EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Crisis politica y decadencia de EUA

Crisis política y decadencia de EUA Trump presidente, terremoto mundial Manuel Aguilar Mora
La crisis política llegó abrupta y arrolladoramente a Estados Unidos y sus consecuencias se sintieron como un terremoto en todo el mundo. En unas elecciones plagadas de escándalos, insultos y carentes de propuestas programáticas de fondo, Donald Trump el candidato republicano menos correcto políticamente, opositor sin tapujos del establishment dominante de Washington, arrasó, contra todos los pronósticos, a la representante conspicua de Wall Street, la demócrata Hillary Clinton. Las elecciones de 2016 son ya un hito de la política estadounidense. El triunfo de un candidato presidencial que es un auténtico demagogo y que se ha sublevado contra el corrupto establishment adoptando una oposición radical incluso contra su propio partido, el Republicano (the grand old party, el viejo gran partido) fue forjado por una mayoría silenciosa harta de la política neoliberal que ha devastado al país durante casi cuatro décadas. Su victoria, que seguía siendo considerada imposible por todas las encuestas sólo horas antes del inicio de la apertura de las urnas electorales, se fue convirtiendo en una aplastante realidad en la medida que las votaciones favorables se eslabonaban en un estado tras otro hasta lograr conseguir los más de 270 delegados electorales necesarios para la victoria, superando por más de un millón de votos a la Clinton. Victoria que se ha complementado con las victorias también republicanas en las dos cámaras del Congreso. Pero seguramente las relaciones del presidente Trump con los diputados y senadores de un partido que le dio la espalda en la campaña por la presidencia no serán fáciles. Una crisis política mayúscula provocada, de una parte, por un malestar popular latente desde el crack financiero del 2008, neutralizado parcialmente por los dos cuatrienios de un gobierno de Barack Obama que dejo mucho que desear ante las grandes expectativas que despertó, malestar que finalmente se cruzó de modo explosivo, con motivo de la coyuntura de las elecciones de este año, con una pugna de dos putrefactas facciones oligárquicas gobernantes. Las divisiones de los dos partidos gobernantes, en especial del Republicano, fueron la expresión patente de la pugna. También el gran porcentaje de abstencionismo es una expresión de la desilusión y apatía existentes. Las cifras de los votantes ascienden a cerca de 100 millones, cuando en las elecciones del 2008 votaron más de 125 millones. Hay que recordar que la población de EUA en el periodo transcurrido ha crecido y es hoy de más de 320 millones. Con una retórica derechista, dosificada con alarmantes giros fascistoides, Trump ha expresado la enorme carga de racismo, sexismo y xenofobia que están más que latentes, muy presentes en la sociedad estadounidense, desde la gran burguesía hasta amplios sectores populares. El ataque al sistema bipartidista demócrata-republicano, el acervo político fundamental de la dominación de los imperialistas estadounidenses durante más de un siglo, ha sido incendiario y sus daños tendrán efectos posteriormente. Después de las elecciones sus derivaciones serán más evidentes. La crisis está gestando procesos protofascistas cada vez más peligrosos. Estados Unidos ha aparecido como una sociedad en crisis, dividida y a diferencia de la época de la depresión de los años treinta del siglo pasado, sin la capacidad necesaria de forjar una alternativa de superación. El régimen capitalista estadounidense está tan esclerotizado que carece de la flexibilidad reformista que la situación ya exige. Bernie Sanders, precandidato que se postulaba precisamente como un reformista al estilo rooseveltiano en el Partido Demócrata y que generó muchas ilusiones ante todo entre la juventud, finalmente acabó capitulando ante Hillary Clinton, la notoria funcionaria que ha estado estrechamente vinculada, desde que fue la primera dama en el gobierno de su marido, con Wall Street y con el complejo militar-industrial del Pentágono y como senadora y secretaria de Estado votó todas las guerras de Bush II y Obama y cuya cercanía y apoyo incondicional al lobby sionista de Washington es notoria. No es posible que Sanders no esté enterado de todo esto. Es de explicarse el aturdido desconcierto en que se encuentran muchos de los jóvenes que tenían esperanzas en el “socialismo” de Sanders quien sin sonrojarse llamó a votar por la Clinton, precisamente el ejemplo mismo de esos personajes políticos corruptos que tanto criticó en su campaña. Las devastadoras consecuencias de la depresión de 2008 y de la crisis política que tardíamente las ha seguido, no han producido un hábil político reformista al estilo de Franklin D. Roosevelt, más bien han sido la fuente de la explosión demagógica del patán millonario que es Donald Trump. La explicación del fenómeno Trump sólo puede encontrarse en el proceso que ha seguido el conflicto social y político en EUA. En circunstancias “normales” Trump hubiera sido derrotado desde las primarias del Partido Republicano. Por mucho menos de los exabruptos sexistas y racistas que Trump fue sembrando en su campaña, anteriormente muchos potenciales candidatos habían reventado sin remedio. Es la situación de crisis la que permitió a Trump erigirse hasta donde ha llegado en un país empobrecido en el que en los últimos veinte años el ochenta por ciento de la población no ha experimentado una mejoría en su bienestar si no es que de plano se ha empeorado su situación. En cambio el privilegiado 1.0 por ciento dueño de las riquezas del país es hoy más poderoso que nunca. Esto dicho sin subestimar la astucia del demagogo, bien