explotadas por las empresas que
les dan trabajo a domicilio.
El proceso de acumulación del imperialismo no puede
ser explicado acabadamente sí no se
toma en consideración la explotación económica de
la mujer tanto en los países altamente
industrializados como en Asia, Africa y América
Latina. El problema de la mujer adquiere
entonces dimensiones macroscópicas. No se limita a
cuestiones de opresión individual o
situaciones relacionadas con la sociología de la
familia, sino que la explotación económica de la
mujer trasciende al conjunto de la formación social
por cuanto dicha explotación contribuye
decisivamente al proceso de acumulación capitalista
mundial. Develar más a fondo el significado
de la explotación económica de la mujer
contribuiría, sin ninguna duda, al enriquecimiento de la
teoría del imperialismo.
3) Los llamados marxistas ortodoxos tampoco se han
atrevido a cuestionar la ciencia, cuya
epistemología es similar tanto en los países
capitalistas como en los denominados socialistas.
Parecen no percibir que no existe una ciencia que
permita realizar un enfoque global de los
gravísimos problemas del ambiente que, dicho
esquemáticamente, es la expresión totalizante de la
naturaleza y la sociedad humana.
Las ciencias llamadas exactas, naturales y sociales
han realizado importantes avances, pero
sus análisis específicos han reforzado la tendencia
al parcelamiento de la realidad. Desde el
momento en que la ciencia comenzó a ser el motor
principal de los avances técnicos para cl crecimiento industrial, se fragmentó
en tantas especialidades como requería el proceso productivo. El
estado y las grandes empresas del capital
monopólico internacional financian las principales
investigaciones, cuyos fines no son precisamente
académicos. La dependencia de los científicos
respecto de la industria y los planes económicos
del Estado se ha acentuado notoriamente en las
últimas décadas. Mientras más se “desarrolla” la
sociedad industrial —bajo la ideologizante idea
del progreso— más especialidades científicas
alienta, reforzando la tendencia a parcelar el
conocimiento.
La evolución unilateral de las ciencias, en
compartimientos estancos, ha obstaculizado la
formulación de un pensamiento teórico global. Ante
el avance del empirismo y del pragmatismo,
los marxistas “ortodoxos” no parecen advertir que
no basta la crítica, mezclada de epítetos, contra
los neopositivistas, sino que es necesaria una
teoría para orientar la investigación científica unitaria
que contribuya a la transformación revolucionaria
de la sociedad. Sólo la elaboración de una teoría
global puede poner en crisis el método empírico y
permitir el avance de la ciencia hacia un enfoque
totalizante.
Según Kosik —uno de los marxistas que se ha
atrevido a desgarrar el velo dogmático— la
posibilidad de crear una ciencia unitaria y una
concepción unitaria de esta ciencia se basa en el
descubrimiento de la más, profunda unidad de la
realidad objetiva (...) El hombre existe en la totalidad del mundo, pero a esta
totalidad pertenece asimismo el hombre con su facultad de reproducir
espiritualmente la totalidad del mundo” (1).
A nuestro modo de entender, el comportamiento
unitario y global de la realidad objetiva sólo
puede ser investigado por una metodología y una
teoría totalizante, que no será el resultado de la
suma de los descubrimientos de cada ciencia
particular y menos de una Filosofía de la Ciencia,
como postulan algunos neopositivistas.
Un trabajo meramente interdisciplinario tampoco
garantiza un enfoque globalizante porque
cada especialista sólo aporta un análisis parcial,
escindiendo unilateralmente los componentes del
todo. La actividad transdisciplinaria —sin ser la
solución perfecta ya que arrastra las deformaciones profesionales de los
especialistas— puede contribuir en una primera fase a formular los
fundamentos de una ciencia de la totalidad.
Esta nueva ciencia ¿será una ciencia de las
ciencias?. No, porque su desarrollo conlleva hacia
una nueva filosofía, una variante de cosmología o
una “Weltanschauung” de carácter teleológico.
El objetivo de la nueva ciencia no seria sintetizar
los progresos de cada ciencia particular,
sino la reorganización de los conocimientos
actuales y el aprovechamiento de los avances
científicos para analizar con un criterio global la
relación Naturaleza-sociedad humana.
