EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

miércoles, 9 de enero de 2013

El dogmatismo en crisis

Luis Vitale 
el dogmatismo en 
crisis 
Este trabajo fue presentado en el Seminario “Sobre los marxismos” realizado en Caracas en el mes de 
octubre de 1979. 
Expresamente, Nº 8, junio, 1988, Caracas. 
I 
El título de este Seminario es bastante provocador y predispone a pensar apriorísticamente en 
una profunda crisis del marxismo. Antes de pasar a reflexionar sobre esta problemática, quiero 
decir unas palabras sobre la verdadera crisis: la crisis de la ideología burguesa. 
El liberalismo, el neopositivismo, el neotomismo y el estructural-funcionalismo no sólo han 
sido incapaces de criticar seriamente al marxismo sino que tampoco han podido dar respuesta a los 
problemas cruciales del mundo contemporáneo. Habría que plantearse, entonces, no sólo la pregunta acerca de una supuesta crisis del marxismo sino también sobre la crisis real del pensamiento 
burgués. Hasta la ciencia está en crisis, para consternación de quienes, como Mario Bunge y los 
neopositivistas del circulo de Viena, habían encontrado un nuevo altar para especular acerca de una 
Filosofía de la Ciencia o de una Filosofía científica. 
También está en crisis el pensamiento de Popper, uno de los publicitados críticos del 
marxismo en el campo de las ciencias sociales. Su ataque al historicismo ha sido desmentido paso a 
paso por el curso actual del proceso de la lucha de clases a nivel internacional. La realidad objetiva 
confirma la validez del materialismo histórico, no como dogma, sino como teoría de interpretación 
y de praxis en los procesos sociales. La crítica de Popper al historicismo fue un ataque al 
marxismo. Deformó el pensamiento de Marx, atribuyéndole un carácter teleológico y repitiendo la 
socorrida tergiversación de que para el marxismo todo se reduce al factor económico, crítica ya 
refutada, especialmente por Engels, en reiterados escritos. Es falso que Marx tuviera una 
concepción fatalista y teleológica. Siempre se negó a profetizar cómo funcionaria la sociedad 
comunista. En toda su obra, muy alejada de la “filosofía del oráculo”, que le asigna arbitrariamente 
Popper, no hay idealismo subjetivo sobre la futura sociedad. Muchas veces los marxistas, desde los 
tiempos de Rosa Luxemburgo, han planteado que el mundo puede llegar a la disyuntiva 
“socialismo o Barbarie”, precisamente porque no hay un determinismo histórico por encima de la 
acción de los hombres en la lucha de clases. Una guerra nuclear puede sumir a la humanidad en la 
barbarie radioactiva, si las fuerzas del cambio social malogran sus esfuerzos en derrocar a la clase 
dominante a escala mundial. Para hacer esta prognosis —que es decisiva para la supervivencia de 
la especie humana— no sirve la sociología empirista, que únicamente hace una descripción de los 
hechos, llamados reales y singulares por los ideólogos de la escuela neopositivista. Se necesita de 
una teoría capaz de analizar objetivamente las tendencias de los procesos sociales, intentando sobre 
esta base científica formular un diagnóstico prospectivo y una praxis adecuada. Parafraseando a 
Popper, no se trata de una presunta “miseria del historicismo”, sino de la miseria real del 
empirismo. El empirismo se ha mostrado incapaz de interpretar las tendencias principales del 
mundo contemporáneo, sin poder ni siquiera intentar explicar la ley de concentración monopolica 
del capital. Hasta los ejecutivos de las transnacionales saben cómo funciona dicha ley prevista por 
Marx hace más de un siglo. ¿O acaso los popperianos creen que la transnacionalización del capital 
es un tema “doctrinal”, imposible de ser desentrañado por la ciencia social? Por ese camino involutivo, se llega otra vez al viejo agnosticismo, expresión del pantano en que se debate 
actualmente el idealismo subjetivo, y por extensión el pensamiento burgués de nuestros días. 
II 
No creemos que sea fructífero, en este foro, venir a recitar un listado de tesis suficientemente 
conocidas que confirman la vigencia del marxismo, desde aquella que señala que el régimen 
capitalista ha conducido a la crisis social y a la alienación del ser humano hasta la que sostiene que 
el motor de la historia es la lucha de clases y que los hombres hacen la historia, pero condicionados 
por la formación social en que nacen y desarrollan. El marxismo no es una profecía bíblica que 
necesita reafirmar a cada instante el cumplimiento de sus prognosis. 
Nos parece más provechoso intercambiar ideas sobre algunos problemas que no han 
suficientemente abordados hasta ahora por los teóricos del marxismo. Esta falta de respuesta ha 
dado pie para que se toque a rebato sobre una supuesta crisis del marxismo. Habría que hablar no 
de la crisis del marxismo sino de la crisis de las ideologías mistificadoras que crearon los epígonos 
deformadores del pensamiento de Marx. 
