EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

sábado, 29 de octubre de 2011

La clase obrera en la historia de Mexico

Reseña de En el interinato de Adolfo de la Huerta y el gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924)
Importantes aportes al estudio del movimiento obrero mexicano

Gerardo Peláez Ramos
Rebelión

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La colección “La clase obrera en la historia de México”, que coordina el doctor Pablo González Casanova, se ve enriquecida con la edición del tomo 7, En el interinato de Adolfo de la Huerta y el gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924), del investigador Jaime Tamayo, recientemente lanzado a la luz pública por Siglo XXI Editores. De este modo, la colección casi se completa, faltando solamente el tomo 5 a cargo de Juan Felipe Leal y José Villaseñor.
La obra de Tamayo hace aportes importantes al estudio del movimiento obrero mexicano. Por una parte, logra superar la visión estatalista y, por otra, no incurre en la otra vertiente de investigación de moda hoy día, la movimientista, que intenta asumirse como contestataria. El autor, pues, engarza en un todo el desarrollo económico, la formación del Estado moderno en México y las luchas y la organización de la clase obrera.
En el texto se describen y analizan la política de Álvaro Obregón y el proceso organizativo de los trabajadores asalariados. La política obregonista es caracterizada como populista y bonapartista, la cual tenía como ejes la aplicación de reformas sociales, las concesiones a las organizaciones obreras y sus líderes y el apoyo a las demandas laborales, en combinación con la cooptación y represión de los movimientos que tendían a rebasar los límites tolerados.
El pacto de Obregón con el liderato de la Confederación Regional Obrera Mexicana le permitió al gobierno hacerse de una firme base social y a la CROM le facilitó el crecimiento acelerado y masivo. Por medio de la concreción de los puntos que se firmaron --que eran de interdependencia-- el movimiento sindical alcanzó conquistas inmediatas, aunque sin poner en peligro el régimen de la propiedad privada.
Tamayo narra la situación legislativa en materia laboral que prevalecía en 1923 y la lucha por la reglamentación del artículo 123 constitucional, bandera del movimiento obrero que enfrentó una furiosa resistencia por parte de las agrupaciones patronales.
Dada la etapa de configuración del Estado moderno en México, la organización sindical además de ser el principal instrumento de lucha económica de los trabajadores permitió a éstos participar e incidir en el Estado. La alianza entre la CROM y el gobierno de Obregón a la larga tuvo profundas proyecciones.
Un capítulo está dedicado a la CROM, en el cual explica el sindicalismo de la acción múltiple. Apunta Tamayo que la hegemonía de esta organización se impuso gracias al fracaso de las concepciones y prácticas del anarcosindicalismo, la formación del Grupo Acción y la política de reformas del gobierno obregonista. Sin embargo, la CROM no pudo alcanzar la unicidad en el sindicalismo nacional; fuera de sus filas permanecieron destacamentos claves del proletariado, como los petroleros, textiles, ferrocarrileros y tranviarios. La CROM en estos núcleos era minoritaria y los campesinos constituían alrededor del 40 por ciento de sus agremiados.
La CROM era pragmática. Las cuestiones doctrinarias e ideológicas la tenían sin cuidado.
Conforme la dirección cromista se imbricaba con el aparato del Estado, se hacía más conservadora: buscó centralizar la decisión del estallido de huelgas, impuso el esquirolaje frente a otras organizaciones sindicales y cayó en un anticomunismo militante; por ejemplo, en la Sexta Convención se rechazó la credencial de Alfonso R. Soria, por comunista, y se resolvió: “…Tercero. La CROM no permite el establecimiento de partidos comunistas dependientes de la Tercera Internacional de Moscú”. (p. 94)
El libro presenta en breves líneas las relaciones entre la CROM y la American Federation of Labor y su participación en la Confederación Obrera Panamericana.
El investigador estudia los orígenes y fundación de la Confederación General de Trabajadores y aclara el papel dirigente en la CGT del Centro Sindicalista Libertario. Para Jaime Tamayo, esta central en sus mejores momentos (1923) llegó a agrupar a 40 mil trabajadores, principalmente en la capital de la República, siendo muy desigual su inserción en otras entidades.
La ideología anarcosindicalista impedía la construcción de una poderosa central, al mismo tiempo que la política de acción directa se rompía en la práctica cotidiana de muchas filiales cegetistas. En los primeros meses de vida de la CGT se estableció una alianza con los comunistas, basada centralmente en la coincidencia de ciertos objetivos y en la confusión ideológica a la sazón, ya que los comunistas, sindicalistas revolucionarios y anarcosindicalistas compartían muchas concepciones y formas de hacer política sindical; pero el mismo año de 1921 tronó la alianza entre militantes del Partido Comunista Mexicano y la corriente del anarcosindicalismo.
Una aportación de primer orden que hace Tamayo es el análisis de la Confederación Nacional Católica del Trabajo, mediante el relato de sus antecedentes y origen, el Primer Congreso Católico Regional Obrero y la Confederación de Obreros Católicos, y el Congreso Nacional Católico Obrero y la CNCT. Esta central fue muy ninguneada por Vicente Lombardo Toledano, Rosendo Salazar, Luis Araiza y Jacinto Huitrón.
En resumen, los principios de la CNCT eran la sumisión absoluta a las autoridades eclesiásticas, confesionalidad de las agrupaciones obreras, respeto a los principios fundamentales de la sociedad, la patria, la religión, la familia y la propiedad privada, la armonía de las clases sociales y el rechazo a la lucha de clases.
De acuerdo con Tamayo: “La Confederación Nacional Católica del Trabajo llegó a constituir en la región del Bajío y en general en el centro-occidente de México una central capaz de disputarle la hegemonía a la CROM, si bien su presencia no fue muy prolongada. Por lo demás tuvo alguna influencia en varios otros lugares del país.
“En ella se agruparon numerosos obreros artesanales, y algunos obreros industriales, pero también campesinos y otros sectores que nada tenían que ver con la clase obrera”. (p. 185) La CNCT tenía en 1924 un total de 21,500 trabajadores.
La ideología de la CNCT se sustentaba en la doctrina social de la Iglesia, que tenía como punto de partida la encíclica Rerun Novarum de León XIII. Dicha organización atacaba al socialismo, al sindicalismo y la lucha de clases. Varias organizaciones llevaban el nombre de Agustín de Iturbide.
El choque entre el caudillismo revolucionario y el alto clero vaticanista, la rebelión cristera de 1926-1929 y la Ley Federal del Trabajo, promulgada en agosto de 1931, que impedía e impide la organización confesional de los trabajadores, sellarían la suerte del sindicalismo de inspiración clerical. En México, sin dejar de existir las tendencias sindicales católicas, fueron, son y seguramente seguirán siendo siempre una minoría en el conjunto del movimiento obrero organizado.
Después del interesante estudio sobre la CNCT, el autor expone el rol de los textiles, mineros, petroleros, electricistas y ferrocarrileros, con los señalamientos de que la vanguardia en el movimiento huelguístico la llevaban los primeros; que los mineros tenían las peores condiciones de trabajo; que los petroleros enfrentaban no sólo a las empresas y al poder público, sino al gobierno norteamericano que apoyaba a las compañías imperialistas y amenazaba a nuestra patria; que los electricistas lograron en lo fundamental permanecer al margen de las centrales nacionales, y que los ferrocarrileros fueron sentando las bases de su futuro sindical nacional: el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, constituido en 1933.
Tamayo analiza las relaciones entre Adalberto Tejeda y el movimiento obrero veracruzano, y logra demostrar las diferencias entre la CROM local y su dirección nacional; la alianza entre José Guadalupe Zuno y el movimiento sindical jalisciense, que condujo incluso al armamento de los rojos para enfrentar a las guardias blancas; las relaciones de Felipe Carrillo Puerto y los trabajadores yucatecos, y Tomás Garrido Canabal y el corporativismo sindical tabasqueño.
El último capítulo de la obra aborda la rebelión delahuertista --la célebre rebelión sin cabeza-- y el movimiento obrero, donde reseña el apoyo cromiano a Obregón, el rompimiento de Luis N. Morones y Álvaro Obregón, y los nexos entre la CROM y Plutarco Elías Calles.
Para Tamayo: “La clase obrera, que incorporada al pacto social populista había participado en la conformación del moderno Estado mexicano, pasaría a quedar subordinada, durante el callismo, marcando el fin del populismo con la estructuración de un sindicalismo de corte corporativista”. (p. 291)
El autor se basa en fuentes muy ricas y variadas: los Archivos General de la Nación, Histórico de Jalisco y del Centro de Estudios sobre la Universidad (hoy Instituto sobre la Universidad y la Educación); en los periódicos Restauración, El Archivo Social, El Obrero, El Obrero Católico y otros, y en autores como Fabio Barbosa, Jorge Basurto, Barry Carr, Jorge Durand, Rocío Guadarrama, Guillermina Bahena, Harvey A. Levenstein y Marcelo N. Rodea.
Referencias:
Jaime Tamayo, En el interinato de Adolfo de la Huerta y el gobierno de Álvaro Obregón (1920-1929), Vol. 7 de “La clase obrera en la historia de México”, México, Siglo XXI Ed., 1987, 302 pp.
Memoria, revista del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, núm. 18, febrero de 1988.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Imperialismo y democracia

Imperialismo y democracia
¿Casa Blanca o Plaza de la Libertad?