fundamentada, por otra parte, en los recursos financieros millonarios con los que cuenta que le permitieron seguir su campaña millonaria sin una gran ayuda de su partido. Las elecciones presidenciales de 2016 son una muy elocuente y patética demostración del estado de decadencia de la sociedad capitalista de Estados Unidos. Se realizaron en medio de escándalos represivos y sociales que muestran señales inequívocas de descomposición de amplios sectores sociales. En los días de la campaña volvió aflorar la mortífera brutalidad policiaca contra los negros que renovó las movilizaciones bajo la consigna de “las vidas negras importan” (black lives matter). Trump mismo es la expresión patente de esa situación que si no fuera trágica sería materia de risa. Como millonario defraudador del fisco y auténtico majadero machista, se postuló ante los sectores de desempleados y afectados por la desindustrialización del “cinturón oxidado” (rust belt) y de los demás sectores afectados negativamente por la globalización, como su paladín pero sólo de los “blancos pobres” (poor whites) pues su racismo es proverbial. Su absurda propuesta del muro en la frontera con México, sería un delirio completo si no fuera porque en la práctica Trump sólo llevó a su máxima expresión la “solución” el problema de la emigración que ya se ha iniciado en el gobierno demócrata de Obama, quien ha sido el presidente que ha expulsado más indocumentados, muchos, si no es que la mayoría, mexicanos y comenzó igualmente a construir varios cientos de kilómetros del muro fronterizo. Trump también se ha declarado partidario de romper el consenso bipartidista de la estrategia atlántica que ha sido el fundamento de la política exterior de Wall Street y el Pentágono desde el fin de la segunda guerra mundial en 1945. La deriva ultraderechista que los republicanos iniciaron en los años noventa (el Tea party, etc.) y que Bush II culminó con la segunda guerra de Irak, tuvo en Trump su lógico y extremista continuador. Viene a ser el portavoz directo de sectores capitalistas afectados por la expansión planetaria de las mayores transnacionales a expensas del mercado propiamente estadounidense y que quieren una representación mayor en el personal de Washington copado abrumadoramente por los valedores de Wall Street y las grandes trasnacionales. Nada bueno le depara a EUA y al mundo la presidencia de Trump. En primer lugar su política de corte proteccionista va a chocar con la estrategia del “libre comercio” que la globalización ha impuesto en las últimas tres décadas, sus planes de eliminar impuestos y al mismo tiempo bajar la deuda presionarán para imponer más austeridad, su aislacionismo como política exterior (“que la OTAN la paguen los europeos”) no será del agrado del complejo militar-industrial del Pentágono. Muchos conflictos se delinean potencialmente en las relaciones del país presidido por el empresario sin escrúpulos que es Trump. Los próximos cuatro años, inmersos en un periodo en que no se vislumbra que esté cerca la superación de los estragos de la crisis financiera colosal de 2008, serán muy complejos y críticos. Para los mexicanos, ciudadanos del país que comparte tres mil kilómetros de frontera con el coloso del Norte, serán días decisivos, difíciles por todo el odio y desprecio de los que ha hecho gala Trump contra nuestro pueblo. De entrada se plantea la cuestión del muro, “que lo pagarán los mexicanos” ha dicho y prometido a sus seguidores. Peña Nieto en la madrugada del 9 de noviembre convocó a una reunión de su gabinete para delinear su respuesta política ante la nueva situación. De inmediato al conocerse el triunfo de Trump el peso experimentó un espasmo devaluatorio. Y en los próximos años ciertamente con el gobierno del presidente Trump nuevos conflictos serán la fuente también de nuevas luchas antiimperialistas contra el histórico enemigo de nuestro pueblo que ha sido históricamente el expansionismo depredador del Coloso del norte NOTA SOCIALISTA ¿Y la izquierda socialista? En EUA la izquierda socialista constituye una fuerza pequeña y muy fraccionada. Hay varios grupos socialistas pero sus alternativas son muy diversas. Por ejemplo, muchos de ellos votan por el Partido Verde, un partido que ha lanzado su candidata presidencial Jill Stein pero que es una opción sólo en los estados “seguros” ya que convoca a sus adeptos a votar por Clinton en los estados en que el Partido Demócrata no tiene segura su victoria como Florida, Texas, Ohio, etc. Por eso destaca la propuesta de nuestros camaradas de Socialist Action quienes han lanzado como candidatos a presidente a su dirigente Jeff Mackler y como vicepresidenta a la docente Karen Schraufnagel y cuyas campañas han sido un éxito dada las circunstancias, con mítines, marchas y foros públicos con asistencia de 100 a 150 personas en las ciudades de New York, Albany, Boston, Providence, Hartford y Philadelphia en la costa este. Y en el medio oeste en Duluth, Minneapolis, Chicago, Manakato, Madison y otras ciudades. En la costa oeste cubriendo toda la zona de la Bay Area (la zona alrededor de la bahía de San Francisco). El programa que enarbolan tiene como puntos prioritarios la lucha contra el belicismo del Pentágono proponiendo el desmantelamiento de sus bases militares en el mundo, el cese de su intervención en el Medio Oriente, la transformación completa de la industria energética abandonando por completo los hidrocarburos en favor de un nuevo programa de fuentes de energía limpia, planes para superar y mejorar los servicios de salubridad y educativos, entre otros muchos más Nuestros camaradas han así plantado en estas elecciones claves de EUA la bandera roja del socialismo revolucionario.

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