El más connotado portavoz de una de esas mistificaciones fue Stalin, quien hizo de la teoría 
del “socialismo en un solo país” una ideología ad hoc al servicio de la nueva casta gobernante: la 
burocracia soviética, expropiadora del poder político de los trabajadores. Stalin impuso a la naturaleza, a la sociedad, y al pensamiento,,,-7 leyes inmanentes de la dialéctica y decreté la codificación 
del materialismo histórico. La pretendida crisis del marxismo tiene su origen en los ideólogos que 
trataron de convertir el marxismo en una filosofía y en una ciencia, donde todos los problemas 
podrían ser resueltos a través del manual de turno. En este nuevo catecismo todo parece reducirse a 
las rígidas leyes de la dialéctica, al binomio fuerzas productivas-relaciones de producción o a la 
fórmula cuasi mágica, de estructura-superestructura para explicar todos los problemas de la 
sociedad. Los bonzos de la iglesia stalinista convirtieron el pensamiento de Marx en una nueva 
Ideología. 
Nosotros preferimos ser motejados de heterodoxos, herejes, como lo fueron los albigenses 
del siglo XII en lucha contra el obscurantismo y la contracorriente religiosa del medioevo. 
Sostenemos que el stalinismo, y los posteriores dirigentes de la burocracia soviética, han tratado en 
vano de convertir el marxismo en una filosofía, tirando por la borda el concepto de que el 
marxismo es una crítica a toda filosofía. Marx y Engels lucharon por acelerar la muerte de la 
filosofía, la supresión de la filosofía. Herederos de esta tradición, estamos contra quienes han 
pretendido convertir el marxismo en una nueva filosofía, llamada “materialismo filosófico” por los 
manuales de la URSS, no sólo en los tiempos de Stalin sino también en los de la denominada 
“desestalinización”. 
Ellos han tratado, asimismo, de presentar al marxismo como una ciencia, convirtiendo la 
teoría revolucionaria en un dogmatismo cientificista. Los que han transformado al marxismo en una 
ciencia de las ciencias, son responsables de haber gestado una nueva filosofía con fundamento 
evolucionista. Asimismo, contribuyeron a consolidar la idea de que el marxismo es una ciencia, los 
que, a pesar de autoproclamarse marxistas, trabajan con una metodología estructural-funcionalista. 
En nombre de la sediciente ciencia marxista, Althusser llegó a negar la teoría de la alienación, 
basamento del pensamiento de Marx, calificándola de mera ideología. 
Nos pronunciamos decididamente en contra de quienes pretenden convertir al marxismo en 
una teoría cientificista con asiento académico como una ciencia más. El marxismo no necesita el 
certificado de ciencia para legitimarse o entrar en la Universidad. El marxismo es más que una 
ciencia. Es una teoría para construir una nueva saciedad, para derrocar a la clase dominante y 
reemplazarla por un gobierno de obreros y demás capas oprimidas de la población, que permitirá 
construir el socialismo y extinguir progresivamente el Estado hasta llegar a la sociedad sin clases. 
Esto, para escándalo de los ideólogos burgueses, es y no es una ciencia. Es también política, es 
decir la combinación del arte con el análisis objetivo de la realidad. Construir una nueva sociedad 
que termina con la explotación del hombre por el hombre, es más que una ciencia. En última 
instancia, el planteamiento fundamental de Marx —profundamente humanista— no fue la mera 
formulación economicista de liquidación de la propiedad privada capitalista de los medios de producción, sino luchar por el término de la alienación del hombre, por la liberación definitiva de 
todas las enajenaciones de la especie humana. 
Esta teoría no está en crisis. Lo que está en crisis es “el marxismo convertido en escolástica”; 
el dogmatismo sedicientemente marxista, el stalinismo, el neo y el mao-stalinismo. Está en quiebra 
la ideología pervertida del denominado campo socialista que, con sus deformaciones burocráticas, 
ha distorsionado la imagen del auténtico socialismo. Está en crisis la revolución por etapas” y la 
colaboración de clases de tipo frente populista. Está en crisis el proyecto reformista y 
socialdemócrata de adaptación al aparato del Estado burgués y de integración al establishment 
capitalista. 
¿Quiénes también están en crisis?. Todos los que adoptaron el marxismo como un dogma y 
hoy se hacen interrogantes sobre una realidad distinta a la que creyeron con fe cuasi-religiosa. Las 
dudas que han hecho públicas, especialmente en Francia e Italia, han sido aprovechadas por los 
medios de comunicación de masas controladas por la clase dominante, para propagar la idea de una 
crisis generalizada del marxismo. No hay que confundir la crisis teórica personal de algunos 
izquierdistas con una supuesta crisis de la teoría marxista. Por lo demás, los “nuevos filósofos” 
franceses, promovidos por la prensa burguesa mundial para difundir la propaganda sobre la 
pretendida crisis del marxismo, no han sido capaces de levantar una alternativa teórica propia. Nos 
parece que un estancamiento temporal y parcial en el desarrollo de la teoría marxista se produjo 
antes, en tiempos del stalinismo. Ahora, se ha iniciado una renovación y enriquecimiento de la 
teoría al romperse la escolástica de ese llamado “materialismo dialéctico”. Habla estancamiento 
cuando los dogmas del Papa Stalin eran acatados con fervor casi místico; cuando se repetían las 
consignas del turno del nuevo Vaticano. Había estancamiento teórico cuando un Morin estaba 
obligado a callar o hacer soslayadamente sus observaciones, como lo narra en su libro Autocrítica; 
cuando un Henri Lefebvre tenía que repetir en un manual lo que le dictaba el aparato del partido. 