La nueva ciencia analizará el hombre como parte
indisoluble del Ambiente. Ninguna de las
ciencias actuales, incluida las sociales, ha podido
dimensionar el hecho objetivo de que el hombre
está dentro del Ambiente y de que su evolución está
condicionada dialécticamente por la
Naturaleza. Mientras el hombre —tanto del mundo
capitalista como del ‘socialista”— se cree cada
día más independiente y autónomo, más se fortalecen
sus relaciones de dependencia con la
Naturaleza. La crisis ecológica de la sociedad
contemporánea —con sus secuelas de insuficiencia
energética, contaminación y radiación nuclear, que
han puesto a la humanidad en la “encrucijada”,
como apocalípticamente lo manifiesta el “Club de
Roma”, es una clara expresión de dicho aserto.
Muchos ortodoxos podrán argumentar que el marxismo
es la ciencia global. Esto es y no es
cierto, como diría Hegel. Lo es en la medida que
aporta por vía del materialismo histórico, una
concepción globalizante de la sociedad humana. Pero
esa una parte de la totalidad. Queda nada más
ni nada menos que la Naturaleza. Y no se trata de
cubrir el vacío estudiándola aparte, aceptando el
dualismo Hombre-Naturaleza, sino de estudiar el
conjunto de las interrelaciones e interinfluencias
de esa totalidad.
Numerosos marxistas no miran la vida con este
cristal porque tiene todavía una concepción
limitada de la totalidad. El materialismo histórico
hasta el momento ha estudiado solamente la
sociedad humana. Nosotros estimamos que es
fundamental comenzar a transitar hacia una nueva
concepción de la historia, una historia en la que
se devele la indisoluble relación entre la llamada
historia de la naturaleza e historia de la
humanidad. Postulamos preliminarmente el
replanteamiento del concepto de Historia, en la
perspectiva de una dialéctica, en la que interactúan
lo humano con los fenómenos de la naturaleza. Es un
error escindir la historia en historia de la
naturaleza e historia de la humanidad. En vigor,
hay una sola historia desde el origen de la Tierra
hasta la actualidad.
Los epígonos de Marx han machacado una y mil veces
que solamente en la infraestructura
económica está la explicación de todos los procesos
históricos. Esta concepción mecanicista —ya
refutada por Engels en cartas a Bloch y
Starkenburg— jamás pasó por la cabeza de Marx. En la última parte inacabada de
El Capital, Carlos Marx analizó la relación del trabajo y del dinero con las
fuentes naturales, entre ellas, la tierra
(agricultura, subsuelo, etc.). Más aún, cuando Marx habla de
fuerzas productivas se refiere, en primer lugar, a
la Naturaleza y, luego, a la técnica y al régimen
del trabajo. Los autodenominados marxistas no han
logrado —o no han querido— comprender el
concepto de Naturaleza en Marx. En los “Manuscritos
económicos y filosóficos” —tan
minimizados por los estructuralistas— se sostiene:
“La sociedad es, pues, la plena unidad esencial
del hombre con la naturaleza, la verdadera
resurrección, el naturalismo realizado del hombre y el
realizado humanismo de la naturaleza”. Basándose en
Feuerbach, Marx sostiene la prioridad de la
naturaleza, pero no entiende realidad exterior al
hombre como un objetivismo inmediato y por lo
tanto ontológico. Marx se adscribe al monismo
naturalista de Feuerbach en la medida que para él
sujeto y objeto son naturaleza. Al mismo tiempo,
supera el aspecto abstracto ontológico de ese
monismo relacionando dialécticamente la naturaleza
con la sociedad humana.
Los epígonos de Marx continúan sin comprender la
cuestión ambiental, desconociendo la
existencia de la base ecológica como condicionante
de la economía y, en general, de la sociedad.
Los manuales de “materialismo dialéctico” de la
URSS insisten en la dicotomía HombreNaturaleza. Lucio Colletti —en el prefacio
al libro de Alfred Schmidt— señala que “con Stalin y,
en general con el stalinismo, surgió sobre esta
base la superstición de la inconmovible objetividad
de las leyes históricas, que actúan
independientemente de la voluntad de los hombres y no se
diferencian en nada de las leyes de la naturaleza”.