James Petras
Rebelión

Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez


Introducción
La relación entre imperialismo y democracia se ha debatido y analizado durante más de 2.500 años, desde en la Atenas del siglo V a.C. hasta en el Liberty Park de Manhattan. Los críticos actuales del imperialismo (y el capitalismo) afirman percibir una incompatibilidad esencial y citan las medidas del Estado policial en expansión que acompañan a las guerras coloniales, desde la legislación antiterrorista de Clinton y la «Ley Patriótica» de Bush hasta la orden de Obama del asesinato extrajudicial de ciudadanos estadounidenses en el extranjero.
Sin embargo, antes, muchos teóricos del imperialismo de diferentes sensibilidades políticas, que abarcan desde Max Weber hasta Vladimir Lenin, han sostenido que el imperialismo aglutinaba al país, reducía la polarización interna entre clases sociales y generaba trabajadores privilegiados que sustentaban activamente a los partidos imperiales y votaban por ellos. Un estudio histórico comparativo de las condiciones bajo las que convergeno divergen el imperialismo y las instituciones democráticas puede arrojar alguna luz sobre los retos y alternativas a que se enfrentan los florecientes movimientos democráticos emergentes en todo el planeta.
El siglo XIX
Durante el siglo XIX, la expansión imperial europea y estadounidense abarcó a todo el mundo. Fruto de su colaboración echaron raíces las instituciones democráticas, el derecho de sufragio se extendió a la clase trabajadora, emergieron partidos competitivos, se aprobó legislación social y la clase trabajadora incrementó su cuota de representación en las cámaras legislativas.
¿Fue el crecimiento simultáneo de la democracia y el imperialismo una correlación casual que reflejaba la divergencia y el conflicto de fuerzas contrapuestas, una de las cuales favorecía la conquista en el exterior y, la otra, promovía la política democrática? En realidad, hay grandes solapamientos entre la política pro imperialista y la democrática, y no solo entre las élites.
Durante el siglo XIX y, en especial, el siglo XX, sectores importantes de los partidos laboristas y socialdemócratas e infinidad de izquierdistas y socialistas revolucionarios destacados aunaron en un momento u otro el apoyo a las demandas de los trabajadores y la expansión imperial. No fue sino Karl Marx quien, en sus primeros escritos periodísticos para The New York Herald Tribune, apoyó críticamente la conquista británica de la India porque significaba una «fuerza modernizadora» que rompía barreras feudales, aun cuando apoyara (con ciertas críticas) las revoluciones europeas de 1848.
Las clases dominantes, la fuerza motriz del imperialismo, estaban divididas: algunas veían en las reformas «democráticas», en la «ciudadanía», un medio de incrementar el reclutamiento obligatorio masivo para las guerras imperiales; otros temían que las reformas democráticas reforzaran las demandas sociales y socavaran la acumulación de capital y poder por parte de la élite. Ambos tenían razón: a la mayor participación política acompañó un nacionalismo moderno virulento que alimentó la construcción del imperio. Al mismo tiempo, el acceso de las masas a los derechos democráticos supuso un refuerzo para las organizaciones de clase, que ponían en peligro o en cuestión el un régimen clasista. En el seno de las clases dominantes, las instituciones democráticas se consideraban un territorio en el que resolver pacíficamente los conflictos entre élites sectoriales rivales. Pero, cuando adoptaron un carácter masivo, se las percibió como amenazas políticas.
Los partidos imperiales y fundados en diferencias de clase competían por los votantes entre unos trabajadores urbanos con el derecho a voto recién adquirido. En muchos casos, las lealtades imperiales y de clase «coexistieron» en los mismo individuos. La pregunta de cuál de las dos, la conciencia imperialista o la de clase, acabaría siendo «dominante» o «destacada» dependía en parte de los éxitos o los fracasos de los proyectos políticos rivales más amplios.
Dicho de otro modo, cuando la expansión imperial triunfó con las fáciles conquistas derivadas de unas colonias lucrativas (en especial, las formadas por asentamientos), los trabajadores democráticos suscribieron el imperio. Fue así porque el imperio reforzaba el comercio, sobre todo el de unas exportaciones muy beneficiosas a cambio de importaciones muy baratas, al tiempo que protegía a los mercados y los fabricantes locales. A su vez, esta situación hizo aumentar el empleo y los salarios en sectores importantes de la clase trabajadora. En consecuencia, los partidos laboristas y socialdemócratas y los sindicatos no se opusieron al imperialismo, sino que de hecho lo apoyaron.
En cambio, cuando las guerras imperialistas desembocaron en conflictos sangrientos y caros prolongados, la clase trabajadora sustituyó su entusiasmo chovinista inicial por desencanto y oposición. Las exigencias democráticas de «poner fin a la guerra» dieron lugar a huelgas que se oponían a la desigualdad de los sacrificios realizados. Los sentimientos democráticos y antiimperialistas tendieron a fundirse.
El conflicto entre democracia e imperialismo quedaba aún más patente en los casos de derrota imperial y ocupación militar. Tanto la derrota de Francia en la guerra franco-alemana de 1870-1871 como la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial desencadenaron levantamientos socialistas democráticos generalizados (la Comuna de París de 1871 y la revolución alemana de 1918) que combatían el imperialismo, la dominación ejercida por la clase gobernante y la totalidad del marco institucional imperial capitalista.
El imperialismo y el debate de la democracia y «la historia desde abajo»
Los historiadores, en especial los practicantes de la tan de moda «historia desde abajo», han exagerado los valores democráticos y las luchas de la clase trabajadora y han subestimado el apoyo prolongado y muy apreciable prestado por sectores importantes al éxito de la conquista y la expansión imperial. La idea de solidaridad de clase «intrínseca» o «instintiva» se trasluce en el papel activo de los trabajadores que en la conquista imperial han desempeñado como soldados, colonos en el exterior, marinos mercantes o capataces. Los colaboradores imperiales y los leales al imperio han sido numerosos entre los trabajadores ingleses y franceses y, especialmente más adelante, en el seno del movimiento sindical estadounidense.
La cuestión teórica reside en que la preponderancia de la conciencia y la acción democrática sobre la imperial entre los trabajadores depende de los resultados materiales y prácticos de las políticas imperiales y las luchas democráticas.
Los trabajadores y el imperialismo
La construcción de un imperio requiere que los trabajadores produzcan más por menos con el fin de exportar e invertir lucrativamente en las regiones colonizadas. Esto llevó al conflicto entre capital y trabajo, sobre todo en la primera fase de la expansión imperial. Cuando los gobernantes imperiales consolidaron su dominio sobre los países colonizados, intensificaron la explotación de los mercados, de la mano de obra y de los recursos. Las exportaciones imperiales acabaron con los competidores locales. Los beneficios aumentaron, los salarios se incrementaron y los trabajadores abandonaron su oposición inicial al imperialismo para reclamar su cuota del incremento de los ingresos de unos productores orientados a la exportación. Los dirigentes de los trabajadores y los sindicalistas aprobaron las políticas de «preferencia imperial» que protegían a los sectores industriales locales frente a la competencia y privilegiaban el controlo monopolista de los mercados coloniales. Lo hicieron porque las políticas imperiales preservaban los puestos de trabajo y elevaban el nivel de vida.
Los trabajadores más activos en los conflictos sociales, incluidos en listas negras o encarcelados, se mudaron voluntariamente o fueron deportados a países colonizados. Una vez instalados en el extranjero se les concedió acceso privilegiado a empleos mejor pagados como capataces o empleados cualificados o fueron ascendidos a cargos de dirección. Los trabajadores militantes dependientes del imperio, una vez en el extranjero, se convirtieron en colaboradores coloniales. Muchos animaron a antiguos compañeros de trabajo, parientes o amigos a unirse a ellos como colonos de éxito o trabajadores contratados. La «domesticación» de trabajadores y la reconciliación de los sentimientos democráticos e imperialistas fue causa y consecuencia del éxito del imperialismo.
Lealtad al imperio: no solo por pan
Aunque los beneficios materiales que acumulan los trabajadores gracias al «éxito del imperialismo» son un factor que fortalece la conciencia imperial de los trabajadores, también se veían reforzados por una gratificación simbólica; era igualmente importante la sensación de ser miembro del «país dominante del mundo» en el que «el sol no se ponía nunca». Es raro encontrar un país en el que la mayoría de los trabajadores exprese «solidaridad» con los mineros explotados, los recolectores de las plantaciones o los campesinos desplazados y los pequeños propietarios indígenas de las «colonias». Cuanto más fuerte era la garra de la potencia colonial, mayores las «oportunidades coloniales», más largos los vínculos coloniales, más profunda la penetración económica y más fuerte el sentimiento de superioridad imperial entre los trabajadores de los estados imperiales. No es raro que los trabajadores, los sindicatos y el Partido Laborista británico pusieran pocas objeciones a la brutalidad de las guerras del opio imperiales contra China y a las hambrunas genocidas inducidas por el imperio en Irlanda en el siglo XIX y en la India en el siglo XX. Asimismo, los partidos de los trabajadores franceses, en especial los socialistas, estuvieron en la primera línea del frente de las guerras coloniales posteriores a la Segunda Guerra Mundial contra Indochina y Argelia, y solo le dieron la espalda ante la inminente derrota y la desintegración interna. Con el mismo espíritu, las guerras coloniales victoriosas estadounidenses contra Cuba y Filipinas, su invasión de países caribeños y centroamericanos, estuvieron apoyadas por la Federación del Trabajo estadounidense y por muchos «trabajadores de a pie», aun cuando una minoría de trabajadores «radicalizados» se opusiera a ellas. El «giro parcial» de la mano de obra contra las guerras coloniales estadounidenses producido durante las guerras de Corea, Vietnam y Afganistán fue consecuencia de derrotas prolongadas y de los elevados costes económicos sin ninguna victoria a la vista. Se debería añadir que los trabajadores estadounidenses, al oponerse a las guerras imperiales, no manifestaban solidaridad alguna con los movimientos de liberación nacional y de trabajadores de los países colonizados.
El imperialismo y los «verdaderos demócratas»
Sostener, como han hecho algunos en la izquierda, que el imperialismo no coexiste con la «verdadera» democracia es sostener que los últimos 150 años han carecido de elecciones libres, competencia entre partidos y derechos ciudadanos, por reducidos que hayan sido, en especial, durante la última década. La realidad es que la intervención y la expansión imperiales se han inspirado precisamente en la sensación de «obligación» de los ciudadanos de mantener las instituciones democráticas, que ha permitido a los dirigentes imperiales obtener legitimidad y apoyo ciudadano activo u obediencia para librar guerras coloniales sangrientas e, incluso, genocidas.
Si la democracia no ha sido normalmente un obstáculo para la expansión colonial, sino de hecho un agente facilitador bajo determinadas circunstancias, ¿bajo qué condiciones los movimientos ciudadanos y de trabajadores han dado la espalda a las guerras imperiales? ¿Cuál ha sido la respuesta política de la clase gobernante cuando la mayoría del electorado se ha vuelto contra las guerras imperiales? Dicho de otro modo: cuándo las instituciones democráticas han dejado de operar como vehículos de las políticas imperiales, ¿qué pasa?
De la democracia imperial al Estado policial imperial
Los últimos diez años nos brindan enseñanzas importantes sobre la relación entre imperialismo y democracia en Estados Unidos.
Empezando por las controvertidas circunstancias políticas que rodean al hecho de que terroristas conocidos pudieran entrar en Estados Unidos y secuestrar aviones el 11 de septiembre de 2001, el gobierno estadounidense emprendió dos grandes guerras coloniales y numerosos ataques terrestres y aéreos directos «clandestinos» en Somalia, Yemen, Pakistán, Libia y otros países. La «guerra global contra el terrorismo» iniciada bajo el régimen de Bush y desarrollada por cargos militaristas-sionistas veteranos no electos en cooperación con la OTAN e Israel fue apoyada por elCongreso, elegido democráticamente. En ese aspecto, la inmensa mayoría del electorado, influido por una descomunal campaña de propaganda basada en el miedo, la manipulación informativa y las mentiras respaldó las guerras contra el terrorismo.
Dado el alcance y la amplitud sin precedentes de las guerras (una guerra global contra el terrorismo), el inmenso incremento del gasto militar y los grandes desembolsos para un aparato interno (el Departamento de Seguridad Nacional) represivo (de seguridad), se construyó un nuevo Estado policial de carácter marcadamente ejecutivo que sustituyó a la institución democrática vigente y a los derechos de los ciudadanos.
La trayectoria de la política imperial pasó de los primeros éxitos militares a una ocupación prolongada problemática. Esto desencadenó una escalada de la resistencia, el aumento de los gastos del Estado, la profundización de las crisis fiscales, la degradación social y una creciente oposición política.
Como sucediera en el pasado, las guerras imperiales de la actualidad que son prolongadas, costosas y para las que no hay una victoria decisiva a la vista, han desembocado en el desencanto ciudadano, seguido por un rechazo frontal y cada vez mayor. Las mayorías asalariadas que votaron a los legisladores imperiales y respaldaron una legislación que ampliaba sus competencias, incluidas leyes (la Ley Patriótica) que dejaron en suspenso derechos civiles y constitucionales elementales, se han apartado de la agenda imperial. Hoy, la mayoría democrática da prioridad a sus intereses económicos de clase, sobre todo en una situación de recesión prolongada y con una tasa de desempleo y subempleo próxima al 20 por ciento. Empezando entre los años 2008-2011, las guerras interminables y las crisis prolongadas han desencadenado un conflicto entre democracia e imperialismo.
En otras palabras, la mayoría democrática se ha convertido en un obstáculo para llevar a cabo y desarrollar guerras imperiales. La actividad militar imperial en Iraq, Afganistán, Libia, etc., no arrojó victorias rápidas, conquistas de mercados de exportación lucrativos, ni apropiación de recursos naturales. No se han creado puestos de trabajo y no ha repercutido ningún beneficio sobre los empleados y trabajadores del país imperial. Los elevados gastos de armamento han reducido las inversiones públicas que emplean mano de obra intensiva en proyectos de infraestructuras pendientes y críticos. El reducido número de puestos de trabajo peligrosos en los países ocupados ha sido poco atractivo y demasiado arriesgado para los desempleados.
Dicho de otro modo, a diferencia de la mayoría de las guerras coloniales-imperiales anteriores, nada de la riqueza saqueada se ha utilizado para obtener la lealtad de los trabajadores al imperio. La carga del imperio ha recortado progresivamente los salarios y el nivel de vida de los asalariados. Con el paso del tiempo, una fiscalidad regresiva ha erosionado todo sentido de la grandeza o la superioridad chovinista. Por el contrario, los ciudadanos del imperio han desarrollado un complejo de inferioridad política. Ante la oposición islámica decidida y el creciente poderío económico de China, se han abierto paso una belicosidad exagerada entre una minoría y una introspección crítica en la mayoría. Ha ganado peso la conciencia popular de que en Washington y en Wall Street «hay algo esencialmente malo». Los primeros cantos de guerra y la despreocupada agitación de banderas, cuando los ejércitos del Imperio partieron hacia Afganistán e Iraq, fueron sustituidos por un derrotismo iracundo contra unos dirigentesengañosos. Más del 80 por ciento de la opinión pública actual manifiesta una opinión negativa del Congreso y rechaza a ambos bandos en guerra. Contra la Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de Seguridad Nacional se esgrimen opiniones negativas similares.
Transcurrida una década de guerra y cuatro años de crisis económica, han estallado las protestas masivas y el movimiento «Ocupa Wall Street» pone nuevas alternativas sobre la mesa, lo que altera la agenda imperial con una enérgica denuncia de la élite militarista-financiera.
Los gobernantes ejecutivos, en especial los aparatos judicial, de inteligencia y policial, han impuesto cada vez más medidas arbitrarias propias de un Estado policial. El Departamento de Seguridad Nacional somete a vigilancia a decenas de millones de personas. El Estado policial intercepta miles de millones de comunicaciones por fax, correos electrónicos y páginas web e interviene llamadas telefónicas. El vínculo entre imperialismo y democracia se rompió en el momento en que un imperio en decadencia ya no podía conseguir el apoyo o la obediencia del electorado.
Las agencias de inteligencia han inventado tramas terroristas cada vez más absurdas. La conspiración iraní de la bomba contra el embajador de Arabia Saudí en Washington ha representado la tentativa más burda y primitiva por recuperar el apoyo público al militarismo imperial en la región del Golfo. Aparte de la configuración de poder sionista-pro israelí, políticamente muy influyente pero infinitamente reducida, la opinión pública estadounidense no se distrae de su programa en el interior: reclamar puestos de trabajo en el país y oponerse a Wall Street.
A medida que el conflicto entre imperialismo y democracia se ha ido intensificando, el anterior «consenso» se ha ido quebrando. La Casa Blanca y el Congreso se inclinan por un imperialismo respaldado por un Estado policial profundamente antidemocrático. La mayoría del electorado avanza utilizando los derechos democráticos que le quedan para orientar el programa político del imperio hacia una república social.
Conclusión
Hemos defendido que imperio y democracia han sido complementarios en momentos de imperialismo ascendente. Hemos mostrado que cuando las guerras de conquista han sido cortas y baratas, y cuando los resultados han sido lucrativos para el capital y generadores de empleo para la mano de obra, las mayorías democráticas han prestado apoyo a las élites imperiales. Las instituciones democráticas han prosperado cuando los imperios en el exterior han suministrado mercados, abaratado recursos y elevado el nivel de vida. Los trabajadores han votado por partidos imperiales, sostenido opiniones favorables de las autoridades ejecutivas y legislativas y vitoreado a los veteranos de guerra coloniales (nuestras tropas). Algunos incluso se presentaron voluntarios y se alistaron en el ejército. Con gran apoyo ciudadano al imperio, el Estado más o menos «se atuvo» a las garantías constitucionales. Pero el matrimonio entre democracia e imperialismo no es «estructural». Depende de una serie de condicionesvariables, que pueden causar una ruptura profunda entre ambos, como estamos viendo en la actualidad.
Las guerras imperiales prolongadas, perdidas y costosas que erosionan cada vez más el nivel de vida de más de una generación han socavado el consenso entre los gobernantes imperiales y los ciudadanos democráticos. Los primeros indicios de esta divergencia potencial fueron palpables durante la última época de la Guerra de Corea, cuando la opinión pública se volvió contra el presidente Truman, arquitecto de la Guerra Fría y de la invasión estadounidense de Corea. Aparecieron más evidencias durante la Guerra de Vietnam. Ante una guerra prolongada y que se perdía, que puso en peligro la vida y las oportunidades de decenas de millones de estadounidenses en edad de reclutamiento, millones de civiles y el ejército han optado por poner fin a la guerra y cuestionar las intervenciones imperiales. El Estado represivo todavía no estaba lo bastante organizado para aterrorizar y contener el levantamiento democrático de la década de 1970. El fin de la Guerra de Vietnam representó el punto más alto del afán de los Estados Unidos democráticos por contrarrestar el imperialismo y reconstruir la república.
Las posteriores intervenciones imperiales reducidas, rápidas, baratas y militarmente victoriosas en Panamá, Granada, Haití y otros lugares no provocaron ningún conflicto entre imperialismo y democracia. Tampoco las guerras clandestinas y vicarias en Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Angola, Mozambique, Afganistán y los Balcanes suscitaron ninguna oposición democrática significativa, puesto que fueron baratas (en vidas y en fondos) y no fueron acompañadas de ningún recorte acusado de gastos sociales e ingresos.
Algunos estrategas imperiales contemplaban desde la misma óptica la aparición de las guerras ofensivas en curso en Afganistán, Iraq y mundial: victorias rápidas, baratas y con bajo coste en el interior. Una autoridad pro israelí que ocupa un alto cargo en el Pentágono sostuvo incluso que la invasión y ocupación de Iraq se «autofinanciaría» mediante la apropiación del petróleo.
Las guerras del siglo XXI han resultado ser de otra forma: siguieron la pauta de Corea y Vietnam, no la de América Central y el Caribe. Las guerras del siglo XXI, inmensamente caras, no han desembocado en victorias aceleradas y, peor aún, se han producido en mitad de una crisis económica sin precedentes, sin la expansión del mercado y el sector manufacturero de las décadas de 1950 y 1960 que habían amortiguado la retirada de Corea y Vietnam.
La divergencia entre imperialismo y democracia se ha agudizado. La disidencia democrática se ha incrementado y el Estado policial se ha vuelto más prominente y directo. El imperialismo recurre cada vez más a «tramas terroristas ficticias en el interior y en el exterior» para acrecentar los poderes de la maquinaria represiva y gobernar por orden. Las exhortaciones de la Casa Blanca suenan a hueco. La opinión pública otorga cada vez menos credibilidad a las afirmaciones de sus gobernantes de que haya detenciones arbitrarias «justificables», vigilancia generalizada y asesinatos extrajudiciales de ciudadanos estadounidenses (e incluso de sus hijos).
Ahora nos enfrentamos a riesgos a gran escala y a largo plazo, intrínsecos de las democracias imperiales. No por «contradicciones internas», sino porque antes o después las potencias imperiales encuentran la horma de su zapato en forma de luchas prolongadas libradas por movimientos de liberación antiimperialistas y nacionales. La ruptura entre democracia e imperialismo tiene lugar solo cuando las guerras imperiales imponen su coste en los salarios y en la mayoría asalariada. Entonces, y solo entonces, se ponen en marcha las fuerzas democráticas para crear una república democrática, con justicia social y sin imperio.
El peligro actual es que las estructuras imperiales están profundamente arraigadas en todas las instituciones políticas clave y están respaldadas por un aparato estatal policial de una envergadura y una dispersión sin precedentes, al que se llama Departamento de Seguridad Nacional. Tal vez tenga que ser un gran impacto político-militar externo el que encienda el tipo de levantamiento democrático masivo necesario para transformar un Estado policial imperial en una república democrática. Ante las derrotas militares en el exterior y una crisis económica interna implacable y cada vez más profunda, el régimen gobernante padece una creciente sensación de aislamiento e impotencia. El peligro es que estos miedos y frustraciones induzcan a la Casa Blanca a tratar de recuperar apoyo popular atacando Irán con un pretexto inventado. Un ataque estadounidense-israelí a Irán se traducirá en una conflagración de ámbito mundial. Los pozos petrolíferos saudíes y del Golfo Pérsico arderán en llamas. Las vías de comunicación y transporte esenciales quedarán bloqueadas. El precio de la gasolina se disparará mientras que las economías asiática, europea y estadounidense se desplomarán. Irán podría tomar represalias y las tomaría. Los soldados iraníes con sus aliados iraquíes sitiarían a los destacamentos estadounidenses en Bagdad. Afganistán y Pakistán y el resto del mundo musulmán tomaría las armas. Las tropas estadounidenses se rendirían o se retirarían. La guerra dejaría hechas trizas las arcas públicas estadounidenses. Se produciría una espiral descontrolada de déficit. El desempleo se duplicaría. Esta probable secuencia de acontecimientos desencadenaría un movimiento democrático masivo y una lucha decisiva entre una república emergente que se esforzaría por nacer y un imperio en decadencia que amenazaría con arrastrar al mundo al infierno de su propia desaparición.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 24 de octubre de 2011