Había estancamiento cuando los artistas debían adscribirse acríticamente al realismo socialista, so 
pena de ser acusados de pequeños burgueses decadentes. Si algo importante caracteriza al 
marxismo actual no es su crisis sino su renovación. En vez de la esclerosis teórica existente hace 20 
años atrás, ahora se está avanzando en el enriquecimiento de la teoría, expresado en una 
irreverencia ideológica de los jóvenes intelectuales de izquierda y en una renovación de los viejos 
pensadores marxistas. A partir del quiebre y de la ruptura con el dogmatismo, se ha iniciado una 
nueva fase en el proceso de producción de conocimientos en el campo del materialismo histórico, 
inmanentemente dialéctico. 
Actualmente, Henri Lefebvre, Ernest Mandel y otros, están haciendo aportes significativos 
en las cuestiones de la vida cotidiana, la Economía Política y el Estado contemporáneo, 
profundizando una fase de revitalización del marxismo. La crisis del stalinismo y de la escolástica 
“materialista” ha permitido sentar las bases para una renovación teórica, calificada ya por algunos 
autores como de “revolución” en el área de las ideas marxistas. Recogiendo la herencia creadora de 
una Rosa Luxemburgo, de un Trotsky con la teoría de la Revolución Permanente o de un Gramsci 
con sus aportes sobre el Estado y la sociedad, un numeroso grupo de escritores marxistas no sólo 
han vuelto a las ideas prístinas de Marx , sino que también están generando nuevos planteamientos 
a la altura de los tiempos, conscientes de que el marxismo es una teoría abierta, en permanente 
enriquecimiento. 
En América Latina ha surgido, después de la Revolución Cubana, que rompió todos los 
sismógrafos políticos tradicionales, una generación de nuevos investigadores marxistas que ha 
cuestionado los viejos esquemas de interpretación de nuestra realidad. Hemos tenido una rica 
discusión sobre los Modos de Producción y la Formación Social, que puso al desnudo la 
ideologización hecha por el stalinismo en relación a una supuesta existencia de feudalismo en 
nuestro continente para justificar su política de alianzas con la burguesía industrial progresista”. 
Así, hemos logrado romper los modelos europeos, aunque todavía quedan algunos con “monto 
colonizada” como decía Franz Fanon. A pesar de la derrota sufrida por la concepción unilineal de 
la historia —que rebuscó obstinadamente en América Latina la secuencia esclavismo - feudalismo -
capitalismo, ha vuelto a resurgir un dogmatismo tardío, sedicentemente marxista, bajo un nuevo 
ropaje. Su portavoz más connotado —y publicitado— es Marta Harnecker, quien repite fielmente 
los modelitos del teórico del estructuralismo francés “de gauche”, el señor Althusser. Ha llegado el 
momento de hacer, al estilo de Federico Engels, un Anti— Dühring para América Latina, salvando 
por supuesto las distancias entre el señor Dühring y la señorita en cuestión. Podría sostenerse que hubo estancamiento del marxismo cuando durante décadas se 
repitieron los esquemas de Carlos Irazábal explicitados en su libro “Venezuela, esclava y feudal”, o 
cuando los militantes e intelectuales de izquierda recitaban los manuales de la URSS. Ahora, la 
intelectualidad marxista venezolana está reelaborando y reflexionando sobre la realidad nacional, 
libro de catecismos. Nadie puede hablar con propiedad de crisis del marxismo en Venezuela en el 
preciso momento en que están surgiendo numerosos pensadores que cuestionan los esquemas 
tradicionales, impuestos no por la fuerza de las ideas sino por el poder de los aparatos burocráticos. 
III 
Como decíamos al comienzo, invitamos a dialogar sobre cuestiones insuficientemente 
analizadas por el marxismo. En general, los socialistas han reaccionado en forma conservadora 
frente a los problemas nuevos, como son el movimiento ecológico, la lucha por la emancipación de 
la mujer, el movimiento negro e indígena, el papel de los estudiantes post-mayo francés, el de los 
llamados “marginales” y el de las capas medias asalariadas. En lugar de integrar estos procesos a la 
teoría marxista, los rechazan como si estuviera en peligro la fe, temerosos de que los nuevos 
factores alteren su esquema anquilosado de la lucha de clases. 
Por falta de espacio, nos vemos obligados en este foro a dialogar sobre algunos temas 
actuales no abordados del todo por el marxismo, como los siguientes 1) por qué la revolución 
estalla en los países coloniales y no en los altamente industrializados; 2) por qué no se ha explicado 
que la base de la opresión de la mujer es sustantivamente la explotación económica, tanto dentro 
como fuera del hogar; 3) por qué no existe ya una ciencia de la totalidad Naturaleza-sociedad 
global humana; y 4) por qué la mayoría de los marxistas no ha dado aún respuesta al movimiento 
ecológico. 
