AGRIETAR EL CAPITALISMO
EL HACER CONTRA EL TRABAJO
John Holloway
Cambiar el mundo sin tomar el poder, el anterior libro de John
Holloway, provocó un debate a nivel mundial al plantear que no
es desde el poder que pueden cambiarse radicalmente las
cosas. sin embargo, la cuestión de cómo hacerlo, de cómo
cambiar el mundo sin tomar el poder, permanecía abierta.
Este libro ofrece una respuesta sencilla: agrietar el capitalismo.
Crear grietas en el sistema de dominación capitalista de tantas
maneras como sea posible, y dejar que se extiendan, se multipliquen
y fluyan juntas.
Las grietas ya existen, podemos verlas. son espacios de rebelión
donde se afirma un tipo diferente de hacer. son, por ahora,
sólo intersticios, insuficientes, pero que marcan un camino. Es
desde ellas que comenzamos, desde lo particular, desde nuestro
enfado por un mundo que nos es cada vez más extraño y
más hostil. Es desde ellas que puede empezar a romperse la
noche oscura.
EL VIEJO TOPO
ACTUALIDAD HISTÓRICA DE
LA OFENSIVA SOCIALISTA
ALTERNATIVA AL PARLAMENTARISMO
István Mészáros
En este libro, István Mészáros argumenta por qué las clases
trabajadoras deben romper con la tradición de considerar al
Parlamento como el lugar central de la transformación social.
Mészáros sugiere que solo así las clases trabajadoras pueden
pasar de una actitud puramente defensiva a una ofensiva,
enfrentándose de ese modo al poder extraparlamentario que
ejerce el capital.
István Mészáros, filósofo marxista de origen húngaro afincado
en Gran Bretaña, es Profesor Emérito de la Univer sidad de
sussex. Es autor de numerosos ensayos, entre ellos El desafío
y la carga del tiempo histórico: El Socia lismo del siglo XXI, título
por el que obtuvo el Premio Li bertador al Pensamiento Crítico
2008 que otorga el Go bierno de la república Bolivariana de
venezuela.
sistema
El Viejo Topo 284 / septiembre 2011 / 27
los empresarios controlan a los políticos y a los medios informativos.
En otra paradoja, los socialdemócratas siguen recibiendo el
apoyo de millones de ciudadanos, en unas redes de adhesión
que, muchas veces, se encuentran en los orígenes familiares y
en las tradiciones de la izquierda europea, y en la momentánea
incapacidad de la izquierda (sobre todo, de los comunistas)
para levantar un bloque opositor. Pero la desafección aumenta
y casi la mitad de la población se abstiene en los procesos electorales.
El Parlamento ha dejado de ser, en buena parte, el lugar
de la discusión y del combate político para convertirse en un
escenario teatral, donde la gran mayoría de los diputados está
dispuesta a votar leyes antipopulares siempre que se mantengan
sus propios privilegios, sus elevados sueldos y dietas, su
escaso trabajo. Sin embargo, aunque hay que exigir el fin de los
privilegios de los políticos, no debe equivocarse el contrincante,
porque son los grandes empresarios, los banqueros, los
financieros y especuladores, los verdaderos responsables de
una política criminal que ha supuesto, sólo en España, que trescientas
mil familias se hayan quedado sin sus casas en los últimos
cuatro años.
Como ha hecho en otras ocasiones, ahora la socialdemocracia
se prepara para resistir en la oposición, recurriendo de
nuevo al más viejo oportunismo político elaborando programas
que no aplicaron cuando podían hacerlo, preparando el terreno
para volver a los gobiernos, si la población olvida. En Gran
Bretaña, después del fiasco de los años de Blair y de la breve
etapa de Gordon Brown, Ed Miliband plantea un suave giro
hacia la izquierda, al igual que en España Pérez Rubalcaba lanza
algunas propuestas levemente progresistas, e incluso se permite
criticar a la banca privada y a los paraísos fiscales, sin mayores
consecuencias, y pedir que la banca dedique una parte de
sus beneficios a la creación de empleo. Todo, para intentar eludir
la catástrofe electoral. Es cierto que, en Francia, el Partido
Socialista propone para las elecciones presidenciales de 2012
un programa que consiste en la creación de una banca pública,
en hacer pagar más a las grandes empresas y grandes fortunas
del país, a través de una reforma fiscal, y en un compromiso de
creación de empleo sobre todo para los jóvenes. No suena mal,
pero la socialdemocracia no ha dudado nunca en presentar
programas con un cierto atractivo cuando quiere re cuperar el
poder… y los ha olvidado en el momento de gobernar.
La socialdemocracia, que no ha tenido que soportar las feroces
campañas de descrédito que han acosado a los comunistas,
ni ha debido gestionar la demoledora evidencia del colapso de
la URSS, está en una situación de crisis abierta. Un reciente
artículo del presidente de la Internacional Socialista, George
Papandreu, firmado junto con el presidente guineano, Alpha
Condé, el presidente iraquí, Jalal Talabani, y el ex presidente
chileno Ricardo Lagos, se vanagloriaba del papel actual de la
so cialdemocracia en países como Ghana (con el gobierno de
John Atta Mills), Guinea, o Níger (cuyo presidente, Mahmadou
Issou fou, es, a su vez, vicepresidente de la Internacional So -
cialista). Papandreu (cuyo papel en Grecia se limita a imponer
por la fuerza a los trabajadores los programas de austeridad de -
cididos por la Unión Europea y el FMI) y sus compañeros
insistían en la necesidad de la socialdemocracia para asegurar
el crecimiento y crear puestos de trabajo, así como para definir
propuestas que graven las transacciones financieras y para
avanzar hacia una economía mundial más justa donde impere
la solidaridad con los más desfavorecidos. Pero la realidad es
muy distinta.
La socialdemocracia histórica ha muerto, y casi todos sus
partidos han experimentado una mutación ideológica, porque
sus propuestas conservadoras no son consecuencia de la crisis
económica que estalló en 2007, ni de su impotencia actual ante
banqueros, empresarios y especuladores: venían de antes. En
general, las filas de la Internacional So cialista son hoy un vivero
de socialdemócratas derrotados y neoliberales que mantienen
un vago discurso “progresista” que apenas se concreta después
en los actos de gobierno, y que están muy alejados de las preocupaciones
de la gente común. Se han convertido en un sin -
dicato de intereses, en una agrupación clientelista que asegura
puestos políticos con magníficos sueldos, negocios e influencias,
que coloniza sectores de la administración pública y
des pilfarra los recursos del Estado: con todas las excepciones
de rigor (que cada vez son menos) los socialdemócratas se
han transformado en unos perfectos profesionales de la po -
lítica que buscan su ex clusivo interés. Y, ante las evidencias
del pillaje capitalista, la socialdemocracia ha quedado reducida
a ser el rostro benigno del sistema, una desolada impotencia
o un cómplice necesario, un ruin sindicato oportunista
que quiere salvar sus privilegios o un círculo partícipe de la
sangría. Si la Internacional Socialista recordase sus orígenes,
podríamos preguntarle: ¿Tu vida (socialdemócrata) se parece a
un fracaso?
Mientras se reclama el derecho al sufragio en el
norte de África y en el mundo árabe, los ciudadanos
europeos se dan cuenta de que votar no sirve para
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