La peste europea

¿Cómo pudo una bacteria asolar la Europa del medievo?
JJ Velasco
13 de octubre, 2011, 19:14


Recuerdo muy bien que cuando estudiaba historia en la escuela y tocó la Edad Media nos hablaron de la epidemia de la peste bubónica, o peste negra, una pandemia que asoló Europa en el siglo XIV y mató a 50 millones de personas entre 1.347 y 1.351 (casi la mitad de la población europea de la época). Aunque, a primera vista, hablar de la peste suene a hablar de una enfermedad ya erradicada, cepas de esta enfermedad aún siguen circulando y matan a unas 2.000 personas al año, por lo que desde la Universidad de Tübingen (Alemania) decidieron investigar un poco más sobre la bacteria Yersinia pestis que es la causante de esta enfermedad.
La investigación quería conocer por qué esta enfermedad fue tan letal en siglo XIV y por qué aún sigue siendo causa de mortalidad en pleno siglo XXI así que, para buscar respuestas, acudieron a una fosa común de Londres, en East Smithfield, en la que se enterraron los cuerpos de fallecidos durante la pandemia de la Edad Media. La idea era aislar el ADN de la Yersinia pestis de 1.347 y compararlo con el de la actual para ver si la bacteria había evolucionado en estos casi 800 años.
Tras eliminar cualquier componente y organismo moderno del material del siglo XIV, los investigadores lograron leer el 99% del genoma de la bacteria y lo compararon con las cepas actuales. Según el responsable de la investigación, Johannes Krause:
Sorprendentemente, no vemos ni una sola posición en este genoma antiguo que no se pueda encontrar en las cepas modernas

Por tanto, la Yersinia pestis que asoló Europa en el siglo XIV y la que se puede encontrar actualmente son prácticamente idénticas, un hecho que complica aún más la investigación puesto que a pesar de ser iguales, hoy en día, esta enfermedad es mucho menos virulenta que en la Edad Media.
¿Qué fue entonces lo que ocurrió a mediados del siglo XIV? Pues parece ser que las condiciones climatológicas de Europa fueron las que propiciaron la extensión de la peste bubónica por el territorio. El frío llegó de una manera muy rápida y el clima se volvió muy húmedo, factores que sumados a una población que no había desarrollado inmunidad a esta bacteria, provocó que los menos adaptados murieran. De hecho, los científicos están explorando la posibilidad de que esta plaga, en el fondo, sirviese para “seleccionar” de manera natural a los individuos más fuertes y con mejor sistema inmunitario.
Por tanto, los factores genéticos de los ciudadanos europeos de la época sumados a los factores ambientales podrían ser la causa que hizo que esta bacteria se convirtiese en una pandemia durante la Edad Media. Una investigación bastante curiosa.