(2) G.L. Klein en su libro Spinoza Un Soviet
Phliosophy sostiene que el concepto spinoziano de
sustancia ha influido en la concepción de ‘la
materia”, postulada por la filosofía soviética,
asunto que todavía requiere investigación.
Este criterio se basa en algunas ideas planteadas
por Engels en Dialéctica de la Naturaleza,
como la afirmación —a nuestro juicio mecanicista—
de que las leyes del pensar “surgen del seno de la naturaleza y reflejan sus
caracteres” (3), tesis que posteriormente fue la base de la discutible
“teoría del reflejo” formulada por Lenin en su
libro “Materialismo y Empiriocriticismo”.
A nuestro modo de entender, el concepto de
naturaleza no solo ha sido mal interpretado por
los epígonos del marxismo, sino también, y
principalmente, por los partidarios del idealismo
filosófico, quienes anteponen la idea a la materia,
como si ésta no fuera preexistente al hombre.
Por su parte, el positivismo —basado en el
pensamiento decimonónico de progreso— ha
considerado a la Naturaleza como algo que debe ser
“dominado” por el hombre. Esta concepción
antropocéntrica fabricada por los teóricos de la
burguesía, se remonta a Descartes, quien ya en el
Discurso del Método manifestó: podemos emplear los
elementos de la naturaleza y “convertirnos
así en señores y poseedores de la Naturaleza”. Ese
afán de dominio de la naturaleza se fue
acentuando en la sociedad industrial,
convirtiéndose en ideología. La noción de progreso estuvo
estrechamente vinculada con la tendencia compulsiva
del capitalismo al dominio de la naturaleza.
Esta expoliación de la naturaleza ha comenzado a
producir efectos alarmantes en la segunda mitad
del presente siglo, a raíz del creciente deterioro
ambiental y el agotamiento de los llamados
“recursos naturales”. Ahora, dice Saint Marc, “la
cuestión es dominar el dominio de la
naturaleza”.(4)
Esta crisis ecológica es mundial: afecta tanto a
las naciones capitalistas, como a las
socialistas. Para nadie, es una novedad que se ha
generado un poderoso movimiento ecológico,
especialmente en los países que se han visto
afectados por la política nuclear del imperialismo.
4) La izquierda—salvo excepciones— ha sido casi
insensible ante este movimiento de
protesta contra la radioactividad y todo aquello
que envenena al ambiente, como resultado de la
indiscriminada producción industrial y de la
ideología del “desarrollismo”. Uno se pregunta si esa
falta de respuesta de los Partidos Comunistas y de
los grupos pro-chinos se debe a que la URSS,
países del Este de Europa y China existen las
mismas graves consecuencias ecológicas, desencadenadas por la puesta en marcha
de las plantas de energía nuclear y otras industrias altamente
contaminantes. En el fondo, el movimiento ecológico
está cuestionando no sólo el tipo de
desarrollo, sino también las formas de consumo,
manipuladas por las transnacionales.
La izquierda marxista tiene planteado un desafío
histórico. Dar respuesta teórica,
programática y política a la crisis ecológica,
partiendo de una clara concepción acerca de la
totalidad Naturaleza-sociedad humana concepto
central sobre el cual nos hemos permitido
extendernos, abusando de la paciencia de ustedes.
Porque, en definitiva, en torno a esta cuestión
clave —que sólo será resuelta en el terreno de la
lucha de clases— se está jugando la supervivencia
de la humanidad.
En la medida que nuestra praxis sea capaz de asumir
creadoramente este desafío, podremos
decir que en algo estamos contribuyendo a la real
vigencia del marxismo.
CITAS
1. Karel Kosik: Dialéctica de lo concreto, p. 57 y
58. Ed. Grijalbo, México, 1976.
2. A. Schmidt: El concepto de Naturaleza en Marx,
p. 233, Madrid,
1977.
3. N. Badaloni: Lenin, Ciencia y Política, p. 13.
Buenos Aires, 1973.
4. Philippe Saint Marc: Ecología y Revolución,
reimpreso por Boletín OESE,
N
0
7, Julio 1974, Caracas.CITAS
1. Karel Kosik: DIaléctIca de lo concreto, p. 67 y
58. Ed. Orijalbo, México, 1
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