1) Un primer desafío es explicar por qué la revolución ha estallado en los países atrasados y 
no en las naciones capitalistas superindustrtalizadas, como había diagnosticado Marx, de acuerdo a 
la situación objetiva del mundo en que vivía. Marx no estaba en condiciones de “adivinar” el 
proceso contradictorio que se produciría más tarde, en los países coloniales y semicoloniales. ni 
menos fijar una estrategia política. Trotsky trató de explicar el por qué de la prognosis equivocada 
de Marx en su trabajo A los noventa míos del Manifiesto Comunista, señalando: “El error de 
Marx y Engels, con respecto a los plazos históricos, procedía, de una parte, de la subestimación de 
las posibilidades históricas inherentes al capitalismo y, de otra, a la sobreestimación de la madurez 
revolucionaria del proletariado (...) El “Manifiesto” no dice nada todavía sobre la lucha por la 
independencia de los pueblos coloniales. En la medida en que Marx y Engels pensaban que la 
Revolución Socialista en los países avanzados por lo menos era un asunto de los años próximos, los 
problemas de las colonias estaban resueltos”. 
La III Internacional, especialmente en el Segundo y Cuarto Congreso Mundial (1922), 
ahondó en la estrategia para los países atrasados, pero no previó que la oleada revolucionaria 
pasaría por estos países. Se seguía considerando a Europa —y particularmente al proletariado alemán— como la clave del proceso, a pesar de que la Revolución había estallado ya en un país 
agrario y atrasado, como Rusia. 
Los partidos comunistas y la socialdemocracia han soslayado la verdadera explicación de por 
qué la Revolución no estalló en los países industrializados, a causa de que tienen una alta cuota de 
responsabilidad política en el proceso. Es corriente escuchar que la revolución no se desencadenó 
en unos países por el elevado standard de vida de la clase obrera, que no sufrió el curso de 
“pauperización creciente” señalado por Marx. Esto en parte es efectivo, pero insuficiente. Es caer 
en una idealización de los factores objetivos, olvidándose que en varias naciones el fracaso de la 
revolución se debió al factor subjetivo, a la estrategia equivocada de la socialdemocracia y el 
stalinismo. Como prueba trágica, allí yacen en el fondo de la historia las derrotas de la revolución 
alemana (1923), austríaca (1933-34), española (1934-37) belga (1932-36), francesa (1935-37), 
italiana (1943-48). Marx no podía prever la degeneración política de la socialdemocracia, y menos 
el revisionismo y burocratismo de los partidos comunistas a la muerte de Lenin. 
Como hemos visto. Trotsky explicó por quo la revolución no estalló en los países 
avanzados, pero no alcanzó a decir por qué se inició en las colonias. Una picota, manipulada por un asesino al servicio del ‘gran organizador de derrotas”, lo impidió asistir al proceso de Ja 
revolución colonial iniciada durante y después de la segunda guerra mundial. 
Uno de los hechos relevantes que entonces impulsé el estallido de la revolución en los países 
coloniales fue la expansión imperialista, la penetración del capital en todo el mundo, generador de 
un proletariado no sólo urbano sino también rural y capas medias asalariadas que junto al 
campesino, lograron cortar la cadena por su eslabón más débil. La economía se hizo mundial, la 
política se hizo mundial y la revolución también se hizo mundial 
Dos nuevos elementos coyunturales acaloraron cl proceso revolucionario colonial la 
experiencia de las masas durante la segunda guerra mundial y la crisis de post-guerra de los viejos 
imperios, como el francés, belga, inglés y holandés. 
El papel jugado por el campesinado no ha sido debidamente evaluado en las revoluciones 
china, vietnamita, cubana, norcoreana, laosiana y camboyana. No existe todavía un análisis 
marxista cabal que integre —y no unilateralice— el papel del campesinado a la teoría de la 
revolución en los países del llamado Tercer Mundo. Por su parte, los seguidores de Regis Debray 
“l’enfant terrible de la bourgeoisie francaise” —actualmente pasado a las filas socialdemócratas de 
Mitterand— llegaron a sostener que el marxismo se habla equivocado al diagnosticar que el proletariado seria el agente histórico del cambio social. 
Es un hecho indiscutible que en las revoluciones de la segunda postguerra mundial el 
proceso insurreccional se ha iniciado en el campo. Pero la revolución alcanzó el triunfo porque 
estaba dirigida por partidos con un programa proletario. La historia no ha generado partidos campesinos con programas de transformación de la sociedad capitalista en socialista. De todos modos, 
la participación notablemente decisiva del campesinado en las últimas revoluciones está aún por 
teorizarse y constituye un reto para la nueva generación marxista.
Algunos marxistas quieren torcerle el curso a la historia, con el fin de acomodarla a su 
esquema eurocéntrico, replanteando que ahora si, con el mayo francés y los procesos de ascenso de 
masas en Italia, Francia, España y Portugal, el epicentro de la revolución se ha desplazado a 
Europa. Nosotros, sin negar dicho ascenso, sostenemos que el meridiano de la revolución sigue 
pasando por los países semicoloniales y como prueba de este aserto ahí está Cuba, Vietnam, Laos, 
Cambodia, Angola y más recientemente la Nicaragua de Sandino. Sostenemos, en fin, que no hay 
países privilegiados, para iniciar la revolución; ésta puede comenzar en cualquier país, región o 
continente, inclusive puede desencadenarse una revolución politice en los Estados no capitalistas 
donde gobierna la casta burocrática expropiadora del poder político del proletariado. Hay una 
interinfluencia entre los procesos revolucionarias que se dan en los países semicoloniales con los 
movimientos de ascenso de masas en las naciones altamente industrializadas y la lucha 
antiburocrática en los países no capitalistas. 