Cientificos revelan:

Científicos revelan los nombres del 1% de empresas que dominan la economía global
Miguel Jorge
20 de octubre, 2011, 14:32


Decir hoy en día que una serie de empresas y bancos llevan el control de la economía mundial no es ni mucho menos descubrir el maná del sistema. Quizá por esta razón el estudio en el que se embarcaron varios investigadores de Zurich se centró en la red y las empresas que llevan el poder. El sorprendente resultado, a través de las matemáticas y el mapeado de datos sobre las propiedades corporativas, demuestra y pone nombre a uno de los slogan más escuchados en las protestas #occupy. Tan sólo un selecto grupo, menos de un 1% de las empresas en el mundo, dominan las redes mundiales y el poder financiero en el planeta, la mayoría entidades financieras.
El estudio ha sido publicado en New Scientist y viene a confirmar las teorías de las manifestaciones que vemos estos días. El resultado del trabajo llevado a cabo por los investigadores del Instituto Federal Suizo de Tecnología halló que de las 43.000 empresas transnacionales que se les supone importantes, tan sólo 147, en su mayoría bancos, llevan a cabo un poder desproporcionado en la red, trasladando el mismo sobre la economía global.
El propósito del estudio de los investigadores es el primero en conseguir ir más allá de la ideología de identificar empíricamente la red o redes de poder. En el mismo combinaron las matemáticas para modelar sistemas naturales que ayuden a entender un mapeado de los datos corporativos entre las empresas transnacionales.
El análisis se obtuvo de Orbis 2007, una base de datos que contiene 37 millones de empresas e inversores en todo el mundo. De ellos, se sacaron las 43.060 empresas que tenían el mayor número de acciones repartidas en el mundo. A partir de ahí, construyeron un modelo de aquellas empresas que controlaban al resto con sus participaciones incluyendo los ingresos de explotación de cada una para cartografiar la estructura del poder económico.
El trabajo reveló que el núcleo de las empresas con participación e interconectadas bajaba hasta las 1.318, que cada una de estas 1.318 empresas eran a su vez propietarias de dos o más de este grupo de empresas. No sólo eso, a pesar de que representaban el 20% de los ingresos totales de explotación global, las 1.318 empresas aparecían en conjunto a través de sus acciones repartidas en la mayoría de compañías de fabricación, base y sustento de la economía “real”, hecho que las situaba en el 60% de los ingresos totales de la economía en la red y por tanto en el mundo.
Siguiendo el estudio y juntando la conexión entre estas 1.318 (la mayoría propiedad en acciones de muchas de ellas), se acabó conformando una selecta lista de “super-entidades” estrechamente relacionadas. Son 147 las empresas que controlan el 40% de la riqueza total en el mundo, menos del 1%, un centenar de compañías y la mayoría eran entidades financieras.
Los investigadores lo explicaban así:
La realidad es demasiado compleja, debemos alejarnos del dogma si tratamos de averiguar si existen teorías de conspiración o de libre mercado. Nuestro análisis está basado en la realidad.
En efecto, menos del 1% de un centenar de empresas son capaces de controlar el 40% de la red global. La concentración de poder no es ni buena ni mala en sí misma. Simplemente, cuando las redes son inestables, las empresas sufren y se angustian lo que produce un efecto que se propaga.
Lo realmente desconcertante es ver como están todas conectadas. Por otro lado, estas “super-entidades” es poco probable que tengan una intención de conspirar para dominar el mundo, simplemente son estructuras comunes en la naturaleza. Su conexión se debe a que compran acciones porque forma parte de su propia naturaleza, se auto organizan.
Sea como fuere, el resultado de la investigación según los investigadores parece que no deja lugar a conspiraciones, aunque según dicen, si puede ser más probable que exista un esfuerzo en clave de poder político. Les dejo con el resultado del grupo que mueve los hilos en el planeta, las primeras 50 “super-entidades” (de las 147) superconectadas:
 Barclays plc
 Capital Group Companies Inc
 FMR Corporation
 AXA
 State Street Corporation
 JP Morgan Chase & Co
 Legal & General Group plc
 Vanguard Group Inc
 UBS AG
 Merrill Lynch & Co Inc
 Wellington Management Co LLP
 Deutsche Bank AG
 Franklin Resources Inc
 Credit Suisse Group
 Walton Enterprises LLC
 Bank of New York Mellon Corp
 Natixis
 Goldman Sachs Group Inc
 T Rowe Price Group Inc
 Legg Mason Inc
 Morgan Stanley
 Mitsubishi UFJ Financial Group Inc
 Northern Trust Corporation
 Société Générale
 Bank of America Corporation
 Lloyds TSB Group plc
 Invesco plc
 Allianz SE 29. TIAA
 Old Mutual Public Limited Company
 Aviva plc
 Schroders plc
 Dodge & Cox
 Lehman Brothers Holdings Inc*
 Sun Life Financial Inc
 Standard Life plc
 CNCE
 Nomura Holdings Inc
 The Depository Trust Company
 Massachusetts Mutual Life Insurance
 ING Groep NV
 Brandes Investment Partners LP
 Unicredito Italiano SPA
 Deposit Insurance Corporation of Japan
 Vereniging Aegon
 BNP Paribas
 Affiliated Managers Group Inc
 Resona Holdings Inc
 Capital Group International Inc
 China Petrochemical Group Company
(Lehman se encuentra en el puesto 34 porque en el 2007 todavía existía en la base de Orbis)

La crisis mucho mas alla de la cuestion europea

La crisis mucho más allá de la Unión Europea
Eric Toussaint
Rebelión
Traducido por Inés Hidalgo
Incluso si Europa se ve grandemente afectada, la crisis no se limita a la Unión Europea: casi todas las economías de los países más industrializados están en estado semicomatoso. Según los países, el desempleo permanece muy elevado o incluso aumenta. Lo mismo ocurre en los países llamados «emergentes», incluidos los BRIC (Brasil, Rusia, India, China), donde el fuerte crecimiento tiende a disminuir. Las Bolsas del planeta, salvo raras excepciones, han caído considerablemente en 2011 (entre el 1 de enero y el 15 de octubre de 2011, –15% en la zona euro, en Japón y en China; -4% en Estados Unidos; –8% en Gran Bretaña; –22% en el Brasil; –19% en Rusia; –17% en India). El oro, valor refugio en tiempos de crisis, ha subido muchísimo (+20% entre enero y octubre de 2011).
Lo que llama la atención es la excesiva volatilidad que caracteriza toda una serie de precios: las Bolsas caen pero conocen rebotes temporales; el dólar cae pero conoce momentos de alza; la paridad entre el dólar, el euro, el yen, la libra esterlina, el franco suizo (otro valor refugio) es muy inestable; el precio de las materias primas se mantiene a un nivel elevado pero experimenta sacudidas importantes. En pocas palabras, la economía real (la producción) disminuye y la esfera financiera es presa de sobresaltos. Los bancos constituyen el eslabón vulnerable, pero cuentan con el apoyo incondicional de los poderes públicos.
Desde el punto de vista de las relaciones Norte-Sur, la situación económica de los países emergentes y en desarrollo es envidiable, comparada con la de los países del Norte |1|. Si consideramos el estado de las reservas internacionales como un indicador, los países emergentes están en posesión del doble de las reservas de los países más industrializados. En efecto, los países emergentes disponen de 6,5 billones de dólares (6.500 000.000.000 US$) de reservas internacionales (de los cuales la mitad corresponde a China, a la India 400.000 millones; a Brasil 350.000 millones, a Rusia 500.000 millones) frente a los 3,2 billones del Norte (de los cuales un tercio corresponde a Japón). El G20, club tan ilegítimo como el G7 que lo ha convocado, es incapaz de encontrar soluciones.
Una nueva expresión se pone de moda: países ricos altamente endeudados (PRAE), que eclipsa otra expresión de moda desde hace unos quince años en los pasillos del FMI y del Banco Mundial: países pobres altamente endeudados (PPAE). La deuda, pública y privada, está en el centro de la crisis.
Si tomamos en cuenta las relaciones entre clases sociales a escala planetaria, vemos que en todas partes las clases dominantes incrementan su riqueza, utilizan la crisis para aumentar la precariedad de la condición de los asalariados y de los pequeños productores. En los países del Atlántico Norte, de la Europa mediterránea y central, el reembolso de la deuda pública se uriliza como pretexto para imponer una nueva ola de austeridad. El costo de las catástrofes producidas por el sistema financiero privado está sistemáticamente a cargo de los poderes públicos, que pasan a su vez la factura a los asalariados y a los pequeños productores (a través de impuestos, reducciones de gastos sociales y despidos). Las desigualdades sociales se agravan. Los movimientos sociales populares experimentan grandes dificultades para constituir un frente coherente de resistencia, sin hablar de un intento de comenzar una contraofensiva. Nuevos fenómenos de protesta en las calles aparecen tras los pasos de las primaveras tunecina y egipcia. Así, el movimiento de los Indignados ha ganado una gran amplitud en España, así como en Grecia, y comienza a encontrar cierto eco en Estados Unidos y en otros continentes. Estas movilizaciones, si bien muy importantes, no están todavía en medida de obtener cambios radicales. Tenemos que apoyarlas activamente. A tal efecto, el éxito de la jornada del 15 de octubre de 2011 es prometedor.|2|.
Notas:
|1| En Internet, véase http://www.cadtm.org/Deuda-de-los-paises-en-desarrollo falta de previsión, 6 de enero de 2011. Véase igualmente: Damien Millet, Daniel Munevar, Eric Toussaint, http://www.cadtm.org/Las-cifras-de-la-deuda-2011 20 de mayo de 2011; y también el libro de Damien Millet y Eric Toussaint (dir.) La deuda o la vida, Icaria editorial, Barcelona, 2011, capítulo 19. Se debe hacer una puntualización fundamental: aun cuando los indicadores económicos tradicionales indican un crecimiento económico sostenido de los países emergentes, la crisis alimentaria (debido a un excesivo aumento de precio de los alimentos) azota a una gran parte de la población del Sur del planeta. Los efectos del cambio climático degradan igualmente las condiciones de vida de las poblaciones de varios países particularmente afectados. La explotación frenética de algunos recursos naturales a causa del elevado precio de las materias primas provoca estragos crecientes tanto para las personas como para el medio ambiente, en particular las minas a cielo abierto y la explotación de hidrocarburos en lugares particularmente sensibles (por ejemplo, en el delta del Níger,).
|2| Véase: http://www.cadtm.org/El-15-de-octubre-de-2011-Una-gran , 16 de octubre de 2011,
rCR

viernes, 21 de octubre de 2011

In Memorian

Plaza Pública: se fue la voz, no el espíritu





Se asegura que en el largo acontecer de la vida colectiva nadie es indispensable, que no hay personaje insustituible. En general, este fragmento de sabiduría vieja es certero, pero también lo es que de tarde en tarde emergen figuras excepcionales, que cuando hacen mutis, su ausencia es tal peso que prácticamente adquieren la calidad de insustituibles.

por Lorenzo Meyer
REFORMA
•Insustituible
La muerte llega por igual para los mejores y para los peores, pero en un ámbito de lo público tan degradado como el nuestro, los peores abundan y cuando desaparecen sobran quienes les reemplacen. Los mejores, en cambio, son tan pocos que cuando uno solo de ellos muere nace un vacío que de tan grande sobrecoge porque da la medida exacta de lo delgada que es la línea de defensa de la moral republicana y lo formidable que son sus adversarios.
Se asegura que en el largo acontecer de la vida colectiva nadie es indispensable, que no hay personaje insustituible. En general, este fragmento de sabiduría vieja es certero, pero también lo es que de tarde en tarde emergen figuras excepcionales, que cuando hacen mutis, su ausencia es tal peso que prácticamente adquieren la calidad de insustituibles. Y ese pareciera ser hoy el caso de Miguel Ángel Granados Chapa y su Plaza Pública, ese espacio de análisis del acontecer político que por más de tres decenios estuvo presente en la prensa mexicana y cuya última entrega apareció apenas dos días antes de que se apagara la voz de quien lo animó.
Seis días de cada semana Plaza Pública proveía el ensayo periodístico que concentraba con eficacia el esfuerzo de observación, selección de datos, síntesis, explicación y buen juicio de Granados Chapa sobre algún hecho de los que conformaban el casi siempre desolado paisaje de la cosa pública mexicana. Como si esa columna de 34 años no fuera suficiente para desfogar toda su agenda -que era también la agenda nacional-, el singular periodista hacía uso de otros espacios para el mismo fin: el semanario Proceso, un programa de lunes a viernes en Radio Universidad o el que compartía con otros analistas en la mesa dominical de Encuentro en televisión por cable. Finalmente estaban sus crónicas parlamentarias y los libros: 16, publicados entre 1968 y 2004. La energía y la amplitud del abanico de temas abordados por Miguel Ángel resultaron asombrosos, pero quizá más asombrosa aún -y desconsoladora- fue la multiplicidad de asuntos críticos que la realidad acumuló cotidianamente en la mesa de disección del analista.
La idea central, la brújula que guiaba esa disección de la realidad mexicana por el periodista era la democracia o, más bien, su idea de lo que debía ser la vida democrática. Cada trozo examinado por él de la realidad mexicana -política, jurídica, económica, social, cultural- la exponía tal y como la encontraba para luego proceder a mostrar la distancia, a veces enorme, que había entre esa realidad y lo que la democracia -la defensa del interés de los demos, de la mayoría ciudadana- exigía que ocurriera. Granados Chapa era particularmente preciso en su medición y explicación del trecho que había entre lo que realmente acontecía en nuestro país y la norma.
• Cualidades
Quienes vieron al autor de Plaza Pública elaborar su discurso sobre la marcha, no pudieron menos que asombrarse de su extraordinaria memoria, de su capacidad para recordar y colocar en forma de explicación hechos, personajes, fechas, circunstancias y resultados. Quien dialogó con él, lo escuchó o lo leyó también pudo comprobar su cuidadoso manejo del lenguaje, en parte producto de su educación legal y sobre todo de las buenas lecturas bien asimiladas. Sin embargo, la buena memoria es un don de la naturaleza -abunda entre los políticos- y la buena educación legal y literaria no es tan excepcional pero en Granados Chapa había una tercera característica, la más importante, y que no la dan ni las neuronas ni las muchas horas de lectura y estudios de calidad: la honradez, el compromiso sin reservas e irrenunciable con una visión de lo justo, del deber ser. Esto último fue lo que le permitió combinar al periodista hidalguense conocimiento y manejo del lenguaje con lo que es muy raro en el medio en que se desempeñó: un análisis de la descompuesta realidad mexicana desde la altura de los valores de la democracia, el respeto a los demás y a sí mismo y el patriotismo.
• Las dos formas de hacer política
Miguel Ángel tenía pasión por la política pero no necesariamente por practicarla cuando había que asumir el poder. Sólo una vez intentó pasar del análisis a la práctica de la política del poder: cuando en 1998 aceptó ser candidato a gobernador de su maltratado Hidalgo. El proyecto era encabezar una coalición PRD-PAN para enfrentar con posibilidades de éxito a la arraigada maquinaria caciquil y corrupta del PRI en ese estado, pero en el momento decisivo el dirigente del PAN -Felipe Calderón- prefirió a un candidato perdedor pero propio -”un cantante menos que mediocre”- que ver triunfar a un hombre de izquierda e independiente y dejó a Granados sólo con el PRD. Granados siguió adelante a sabiendas de que esa dispersión de fuerzas aunadas y falta de recursos le llevaría a la derrota (Humberto Musacchio, Granados Chapa [México: Planeta, 2010], pp. 188-189). La pérdida de los hidalguenses fue la ganancia del otro México, el de los lectores.
Finalmente, la política que hizo Granados fue siempre la política no del poder sino de los principios. Como gobernador hubiera sido incorruptible pero hubiera tenido que jugar con las reglas de los otros -de la burocracia, del gobierno federal, de los partidos y de los poderes fácticos- y quién sabe cómo hubiera concluido su encomienda. En contraste, como actor plenamente independiente de la Plaza Pública no ejerció el poder pero dio voz a la parte más vigorosa y demandante de la ciudadanía mexicana y de esa manera atacó el flanco más débil de la clase política y forzó al poder a oírlo. Y ese poder no siempre aguantó los puyazos; Gerardo Sosa, parte de la estructura caciquil de Hidalgo, demandó a Granados por haber prologado el libro de denuncia de Alfredo Rivera -también demandado- contra el porrismo en Hidalgo titulado La sosa nostra (México: Porrúa, 2004). En este caso, y en este campo -su campo-, Miguel Ángel, ya enfermo pero defendido por alguien que reconocía plenamente sus méritos -la doctora Perla Gómez- derrotó a la (mala) política del poder. Mientras, desde otra orilla de ese poder, la del Legislativo, se le rindieron honores y Felipe Calderón tuvo que atestiguar la entrega de la medalla “Belisario Domínguez” a quien le había regateado el apoyo en Hidalgo.
• Pesimismo y esperanza
Justamente en la entrega de la “Belisario Domínguez” en octubre de 2008, Granados Chapa usó la tribuna del Senado para hacer este diagnóstico: “El poder del dinero y el poder criminal de las armas sustraen ya ahora con marcas crecientes de la vida en común al imperio de la ley y la capacidad rectora del Estado. El ímpetu feroz de la delincuencia organizada parece no reconocer límites, los rompe todos… Los poderes fácticos, los que gobiernan sin haber sido elegidos, los que buscan y obtienen ganancia de negocios que atentan contra el interés general gobiernan en mayor medida que los gobiernos; la lucha de unos y otros poderes ilegítimos contra la sociedad, su éxito en el propósito de dominarla es favorecida por una situación económica, material cada vez más adversa, menos propiciatoria que la prosperidad y la expansión de la potencialidad humana”. El resultado de este conjunto de males ha producido en México “enfermedades del espíritu colectivo” que de no sanarse nos llevarán a la desgracia.
En su última entrega, con la que cerró Plaza Pública, el gran observador y juzgador de nuestra política, literalmente al borde de la muerte, caracterizó así la situación de nuestro país, envuelto por una masa maloliente resultado de “la inequidad social, la pobreza, la incontenible violencia criminal, la corrupción que tantos beneficios genera, la lenidad recíproca, unos peores que otros, la desesperanza social”.
En el Senado había llamado a reconstruir o a erigir, pues a lo mejor nunca la habíamos tenido “la casa que nos albergue a todos” y antes de morir confió en que el país pudiera escapar de “la pudrición” pues ésta no era un “destino inexorable”. Se podía escapar de él. Sin embargo, simplemente expresó esto como un deseo “ingenuo” pues ya no tuvo tiempo de decirnos de qué manera podemos mutar. Sin embargo, en el discurso de 2008 ante los senadores se refirió a la movilización social, a la presencia de los ciudadanos en las plazas y las calles como la energía primaria de la que podría surgir, en estas horas sombrías, la mutación que regenere a nuestra República.
Ojalá el futuro inmediato le dé la razón a quien de hoy en adelante será referencia obligada para entender al México de fines del siglo pasado e inicios del actual.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Ocupa el G-20

Ocupa el G-20
Alejandro Nadal
L
os manifestantes que ocupan Wall Street demandan la aplicación de un impuesto de uno por ciento sobre todo tipo de transacciones financieras. Esa es una bandera que se traduce en un mensaje claro. El capital financiero ha efectivamente dominado las prioridades de política económica en las últimas tres décadas. Es el progenitor directo de esta crisis, la Gran Depresión II. Llegó el momento de ajustar cuentas, literalmente.
Según Adbusters.org, grupo que estuvo desde el principio en la ocupación, durante la próxima reunión del G-20 en Francia nuestros líderes deben aprobar este impuesto. La razón es que ese impuesto reduciría la velocidad con la que diariamente se mueven 1.3 billones de dólares en el casino de la economía global. Además, el monto recaudado permitiría financiar todos los programas sociales y ambientales que pueda usted imaginar.
En realidad, la magnitud de las transacciones financieras es mucho mayor. Los datos del Banco de Pagos Internacionales en Basilea indican que el mercado mundial de divisas rebasa los 4 billones diarios, lo que representa 5 por ciento del PIB mundial para un año completo. Eso es equivalente a multiplicar por 34 el valor del flujo mundial de comercio de bienes. Es también el mejor indicador sobre el grado de autonomía del sector financiero.
En ese contexto, resulta algo extraño el llamado a nuestros líderes del G-20. Ciertamente no son nuestros. Son los siervos del capital y, en especial, de su fracción financiera. Pero valga la licencia retórica, con tal de articular alrededor de una meta clara la diversidad de opiniones y grupos que hoy se aglutinan alrededor del movimiento Ocupa Wall Street.
La verdad es que el G-20 se reunirá bajo una nube negra. Hace unos días las agencias calificadoras volvieron a las andanzas. Moody’s Investors redujo la calificación de la deuda italiana argumentando un incremento material en el riesgo financiero para países de la eurozona con altos niveles de endeudamiento. La calificación pasó de Aa2 a A2, un nivel inferior al de Estonia. Ya el 19 de septiembre, Standard and Poor’s había aplicado una reducción similar. El efecto inmediato fue el aumento del costo del financiamiento en los mercados de capital. Para calmar a los mercados el gobierno italiano ya anunció medidas adicionales de austeridad, lo que profundizará la recesión (el pronóstico de crecimiento para 2012 bajó de 1.3 a 0.6 por ciento). La recaudación caerá y aumentará el endeudamiento. Con ese círculo vicioso, Italia estará en el centro de la crisis europea en los meses que vienen.
Moody’s también anunció que el rango triple A de la deuda francesa podría verse afectado negativamente si en los próximos tres meses la factura del rescate de los bancos llega a afectar la postura fiscal. Como consecuencia el costo del refinanciamiento se disparó. El primer ministro Fillon, haciendo alarde de conocimientos de economía, señaló que si el crecimiento del PIB es inferior al pronóstico oficial, se recrudecerán las medidas de austeridad. Es como si el médico dijera que si la pulmonía persiste, meterán el paciente al refrigerador.
Pero lo sorprendente para los ocupantes de Wall Street es que la pareja Merkel-Sarkozy llevará la propuesta de un impuesto a las transacciones financieras al G-20. Este impuesto es muy inferior a uno por ciento que reclaman los indignados. Aún así, se aplicaría sobre transacciones en plazas financieras de primer orden, como Londres y Francfort. Según algunos analistas, aún con una tasa de una décima de punto porcentual la recaudación podría alcanzar los 40 mil millones de euros. La tasa se aplicaría sobre todo en transacciones de alta frecuencia, que aumentan la volatilidad y son las de mayor contenido especulativo. Es decir, habría mayor recaudación y estabilidad en los mercados. Pero Estados Unidos e Inglaterra se oponen a esta medida. Según Geithner y sus colegas de la City éste no es el momento para ahuyentar a los inversionistas con experimentos de este tipo. Habrá que esperar al G-20 para ver cómo se resuelve este diferendo.
Así que existe una extraña coincidencia entre las propuestas del dúo Merkel-Sarkozy y los ocupantes de la plaza Liberty Square en Manhattan. Donde surge una diferencia abismal es en el destino para los recursos así recaudados. La tasa Tobin se propuso originalmente para echar arena en los engranes de la maquinaria especulativa. Pero en la propuesta de Merkel-Sarkozy hay un objetivo recaudatorio. ¿Para qué quieren los recursos?
La crisis en Grecia pondrá en jaque a los bancos franceses y alemanes. Para rescatarlos será necesario echar mano de sumas astronómicas de dinero. Para evitar desequilibrios en las finanzas de esos países, se usarían los recursos recaudados por la tasa sobre transacciones financieras. Nada que ver con los programas sociales y de mejoramiento ambiental a los que aspiran los ocupantes de Wall Street.
La mejor pancarta en la ocupación de Wall Street dice así: 0 por ciento de interés en la gente. Exacto, esa es la esencia del orden económico neoliberal.
http://nadal.com.mx