2) Los marxistas cosificados no han prestado la adecuada importancia a un movimiento 
rebelde que puede abarcar a la mitad de la población mundial: la lucha de la mujer por su 
emancipación. Tratan de minimizar este proceso real manifestando que el movimiento es 
diversionista y tiende a desviar la lucha central de clases. Prometen a las mujeres que su liberación 
recién comenzará con el socialismo. Dicen luchar contra el sistema, pero parecen ignorar que el 
sistema de dominación se afirma también en la ideología de la opresión femenina. Asimismo, se 
niegan a reconocer que los pioneros del marxismo no alcanzaron a formular una teoría sistemática 
de la explotación económica de la mujer, base de su alienación y opresión cultural. La mayoría de 
los marxistas creyó que la incorporación masiva de la mujer a la industria y otras actividades, 
sentaría las bases esenciales para la liberación femenina. La realidad ha demostrado que eso no 
basta. Más aún, la revolución socialista es la condición sine qua non para iniciar el proceso de 
emancipación de la mujer, pero no es suficiente. El curso de las principales revoluciones socialistas 
ha demostrado que subsisten ciertas formas de explotación económica de la mujer y que los 
hombres, llamados socialistas se resisten a perder sus privilegios, superviviendo rasgos heredados 
de la familia patriarcal burguesa. 
La mujer no sólo es oprimida a nivel ideológico, cultural y psicológico. No solamente es 
dependiente, postergada y considerada como objeto sexual, sino fundamentalmente sufre la 
explotación económica. La base de la opresión es la explotación. Las diferentes variantes de 
alienación sexual, psíquica y cultural tienen corno basamento la alienación en el trabajo, dentro y 
fuera del hogar. Un análisis materialista debe partir de la función económica que ha cumplido la mujer en las diferentes formaciones sociales. Hay que comenzar por desentrañar la alienación económica de la mujer para poder explicar los fundamentos de su opresión cultural. 
La función básica que realiza la mujer es la de reproducir la fuerza de trabajo No se trata sólo 
de que biológicamente es la única capaz de engendrar hijos, criar y cuidar a quienes van a jugar 
papeles claves en el proceso productivo. La mujer cumple la función de proveer la fuerza de 
trabajo, basamento de todo régimen de producción. El régimen capitalista no invierte un centavo en 
la reproducción de la fuerza de trabajo. 
La mujer se encarga de la reproducción sin que el capitalismo retribuya su trabajo. Parece 
increíble pero hay que repetirlo: el cuidado y la crianza de los hijos es un trabajo; un trabajo no 
remunerado. Detrás de la ideología que pretende idealizar el papel de la madre, están los intereses 
del capitalismo para asegurar sin inversión la reproducción de la fuerza de trabajo. La no 
consideración de esta labor como trabajo sino como función natural de la mujer, le permite al 
régimen burgués evitar el pago de un trabajo, tanto o más tedioso y sacrificado que el que se realiza 
en las fábricas, comercios y oficinas. 
El trabajo doméstico de la mujer complementa el salario o “trabajo necesario” del obrero, 
campesino o empleado. Un ideólogo burgués podría argumentar que la alimentación de los hijos es 
subvencionada por el pago del salario al trabajador. La verdad es que el “trabajo necesario pagado 
al obrero o empleado, sólo alcanza para que se mantenga y vuelva con nuevas energías a la 
producción. Sin el trabajo de la mujer en el hogar, dicho salario no bastaría para toda la familia. La 
mujer realiza un trabajo no remunerado al cocinar los alimentos adquiridos con el salario del 
marido, da de comer y lavar al hombre que tienen que seguir entregando plusvalía en la empresa. 
La mujer no sólo cría hijos y elabora gratis la comida sino que también produce valores de uso, 
como vestidos, alimentos, zurcidos y, tejidos, etc. La Economía Política ha menospreciado el 
estudio de la explotación económica de la mujer, tanto dentro como fuera del hogar desestimando 
su real importancia como una de las fuentes que ha facilitado la acumulación capitalista. 
La teoría del valor-trabajo sirve para explicar el proceso de excedente económico, pero no 
ha evaluado el significado del trabajo de la mujer como factor decisivo en la reproducción de la 
fuerza de trabajo. No se trata de aplicar la teoría de la plusvalía al trabajo doméstico de la mujer, ya 
que en esta labor no se dan las reglas del juego capitalista: trabajo necesario y trabajo excedente. 