Elecciones presidenciales 2012

Elecciones presidenciales de 2012
Chávez frente a Obama
James Petras
Rebelión
Traducción por S. Seguí
Introducción
Dos presidentes en ejercicio se postulan para su reelección en 2012: Hugo Chávez en Venezuela y Barack Obama en Estados Unidos. Lo que da realce a estas dos contiendas electorales es que representan, en contraste, respuestas antagónicas a la crisis económica mundial. Chávez, con su programa socialista-democrático, persigue la promoción de políticas de inversión pública a gran escala y largo plazo, y un gasto público orientado a crear empleo, bienestar social y crecimiento económico. Obama, guiado por su compromiso ideológico con el capitalismo financiero corporativo, canaliza miles de millones de dólares para rescatar a los especuladores de Wall Street, se centra en la reducción del déficit público y los impuestos, y ofrece subsidios gubernamentales a las empresas con la esperanza de que los bancos presten y el sector privado invierta. Obama espera que el sector empresarial comience a contratar desempleados. La estrategia económica de Chávez se dirige hacia el aumento de la demanda popular mediante el aumento del salario social. La estrategia de Obama va dirigida a enriquecer a la élite, con la esperanza de que se produzca el efecto de “goteo” (trickle down). El programa de recuperación económica de Chávez se basa en un sector público líder, el Estado, a la luz de la crisis inducida por el capitalismo de mercado y la falta de inversión por el sector privado. La recuperación económica de Obama y su programa de empleo dependen totalmente del sector privado, utilizando para ello los regalos fiscales, a fin de estimular una inversión nacional que genere empleo.
De acuerdo con los expertos y los políticos, el desempeño socioeconómico de cada uno de los dos presidentes será decisivo para determinar quién será reelegido en 2012.
Medir el desempeño de los presidentes Chávez y Obama ante las crisis económicas
En los últimos tres años, los dos presidentes se han enfrentado a una profunda crisis socio-económica que ha producido un aumento del desempleo, de la recesión económica y de las demandas populares de liderazgo político en la formulación de un programa de recuperación económica.
El presidente Chávez respondió a través de un programa a gran escala del gasto público en programas sociales. Se asignaron miles de millones de dólares a un programa de vivienda masiva diseñada para crear un millón de hogares en los próximos años. Chávez ha reducido las tensiones militares y ha desactivado los conflictos fronterizos mediante la negociación de un acuerdo político con el régimen derechista de Santos en Colombia.
Chávez aumentó el salario mínimo y los pagos por pensiones y seguridad social, aumentando con ello el consumo entre los grupos de bajos ingresos, estimulando la demanda y aumentando los ingresos de las pequeñas y medianas empresas. El Estado venezolano se embarcó en grandes proyectos de infraestructura, especialmente carreteras y transportes, y en la creación de puestos de trabajo en actividades intensivas en mano de obra. El gobierno de Chávez han sostenido el nivel de vida mediante el establecimiento de controles de precios de alimentos esenciales y otros, que han mantenido la demanda popular a expensas de la especulación por parte de los dueños de supermercados. El gobierno de Chávez ha nacionalizado lucrativas minas de oro y ha repatriado las reserva el extranjero a efectos de financiación del programa de recuperación económica basado en la demanda, dejando de lado las concesiones fiscales a los ricos y los rescates de bancos y empresas privadas en quiebra.
Obama rechazó realizar cualquier tipo de inversión pública a gran escala y a largo plazo destinada a crear puestos de trabajo: su propuesta Jobs for America conseguirá, en el mejor de los casos, reducir temporalmente el desempleo en menos de cinco décimas de uno por ciento. En la búsqueda de políticas que beneficien a los poseedores de bonos de Wall Street, Obama se involucró profundamente en la reducción del déficit, es decir, en los recortes a gran escala del gasto público, en particular el gasto social. Obama, de acuerdo con la extrema derecha, aceptó sus regresivas propuestas de reducir los desembolsos destinados a la Seguridad Social y los populares programas Medicare y Medicaid. Sus propuestas de financiación de Jobs for America dependen de los recortes a la Seguridad Social, lo que garantiza una reducción en los desembolsos y un déficit, o algo peor, que facilitaría su privatización, es decir, la entrega de la seguridad social a Wall Street: un caramelo de miles de millones de dólares.
Obama ignora a las víctimas de las ejecuciones hipotecarias, más de 10 millones de familias, los que no tienen hogar y la degradación de las viviendas, en beneficio del rescate de los bancos y los estafadores hipotecarios.
Obama ha aumentado el gasto militar y multiplicado las tropas de combate en el extranjero, las operaciones terroristas clandestinas y el aparato de espionaje interno, aumentando el déficit a costa de las inversiones productivas en educación, mejoras tecnológicas y promoción de las exportaciones.
A diferencia de Chávez, que lleva a cabo notables políticas educativas y laborales positivas a favor de los venezolanos de origen africano e indígena, Obama hace caso omiso del 50% de desempleo en las grandes ciudades entre los jovenes (18-25 años) afroamericanos y latinos, favoreciendo en cambio a los banqueros blancos de Wall Street.
En contraste con Chávez, que vinculó las pensiones y los salarios a la inflación y hacer cumplir los controles de precios, Obama congeló los salarios federales y los pagos de la Seguridad Social, con el resultado de una disminución del siete por ciento de los ingresos reales en los últimos tres años.
Según datos recientes de la Oficina del Censo de EE.UU. (septiembre de 2011) con Obama más de 46 millones de estadounidenses viven en la pobreza, la mayor cifra conocida. La mediana de ingresos de los hogares cayó un 2,3% entre los años 2009 y 2010. El número de estadounidenses en la pobreza aumentó del 13,2% en 2008 al 15,1% en 2010. Casi uno de cada cuatro niños vive en la pobreza en 2010, y más de 2,6 millones más de ciudadanos estadounidenses habrían descendido al nivel de la pobreza en un solo año. En el otro extremo, con la política económica del “goteo” de Barack Obama, el número de estadounidenses ricos –personas con ingresos de más de 100.000 dólares anuales– han sufrido poco o ningún impacto: las tiendas de artículos de lujo, como Tiffany’s, han experimentado un aumento del 15% en sus ventas.
El 10% inferior de la población ha sido el que más ha sufrido, con una caída en sus ingresos del 12,1% en 2009-2010, mientras que el 10% con mayores ingresos registró un descenso del 1,5%. De los 34 países miembros de la OCDE, EE.UU., junto a México, Chile e Israel, es el país con mayor desigualdad social. Las políticas de estímulo de Obama, “de arriba abajo”, han salvado a los banqueros a costa de sacrificar la clase media y la clase trabajadora.
Consecuencias políticas y económicas de las diferentes políticas
Las consecuencias políticas y económicas de las diferentes políticas socioeconómicas –“de arriba abajo” en el caso de Obama y “de abajo arriba” en el de Chávez– son notables en todos los sentidos. Venezuela creció un 3,6% en el primer semestre de 2011, mientras que EE.UU. se estancaba en menos del 2%. Peor aún, durante la segunda mitad del año, Obama y sus asesores expresaron su temor de que EE.UU. se encaminara hacia una recesión, con crecimiento negativo. En contraste, el Presidente del Banco Central de Venezuela prevé un crecimiento acelerado para el año 2012.
Mientras que el porcentaje de desempleados en EE.UU. sigue estando por encima del 9%, que sumado a los subempleados se eleva a más del 19%, las grandes inversiones públicas en viviendas y obras de infraestructura venezolanas generan empleo y reducen las cifras de parados y subempleados en el mercado de trabajo formal e informal. La complacencia de Obama hacia los banqueros de Wall Street y los halcones de la reducción del déficit, junto al enorme aumento de las guerras en el extranjero y del aparato de seguridad nacional, ha llevado a la Hacienda pública a la bancarrota. Por el contrario, Chávez ha nacionalizado minas lucrativas del sector privado, bancos y empresas de energía y ha reducido la tensión militar incrementando los recursos destinados a programas sociales, como los subsidios a los alimentos. La reducción del déficit de Obama ha llevado a despidos masivos en la educación y servicios sociales.
Los gastos sociales de Chávez han aumentado el número de universidades públicas, escuelas primarias y secundarias y hospitales. Millones de personas han perdido sus hogares mientras Obama hacía caso omiso a los desalojos forzados de los bancos hipotecarios, mientras que Chávez ha dado un paso en la solución del déficit habitacional mediante la construcción de un millón de hogares.
Obama presta dinero a los bancos privados a interés cercano a cero; con ese dinero, que los bancos privados no prestan a las empresas productivas para crear puestos de trabajo, prefieren especular en el extranjero comprando bonos del Tesoro (por ejemplo, brasileños) que ofrecen tasas de interés más altas. Chávez invierte directamente en programas de infraestructuras productivas intensivos en trabajo, proyectos agrícolas autosuficientes y plantas de procesamiento final, refinerías y fundiciones.
Como resultado de la reaccionaria política económica que practica y sus amenazas abiertas de cortar programas sociales básicos, como Medicare, Medicaid y la Seguridad Social, la popularidad de Obama ha caído en los últimos tres años del 80% al 40%, y sigue bajando. Por otra parte, sus políticas fiscales y militaristas pro Wall Street –profundizando y ampliando las guerras de Bush y Rumsfeld y las operaciones terroristas– han llevado a un giro del clima político estadounidense hacia la extrema derecha. Ante el último trimestre de 2011, Obama parece vulnerable a la derrota electoral.
En contraste, el presidente Chávez, en la cresta de la ola de la recuperación económica, con programas positivos de expansión social e inversiones públicas, ha visto aumentar su popularidad del 43% en marzo de 2010 a 59,3% en septiembre de 2011. La oposición, respaldada por EE.UU., está fragmentada y debilitada y es incapaz de desafiar la percepción popular abrumadoramente positiva de los proyectos de vivienda e infraestructura en beneficio de los trabajadores, las empresas y los contratistas de la construcción.
Chávez es vulnerable en cuestiones de seguridad personal y corrupción e ineficacia administrativas. Pero se ve que ha adoptado importantes medidas para corregir estos problemas. Los graduados de la nueva academia de policía proporcionan servicios de policía honestos y eficientes vinculados a la comunidad, que, en proyectos piloto han reducido los delitos violentos en un 60%. No obstante, siguen siendo necesarios esfuerzos para acabar con la corrupción y la ineficiencia burocráticas.
Conclusión La comparación entre las presidencias de Chávez y Obama presenta un marcado contraste entre un programa económico bien elaborado y exitoso, de carácter socialista y de tipo “de abajo arriba”, y un fracasado programa de estímulo capitalista “de arriba abajo”. Mientras que el público estadounidense expresa su hostilidad por el saqueo realizado por la banca privada de la hacienda pública, por las amenazas gubernamentales hacia lo que queda de la red de seguridad social, y por el fracaso de Obama para reducir unos niveles persistentemente elevados de desempleo y subempleo, la popularidad de Chávez aumenta junto con la opinión de “sentimientos positivos” que expresan las tres quintas partes de los electores de su presidencia. Si el gobierno de Chávez continúa y profundiza su programa de estímulo “de abajo arriba” y la economía sigue creciendo y él se recupera de un cáncer, con toda probabilidad será reelegido con un resultado en 2012.
Por el contrario, si Obama sigue unido a la élite empresarial y financiera y liquida los programas sociales, continuará su descenso hacia una merecida derrota y el olvido.
La recuperación económica de Venezuela, a través de avanzados programas sociales es un poderoso mensaje al pueblo norteamericano: hay una alternativa a las políticas económicas regresivas “de arriba abajo”: se llama socialismo democrático y su defensor es el presidente Chávez, que habla y trabaja para la gente, en oposición a un estafador Obama que habla para la gente y trabaja para los ricos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

martes, 18 de octubre de 2011

AGRIETAR EL CAPITALISMO

AGRIETAR EL CAPITALISMO

EL HACER CONTRA EL TRABAJO

John Holloway

Cambiar el mundo sin tomar el poder, el anterior libro de John

Holloway, provocó un debate a nivel mundial al plantear que no

es desde el poder que pueden cambiarse radicalmente las

cosas. sin embargo, la cuestión de cómo hacerlo, de cómo

cambiar el mundo sin tomar el poder, permanecía abierta.

Este libro ofrece una respuesta sencilla: agrietar el capitalismo.

Crear grietas en el sistema de dominación capitalista de tantas

maneras como sea posible, y dejar que se extiendan, se multipliquen

y fluyan juntas.

Las grietas ya existen, podemos verlas. son espacios de rebelión

donde se afirma un tipo diferente de hacer. son, por ahora,

sólo intersticios, insuficientes, pero que marcan un camino. Es

desde ellas que comenzamos, desde lo particular, desde nuestro

enfado por un mundo que nos es cada vez más extraño y

más hostil. Es desde ellas que puede empezar a romperse la

noche oscura.

EL VIEJO TOPO

ACTUALIDAD HISTÓRICA DE

LA OFENSIVA SOCIALISTA

ALTERNATIVA AL PARLAMENTARISMO

István Mészáros

En este libro, István Mészáros argumenta por qué las clases

trabajadoras deben romper con la tradición de considerar al

Parlamento como el lugar central de la transformación social.

Mészáros sugiere que solo así las clases trabajadoras pueden

pasar de una actitud puramente defensiva a una ofensiva,

enfrentándose de ese modo al poder extraparlamentario que

ejerce el capital.

István Mészáros, filósofo marxista de origen húngaro afincado

en Gran Bretaña, es Profesor Emérito de la Univer sidad de

sussex. Es autor de numerosos ensayos, entre ellos El desafío

y la carga del tiempo histórico: El Socia lismo del siglo XXI, título

por el que obtuvo el Premio Li bertador al Pensamiento Crítico

2008 que otorga el Go bierno de la república Bolivariana de

venezuela.

sistema

El Viejo Topo 284 / septiembre 2011 / 27

los empresarios controlan a los políticos y a los medios informativos.

En otra paradoja, los socialdemócratas siguen recibiendo el

apoyo de millones de ciudadanos, en unas redes de adhesión

que, muchas veces, se encuentran en los orígenes familiares y

en las tradiciones de la izquierda europea, y en la momentánea

incapacidad de la izquierda (sobre todo, de los comunistas)

para levantar un bloque opositor. Pero la desafección aumenta

y casi la mitad de la población se abstiene en los procesos electorales.

El Parlamento ha dejado de ser, en buena parte, el lugar

de la discusión y del combate político para convertirse en un

escenario teatral, donde la gran mayoría de los diputados está

dispuesta a votar leyes antipopulares siempre que se mantengan

sus propios privilegios, sus elevados sueldos y dietas, su

escaso trabajo. Sin embargo, aunque hay que exigir el fin de los

privilegios de los políticos, no debe equivocarse el contrincante,

porque son los grandes empresarios, los banqueros, los

financieros y especuladores, los verdaderos responsables de

una política criminal que ha supuesto, sólo en España, que trescientas

mil familias se hayan quedado sin sus casas en los últimos

cuatro años.

Como ha hecho en otras ocasiones, ahora la socialdemocracia

se prepara para resistir en la oposición, recurriendo de

nuevo al más viejo oportunismo político elaborando programas

que no aplicaron cuando podían hacerlo, preparando el terreno

para volver a los gobiernos, si la población olvida. En Gran

Bretaña, después del fiasco de los años de Blair y de la breve

etapa de Gordon Brown, Ed Miliband plantea un suave giro

hacia la izquierda, al igual que en España Pérez Rubalcaba lanza

algunas propuestas levemente progresistas, e incluso se permite

criticar a la banca privada y a los paraísos fiscales, sin mayores

consecuencias, y pedir que la banca dedique una parte de

sus beneficios a la creación de empleo. Todo, para intentar eludir

la catástrofe electoral. Es cierto que, en Francia, el Partido

Socialista propone para las elecciones presidenciales de 2012

un programa que consiste en la creación de una banca pública,

en hacer pagar más a las grandes empresas y grandes fortunas

del país, a través de una reforma fiscal, y en un compromiso de

creación de empleo sobre todo para los jóvenes. No suena mal,

pero la socialdemocracia no ha dudado nunca en presentar

programas con un cierto atractivo cuando quiere re cuperar el

poder… y los ha olvidado en el momento de gobernar.

La socialdemocracia, que no ha tenido que soportar las feroces

campañas de descrédito que han acosado a los comunistas,

ni ha debido gestionar la demoledora evidencia del colapso de

la URSS, está en una situación de crisis abierta. Un reciente

artículo del presidente de la Internacional Socialista, George

Papandreu, firmado junto con el presidente guineano, Alpha

Condé, el presidente iraquí, Jalal Talabani, y el ex presidente

chileno Ricardo Lagos, se vanagloriaba del papel actual de la

so cialdemocracia en países como Ghana (con el gobierno de

John Atta Mills), Guinea, o Níger (cuyo presidente, Mahmadou

Issou fou, es, a su vez, vicepresidente de la Internacional So -

cialista). Papandreu (cuyo papel en Grecia se limita a imponer

por la fuerza a los trabajadores los programas de austeridad de -

cididos por la Unión Europea y el FMI) y sus compañeros

insistían en la necesidad de la socialdemocracia para asegurar

el crecimiento y crear puestos de trabajo, así como para definir

propuestas que graven las transacciones financieras y para

avanzar hacia una economía mundial más justa donde impere

la solidaridad con los más desfavorecidos. Pero la realidad es

muy distinta.

La socialdemocracia histórica ha muerto, y casi todos sus

partidos han experimentado una mutación ideológica, porque

sus propuestas conservadoras no son consecuencia de la crisis

económica que estalló en 2007, ni de su impotencia actual ante

banqueros, empresarios y especuladores: venían de antes. En

general, las filas de la Internacional So cialista son hoy un vivero

de socialdemócratas derrotados y neoliberales que mantienen

un vago discurso “progresista” que apenas se concreta después

en los actos de gobierno, y que están muy alejados de las preocupaciones

de la gente común. Se han convertido en un sin -

dicato de intereses, en una agrupación clientelista que asegura

puestos políticos con magníficos sueldos, negocios e influencias,

que coloniza sectores de la administración pública y

des pilfarra los recursos del Estado: con todas las excepciones

de rigor (que cada vez son menos) los socialdemócratas se

han transformado en unos perfectos profesionales de la po -

lítica que buscan su ex clusivo interés. Y, ante las evidencias

del pillaje capitalista, la socialdemocracia ha quedado reducida

a ser el rostro benigno del sistema, una desolada impotencia

o un cómplice necesario, un ruin sindicato oportunista

que quiere salvar sus privilegios o un círculo partícipe de la

sangría. Si la Internacional Socialista recordase sus orígenes,

podríamos preguntarle: ¿Tu vida (socialdemócrata) se parece a

un fracaso?