No hay extracción de p1usvalía por parte del hombre en relación al trabajo de la mujer. Pero la 
mujer realiza un trabajo. Y todo trabajo produce valor. Si la mujer que trabaja en el hogar produce 
un valor, cabe preguntarse como se manifiesta ese valor. Es evidente que los alimentos y vestidos 
producidos en el hogar con valores de uso. Pero el problema se hace más complejo cuando se trata 
de la reproducción de la fuerza de trabajo destinada al mercado laboral. Marx demostró que la 
fuerza de trabajo es una mercancía en el régimen capitalista. El obrero -—mercancía— vende 
“libremente” su fuerza de trabajo una vez que ha sido criado por su madre. Sería osado deducir de 
esta afirmación —como lo han hecho ya algunos autores— que la madre produce mercancías o 
valores de cambio. Lo que hace la mujer es reproducir gratis la fuerza de trabajo que luego se 
convertirá en mercancía en el momento en que el obrero se ofrece por un salado en el mercado 
laboral. El valor que produce la mujer con su trabajo en el hogar se transfiere en última instancia al 
régimen capitalista, sin que éste tenga que pagar un centavo por la reproducción de la fuerza de 
trabajo. El trabajo no remunerado de la mujer en el hogar no es obviamente una relación social de 
producción capitalista, pero se da dentro del sistema y sirve para re-reforzarlo. 
Otro de los principales trabajos no remunerados de la mujer se realiza en las pequeñas 
explotaciones campesinas y artesanales. En esas explotaciones de tipo familiar, la mujer es un pilar 
de la producción. Ese trabajo de la mujer tampoco es pagado. Se lo considera, especialmente en las 
labores de campo (ordeñar, hacer quesos, cultivar verduras, regar plantas, etc.) como tareas 
domésticas. Este trabajo no-remunerado, hecho por la mujer y sus hijas, permite a los campesinos 
vender sus productos a bajos precios al mercado burgués. El capitalismo se beneficia con este 
mecanismo de precios de los productos de consumo popular porque permite que los trabajadores 
que perciben bajos salarios puedan adquirirlos para renovarse como fuerza de trabajo. De modo 
que la explotación de tipo familia—que obviamente no se basa en una relación social de 
producción capitalista— sirve para reforzar el proceso de acumulación capitalista. 
La mujer favorece el proceso de acumulación capitalista entregando plusvalía en trabajos 
donde son contratadas -con bajos salarios. Las mujeres son empleadas en los llamados trabajos “no 
calificados con el fin de pagarles remuneraciones menores. En realidad se ha demostrado que en algunas ramas de la industria la productividad de las mujeres es mayor que la de los hombres y por 
lo tanto, la plusvalía producida es mayor. En cienos trabajos —también llamados “no 
calificados”— la mujer es capaz de alcanzar una velocidad de ejecución, una paciencia y 
minuciosidad que el hombre no puede lograr. Hay cadenas rítmicas en algunas industrias que las 
mujeres son capaces de sostener con mis eficiencia que los hombres 
Las mujeres constituyen el principal ejército industrial de reserva que permite al capitalismo 
bajar permanentemente el salario real La mujer no solamente reproduce la fuerza de trabajo que 
engrosa el ejército industrial de reserva, Sino que también es parte potencial y real del propio 
ejército de reserva de mano de obra. 
Las mujeres que trabajan por cuenta propia (modistas, peluqueras, tejedoras, vendedoras 
ambulantes) constituyen un vasto sector explotado. Muchas de ellas producen valores de cambio, 
como vestidos, alimentos (mermeladas, tortas, etc.) y productos artesanales para el consumo 
popular. Otras son explotadas por las empresas que les dan trabajo a domicilio. 
El proceso de acumulación del imperialismo no puede ser explicado acabadamente sí no se 
toma en consideración la explotación económica de la mujer tanto en los países altamente 
industrializados como en Asia, Africa y América Latina. El problema de la mujer adquiere 
entonces dimensiones macroscópicas. No se limita a cuestiones de opresión individual o 
situaciones relacionadas con la sociología de la familia, sino que la explotación económica de la 
mujer trasciende al conjunto de la formación social por cuanto dicha explotación contribuye 
decisivamente al proceso de acumulación capitalista mundial. Develar más a fondo el significado 
de la explotación económica de la mujer contribuiría, sin ninguna duda, al enriquecimiento de la 
teoría del imperialismo. 
3) Los llamados marxistas ortodoxos tampoco se han atrevido a cuestionar la ciencia, cuya 
epistemología es similar tanto en los países capitalistas como en los denominados socialistas. 
Parecen no percibir que no existe una ciencia que permita realizar un enfoque global de los 
gravísimos problemas del ambiente que, dicho esquemáticamente, es la expresión totalizante de la 
naturaleza y la sociedad humana. 
Las ciencias llamadas exactas, naturales y sociales han realizado importantes avances, pero 
sus análisis específicos han reforzado la tendencia al parcelamiento de la realidad. Desde el 
momento en que la ciencia comenzó a ser el motor principal de los avances técnicos para cl crecimiento industrial, se fragmentó en tantas especialidades como requería el proceso productivo. El 
estado y las grandes empresas del capital monopólico internacional financian las principales 
investigaciones, cuyos fines no son precisamente académicos. La dependencia de los científicos 
respecto de la industria y los planes económicos del Estado se ha acentuado notoriamente en las 
últimas décadas. Mientras más se “desarrolla” la sociedad industrial —bajo la ideologizante idea 
del progreso— más especialidades científicas alienta, reforzando la tendencia a parcelar el 
conocimiento. 
La evolución unilateral de las ciencias, en compartimientos estancos, ha obstaculizado la 
formulación de un pensamiento teórico global. Ante el avance del empirismo y del pragmatismo, 
los marxistas “ortodoxos” no parecen advertir que no basta la crítica, mezclada de epítetos, contra 
los neopositivistas, sino que es necesaria una teoría para orientar la investigación científica unitaria 
que contribuya a la transformación revolucionaria de la sociedad. Sólo la elaboración de una teoría 
global puede poner en crisis el método empírico y permitir el avance de la ciencia hacia un enfoque 
totalizante. 
Según Kosik —uno de los marxistas que se ha atrevido a desgarrar el velo dogmático— la 
posibilidad de crear una ciencia unitaria y una concepción unitaria de esta ciencia se basa en el 
descubrimiento de la más, profunda unidad de la realidad objetiva (...) El hombre existe en la totalidad del mundo, pero a esta totalidad pertenece asimismo el hombre con su facultad de reproducir 
espiritualmente la totalidad del mundo” (1). 
A nuestro modo de entender, el comportamiento unitario y global de la realidad objetiva sólo 
puede ser investigado por una metodología y una teoría totalizante, que no será el resultado de la 
suma de los descubrimientos de cada ciencia particular y menos de una Filosofía de la Ciencia, 
como postulan algunos neopositivistas. 
Un trabajo meramente interdisciplinario tampoco garantiza un enfoque globalizante porque 
cada especialista sólo aporta un análisis parcial, escindiendo unilateralmente los componentes del 
todo. La actividad transdisciplinaria —sin ser la solución perfecta ya que arrastra las deformaciones profesionales de los especialistas— puede contribuir en una primera fase a formular los 
fundamentos de una ciencia de la totalidad. 
Esta nueva ciencia ¿será una ciencia de las ciencias?. No, porque su desarrollo conlleva hacia 
una nueva filosofía, una variante de cosmología o una “Weltanschauung” de carácter teleológico. 
El objetivo de la nueva ciencia no seria sintetizar los progresos de cada ciencia particular, 
sino la reorganización de los conocimientos actuales y el aprovechamiento de los avances 
científicos para analizar con un criterio global la relación Naturaleza-sociedad humana. 
La nueva ciencia analizará el hombre como parte indisoluble del Ambiente. Ninguna de las 
ciencias actuales, incluida las sociales, ha podido dimensionar el hecho objetivo de que el hombre 
está dentro del Ambiente y de que su evolución está condicionada dialécticamente por la 
Naturaleza. Mientras el hombre —tanto del mundo capitalista como del ‘socialista”— se cree cada 
día más independiente y autónomo, más se fortalecen sus relaciones de dependencia con la 
Naturaleza. La crisis ecológica de la sociedad contemporánea —con sus secuelas de insuficiencia 
energética, contaminación y radiación nuclear, que han puesto a la humanidad en la “encrucijada”, 
como apocalípticamente lo manifiesta el “Club de Roma”, es una clara expresión de dicho aserto. 
Muchos ortodoxos podrán argumentar que el marxismo es la ciencia global. Esto es y no es 
cierto, como diría Hegel. Lo es en la medida que aporta por vía del materialismo histórico, una 
concepción globalizante de la sociedad humana. Pero esa una parte de la totalidad. Queda nada más 
ni nada menos que la Naturaleza. Y no se trata de cubrir el vacío estudiándola aparte, aceptando el 
dualismo Hombre-Naturaleza, sino de estudiar el conjunto de las interrelaciones e interinfluencias 
de esa totalidad.
Numerosos marxistas no miran la vida con este cristal porque tiene todavía una concepción 
limitada de la totalidad. El materialismo histórico hasta el momento ha estudiado solamente la 
sociedad humana. Nosotros estimamos que es fundamental comenzar a transitar hacia una nueva 
concepción de la historia, una historia en la que se devele la indisoluble relación entre la llamada 
historia de la naturaleza e historia de la humanidad. Postulamos preliminarmente el 
replanteamiento del concepto de Historia, en la perspectiva de una dialéctica, en la que interactúan 
lo humano con los fenómenos de la naturaleza. Es un error escindir la historia en historia de la 
naturaleza e historia de la humanidad. En vigor, hay una sola historia desde el origen de la Tierra 
hasta la actualidad. 
Los epígonos de Marx han machacado una y mil veces que solamente en la infraestructura 
económica está la explicación de todos los procesos históricos. Esta concepción mecanicista —ya 
refutada por Engels en cartas a Bloch y Starkenburg— jamás pasó por la cabeza de Marx. En la última parte inacabada de El Capital, Carlos Marx analizó la relación del trabajo y del dinero con las 
fuentes naturales, entre ellas, la tierra (agricultura, subsuelo, etc.). Más aún, cuando Marx habla de 
fuerzas productivas se refiere, en primer lugar, a la Naturaleza y, luego, a la técnica y al régimen 
del trabajo. Los autodenominados marxistas no han logrado —o no han querido— comprender el 
concepto de Naturaleza en Marx. En los “Manuscritos económicos y filosóficos” —tan 
minimizados por los estructuralistas— se sostiene: “La sociedad es, pues, la plena unidad esencial 
del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección, el naturalismo realizado del hombre y el 
realizado humanismo de la naturaleza”. Basándose en Feuerbach, Marx sostiene la prioridad de la 
naturaleza, pero no entiende realidad exterior al hombre como un objetivismo inmediato y por lo 
tanto ontológico. Marx se adscribe al monismo naturalista de Feuerbach en la medida que para él 
sujeto y objeto son naturaleza. Al mismo tiempo, supera el aspecto abstracto ontológico de ese 
monismo relacionando dialécticamente la naturaleza con la sociedad humana. 
Los epígonos de Marx continúan sin comprender la cuestión ambiental, desconociendo la 
existencia de la base ecológica como condicionante de la economía y, en general, de la sociedad. 
Los manuales de “materialismo dialéctico” de la URSS insisten en la dicotomía HombreNaturaleza. Lucio Colletti —en el prefacio al libro de Alfred Schmidt— señala que “con Stalin y, 
en general con el stalinismo, surgió sobre esta base la superstición de la inconmovible objetividad 
de las leyes históricas, que actúan independientemente de la voluntad de los hombres y no se 
diferencian en nada de las leyes de la naturaleza”. (2) G.L. Klein en su libro Spinoza Un Soviet 
Phliosophy sostiene que el concepto spinoziano de sustancia ha influido en la concepción de ‘la 
materia”, postulada por la filosofía soviética, asunto que todavía requiere investigación. 
Este criterio se basa en algunas ideas planteadas por Engels en Dialéctica de la Naturaleza, 
como la afirmación —a nuestro juicio mecanicista— de que las leyes del pensar “surgen del seno de la naturaleza y reflejan sus caracteres” (3), tesis que posteriormente fue la base de la discutible 
“teoría del reflejo” formulada por Lenin en su libro “Materialismo y Empiriocriticismo”. 
A nuestro modo de entender, el concepto de naturaleza no solo ha sido mal interpretado por 
los epígonos del marxismo, sino también, y principalmente, por los partidarios del idealismo 
filosófico, quienes anteponen la idea a la materia, como si ésta no fuera preexistente al hombre. 
Por su parte, el positivismo —basado en el pensamiento decimonónico de progreso— ha 
considerado a la Naturaleza como algo que debe ser “dominado” por el hombre. Esta concepción 
antropocéntrica fabricada por los teóricos de la burguesía, se remonta a Descartes, quien ya en el 
Discurso del Método manifestó: podemos emplear los elementos de la naturaleza y “convertirnos 
así en señores y poseedores de la Naturaleza”. Ese afán de dominio de la naturaleza se fue 
acentuando en la sociedad industrial, convirtiéndose en ideología. La noción de progreso estuvo 
estrechamente vinculada con la tendencia compulsiva del capitalismo al dominio de la naturaleza. 
Esta expoliación de la naturaleza ha comenzado a producir efectos alarmantes en la segunda mitad 
del presente siglo, a raíz del creciente deterioro ambiental y el agotamiento de los llamados 
“recursos naturales”. Ahora, dice Saint Marc, “la cuestión es dominar el dominio de la 
naturaleza”.(4) 
Esta crisis ecológica es mundial: afecta tanto a las naciones capitalistas, como a las 
socialistas. Para nadie, es una novedad que se ha generado un poderoso movimiento ecológico, 
especialmente en los países que se han visto afectados por la política nuclear del imperialismo. 
4) La izquierda—salvo excepciones— ha sido casi insensible ante este movimiento de 
protesta contra la radioactividad y todo aquello que envenena al ambiente, como resultado de la 
indiscriminada producción industrial y de la ideología del “desarrollismo”. Uno se pregunta si esa 
falta de respuesta de los Partidos Comunistas y de los grupos pro-chinos se debe a que la URSS, 
países del Este de Europa y China existen las mismas graves consecuencias ecológicas, desencadenadas por la puesta en marcha de las plantas de energía nuclear y otras industrias altamente 
contaminantes. En el fondo, el movimiento ecológico está cuestionando no sólo el tipo de 
desarrollo, sino también las formas de consumo, manipuladas por las transnacionales. 
La izquierda marxista tiene planteado un desafío histórico. Dar respuesta teórica, 
programática y política a la crisis ecológica, partiendo de una clara concepción acerca de la 
totalidad Naturaleza-sociedad humana concepto central sobre el cual nos hemos permitido 
extendernos, abusando de la paciencia de ustedes. Porque, en definitiva, en torno a esta cuestión 
clave —que sólo será resuelta en el terreno de la lucha de clases— se está jugando la supervivencia 
de la humanidad. 
En la medida que nuestra praxis sea capaz de asumir creadoramente este desafío, podremos 
decir que en algo estamos contribuyendo a la real vigencia del marxismo. 
CITAS 
1. Karel Kosik: Dialéctica de lo concreto, p. 57 y 58. Ed. Grijalbo, México, 1976. 
2. A. Schmidt: El concepto de Naturaleza en Marx, p. 233, Madrid,
1977. 
3. N. Badaloni: Lenin, Ciencia y Política, p. 13. Buenos Aires, 1973. 
4. Philippe Saint Marc: Ecología y Revolución, reimpreso por Boletín OESE, 
N
0
7, Julio 1974, Caracas.CITAS 

1. Karel Kosik: DIaléctIca de lo concreto, p. 67 y 58. Ed. Orijalbo, México, 1

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