Mientras se reclama el derecho al sufragio en el

norte de África y en el mundo árabe, los ciudadanos

europeos se dan cuenta de que votar no sirve para

viernes, 14 de octubre de 2011

Entrevista a Eric Toussaint

Entrevista a Éric Toussaint
"El eslabón más débil en Europa son los bancos"
Màrius Fort
La Vanguardia
El profesor Éric Toussaint ha escrito y coordinado junto a Damien Millet una obra coral titulada La deuda o la vida (Editorial Icaria). En vísperas de una manifestación este sábado, 15 de octubre, en diferentes ciudades de Europa de los llamados indignados -cuyo epicentro estará en Bruselas- la cuestión de la deuda soberana y de la crisis de la zona euro cobran un mayor protagonismo si cabe. Toussaint, presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CATDM), ofrece en su último libro su perspectiva acerca de la actual situación de crisis que atraviesa Europa y que, según sus palabras, no dista mucho de lo sucedido en países de América Latina en los años 80 y 90 del siglo pasado.
El título del libro es La deuda o la vida. Dicho así parece que alguien nos está robando.
Claro que nos roban. Los grandes accionistas de los bancos continúan teniendo hoy toda la libertad para hacer lo que les plazca, a pesar de la crisis, a pesar de los aspectos más controvertidos de sus actividades. Aspectos que, cabe recordar, provocaron precisamente la crisis en el 2007, una crisis iniciada en Estados Unidos y que finalmente contagió a Europa. Y a pesar de sus nefastas actividades, ni Estados Unidos ni nadie ha tomado realmente medidas para disciplinar a estas instituciones que ahora, otra vez, están varias de ellas al borde de la quiebra, como ha sucedido con el banco franco-belga Dexia, que ha tenido que ser rescatado por segunda vez, exactamente tres años después de un primer rescate. Hay que tener en cuenta que las instituciones bancarias están tan interconectadas entre ellas que la quiebra de una o de dos puede tener un efecto desastroso sobre el conjunto del sistema financiero. No hay que subestimar los peligros actuales en este aspecto.
¿Por qué los mercados no acosan a Francia y Alemania, que cuentan con una deuda pública superior a la de España?
Los mercados, es decir, los grandes bancos, los fondos de pensiones, las aseguradoras, lo que llamamos inversores institucionales, especulan con los eslabones débiles de la Unión Europea, y los eslabones débiles ahora son países como Grecia, Portugal, Irlanda, España o Italia. No hay duda que en un año, o quizá menos, también se especulará contra Francia y contra Bélgica, mi país. Creo que es cuestión de semanas o meses en el caso belga. Su spread actual es de más de 200 puntos básicos. Es más fácil atacar los eslabones más débiles de una cadena que empezar por atacar a los más fuertes. Esto no quiere decir que vayan a parar. España e Italia serán los siguientes, después Francia y quizá, por último, Alemania. Nadie en la Union Europea puede considerarse inmune frente a mercados que actuan en total libertad para sacar provecho de la situación obteniendo beneficios a corto plazo. Lo grave es que estos mismos especuladores están en estos momentos en una situación virtual de quiebra. Es una situación escandalosa.
¿Los propios bancos que salvan los países atacan a esos países?
Exactamente. Los Estados están ayudando a los bancos a seguir desestabilizándolos. Es la pura verdad, es lo que está ocurriendo. No es una visión ideológica, es la lectura de la pura realidad.
Eso es casi como decir que el sistema se come a sí mismo.
De alguna manera, porque para los banqueros y otras instituciones financieras lo único que cuenta es el máximo beneficio a corto plazo. No tienen una visión a largo plazo, porque ellos piensan que los riesgos que tomen a medio o largo plazo serán rescatados por las instituciones públicas para reducir o eliminar sus pérdidas.
Como presidente del CATDM, ¿cree que se ha aprendido algo de las enseñanzas de los 30 años de ajuste estructural en los países, por ejemplo, de América Latina?
Los gobiernos de Europa demuestran que no quieren sacar lecciones de los 30 años de neoliberalismo en América Latina. Desde la Comisión Europea (CE) a los gobiernos nacionales, y por supuesto, el Gobierno del Estado español, se implementan políticas de ajuste, de reducción del gasto público, que deprimen la demanda global y generan un crecimiento reducido o simplemente recesión. Incluso Alemania, que había logrado sacar ventaja de la situación porque había logrado tener un superávit comercial con los países de la periferia europea (Grecia, Portugal, España), ha entrado ahora en dificultades económicas. Toda Europa está implementando el mismo tipo de política y los modelos basados en lograr crecimiento a través de exportaciones no funcionan, más que nada porque todos hacen lo mismo. He estado cinco veces en América Latina y varios altos representantes de diferentes gobiernos me han preguntado: "¿Cómo es posible que los gobiernos de Europa no hayan sacado lecciones de nuestra experiencia y estén empeñados en repetir los mismos errores?".
¿Qué comparación hace usted entre plan de ajuste en África, es decir plan de ajuste estructural del FMI, y los planes de austeridad en Europa?
Pienso que existe un paralelismo evidente. Son las mismas medidas del llamado Consenso de Washington, que están implantando en Europa. ¿Cuáles son esas medidas? Recorte del gasto público, despidos masivos de los funcionarios públicos, importantes privatizaciones, aumento de los impuestos indirectos tipo IVA, cambios en el mercado laboral, cambios en el sistema de jubilación (aunque en el caso de África nunca hubo jubilación, obviamente, pero sí en varios países de América Latina). Es exactamente el mismo esquema que produce una degradación de las condiciones de vida y resultados económicos muy pobres en términos de crecimiento.
Todo esto que cuenta me recuerda a aspectos que vivimos muy de cerca estos días.
Pues sí. Los acuerdos dictados por la troika (CE, FMI y BCE) a Grecia, Portugal e Irlanda son exacamente las medidas que se implementaron en América Latina durante las épocas del mandato de Carlos Menem en Argentina, medidas que desembocaron finalmente en el desastre y la rebelión de 2001, el famoso corralito. Europa está viviendo más o menos la situación de América Latina de la década de los 80 y los 90. La gente empieza ahora a entender el desastre que representa todo esto. Le costó años a América Latina levantar el vuelo. Espero que Europa no atraviese 10 o 15 años de neoliberalismo. Espero que gracias a la conciencia social, a la movilización de la ciudadanía, se va a dar un vuelco para cuestionar la legitimidad de la deuda pública, que aumenta porque se transfiere deuda privada a los gobiernos. En España, la deuda pública representa solamente el 17% de la deuda total. Está claro que la tendencia es transferir deuda privada al gobierno español, como ha ocurrido en casos emblemáticos como el de Irlanda, donde un país modelo, de déficit cero, de paro nulo, ha visto como con la quiebra de los bancos y la exposición de la burbuja inmobiliaria se encuentra ahora con un endeudamiento público masivo porque el tesoro público tuvo que asumir el coste del rescate bancario. Esto está todavía en camino en un país como España.
Este fin de semana, Merkel y Sarkozy parecen haber llegado a un acuerdo "total", "una solución duradera para los problemas de Europa". Y Barroso ha presentado un plan para recapitalizar la banca. ¿Qué opina del papel de la CE en esta crisis?
Los planes actuales de la CE siempre tienen un gran atraso. Ahora están respondiendo a la fase previa de la crisis. Tanto a nivel de la metodología como a nivel del volumen a disposición del Fondo Europeo de Estabilidad para intervenir. Este fondo, que llega a 440.000 millones de euros, es totalmente insuficiente, incluso si duplican, y ese fondo tiene que intervenir en Grecia, Portugal, Irlanda, España, etcétera. Se está ofreciendo el mensaje a la opinión pública que todo está bajo control cuando en realidad el suelo está derrumbándose bajo sus pies.
¿Caerá Grecia?
Para mi, el eslabón más débil en Europa son los bancos. Se habla mucho de Grecia pero en realidad los más frágiles ahora son los bancos. Dexia ya es un claro ejemplo, pero también BNP Paribas, Société Generale, la misma Deutsche Bank, Intesa Sanpaolo en Italia y hasta grupos como Santader y BBVA. Esa es mi opinión. Veremos en los meses que vienen quién realmente se encontrará con más dificultades, si los bancos o Grecia, Portugal o Irlanda.
En su libro menciona a menudo la "doctrina del shock" de Naomi Klein. ¿Nos hemos quedado sin narrativa, sin historia, estamos desorientados?
Lo que estamos viviendo es la implementación de la estrategia descrita por Naomi Klein, llamada "la estrategia del shock". Por ejemplo, hace unos días, el Corriere de la Sera reveló el contenido exacto de la carta del BCE a Italia que le hizo llegar a inicios del mes de agosto. Allí está la descripción exacta de la "estrategia del shock". Más que recomendaciones era un dictado sobre temas que no son para nada de la competencia del BCE. Ejemplos: la creación de los convenios colectivos del mercado laboral. Es una intromisión de instituciones multilaterales que no incluyen en su misión cuestiones como el mercado laboral. Todo el mundo sabe que el objetivo del BCE es combatir la inflación. Lo que digo en el libro es que en 2008-2009 tuvimos un pequeño lapso de tiempo en el que todavía no se implementaba totalmente la "estrategia del shock" pero que a partir de 2010-11 estamos en la parte agresiva de su implementación y es fundamental para mi lo que puede ocurrir el 15 de octubre. Los indignados, sean de donde sean, ahora en Bruselas, protestan porque ven que se favorece a unos intereses privados contra los intereses de la mayoría. Y eso es una pérdida total de confianza de una parte importante de la ciudadanía respecto a los que nos gobiernan.
¿Qué alternativas sugiere usted en su libro?
Es necesaria una solución radical sobre el tema de la deuda pública a través de un proceso de auditoría para identificar la parte ilegítima y repudiarla; eso implica movilización social porque los gobiernos actuales no están para nada convencidos de ese camino. Segundo, realmente no podemos seguir dejando a los bancos actuar como lo hacen, por eso hay que socializarlos como entidades y no a sus pérdidas; los poderes públicos deben adueñarse de un instrumento para tener un sector público de crédito para la población y para incentivar la economía, crear empleo, etcétera. Precisamos de una nueva disciplina financiera, rigurosa, repecto a los mercados financieros.
Realmente, como dijo aquel trader en la BBC, Alessio Rastani, "Goldman Sachs domina el mundo".
Goldman Sachs 8GS) tiene una gran influencia pero no domina el mundo, al menos no todo. Mario Draggi, el futuro presidente del BCE, es un hombre de GS. También ha sido alto funcionario del Banco Mundial. Los mandatarios políticos terminan a menudo siendo miembros del consejo de administración de grandes empresas y viceversa. Y eso es en agradecimiento de sus ayudas y también porque las empresas industriales y financieras quieren usar esa influencia para hacer lobbies sobre los gobiernos. Tendríamos que sanear todo esto y que no haya conflicto de intereses entre mandatarios politicos y accionistas privados. Un político no puede pasar así como así al sector privado, al menos debe haber cinco diez años de distancia.
¿Por qué considra la deuda de muchos países europeos, entre ellos España, ilegítima?
Porque es el resultado de una política deliberada, injusta, que no respeta el principio fundamental de derecho, que es la equidad. Primero hubo una reforma fiscal neoliberal de reducción de la contribución tributaria de las familias más ricas, no hablo de la clase media, hablo del 5-10% más rico. Son ellos los que se benefician de estas políticas, y también las empresas privadas, que pagan muchos menos impuestos por sus ganancias. Entonces, los Estados tuvieron que financiar su presupuesto con más deuda; éste es el primer fenómeno. El segundo, es que la crisis ha sido provocada por las aventuras de los promotores inmobiliarios, que son grandes firmas privadas, y todo el sistema de crédito hipotecario, y eso generó la explosión de la burbuja inmobiliaria, y provocó una recesión económica que obligó al Estado a tratar de mantener algún nivel de crecimiento, que supuso un coste que hizo aumentar la deuda pública. Esa acumulación de deuda pública, que en España no ha llegado a un nivel comparable a Grecia, Italia o Irlanda, es el resultado de una política nefasta que ha favorecido a los responsables de la crisis, que siguen beneficiándose de las políticas de los gobiernos. Por eso hablamos de ilegitimidad. Un gobierno puede ser democrático y emitir deuda y que a nivel legal no tenga vicios, pero a nivel de legitimidad no tiene esa legitimidad por no respetar el principio de equidad.
http://www.lavanguardia.com/economia/20111013/54230066327/eric-toussaint-el-eslabon-mas-debil-en-europa-son-los-bancos.html

CARTA A LAS IZQUIERDAS

Carta a las izquierdas

Boaventura de Sousa Santos
Carta Maior


No pongo en duda la existencia de un futuro para las izquierdas, pero su futuro no será una continuación lineal de su pasado. Definir aquello que las izquierdas tienen en común equivale a responder a la pregunta: ¿qué es la izquierda? La izquierda es un conjunto de posiciones políticas que comparten el ideal de que todos los seres humanos tienen el mismo valor y constituyen el valor supremo. Este ideal es puesto en duda siempre que hay relaciones sociales de poder desigual, es decir, de dominación. En este caso, algunos individuos o grupos satisfacen algunas de sus necesidades transformando a otros individuos o grupos en medios para sus fines. El capitalismo no es la única fuente de dominación, aunque es una fuente importante.
Las diferentes formas de entender este ideal han provocado varias divisiones. Las principales han surgido de respuestas opuestas a las preguntas siguientes. ¿Puede el capitalismo ser reformado con el fin de mejorar la suerte de los dominados o esto sólo es posible más allá del capitalismo? ¿La lucha social debe ser conducida por una clase (la clase obrera) o por diferentes clases o grupos sociales? ¿Debe llevarse a cabo dentro de las instituciones democráticas o fuera de ellas? ¿El Estado, en sí mismo, es una relación de dominación o puede ser movilizado para combatir las relaciones de dominación?
Las respuestas opuestas a estas preguntas estuvieron en el origen de violentas divisiones. En nombre de la izquierda se cometieron atrocidades contra la izquierda; pero, en su conjunto, las izquierdas dominaron el siglo XX (a pesar del nazismo, el fascismo y el colonialismo) y el mundo se volvió más libre e igual gracias a ellas. Este corto siglo de todas las izquierdas terminó con la caída del Muro de Berlín. Los últimos treinta años se han caracterizado, por un lado, por una gestión de ruinas e inercias y, por el otro, por la emergencia de nuevas luchas contra la dominación, con otros actores y lenguajes que las izquierdas no pudieron entender.
Mientras tanto, libre de las izquierdas, el capitalismo volvió a mostrar su vocación antisocial. Vuelve a ser urgente reconstruir las izquierdas para evitar la barbarie. ¿Cómo recomenzar? Con la aceptación de las siguientes ideas:
1) El mundo se ha diversificado y la diversidad se ha instalado dentro de cada país. La comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo; no hay internacionalismo sin interculturalismo.
2) El capitalismo concibe la democracia como un instrumento de acumulación; si es necesario, la lleva a la irrelevancia y, si encontrara otro instrumento más eficiente, prescindiría de ella (el caso de China). La defensa de la democracia de alta intensidad es la gran bandera de las izquierdas.
3) El capitalismo es amoral y no entiende el concepto de dignidad humana; su defensa es una lucha contra el capitalismo y nunca con el capitalismo (en el capitalismo, hasta las limosnas sólo existen como relaciones públicas).
4) La experiencia del mundo muestra que hay muchas realidades no capitalistas, guiadas por la reciprocidad y el cooperativismo, a la espera de ser valoradas como el futuro dentro del presente.
5) El siglo pasado reveló que la relación de los humanos con la naturaleza es una relación de dominación contra la que hay que luchar; el crecimiento económico no es infinito.
6) La propiedad privada sólo es un bien social si es una entre varias formas de propiedad y todas están protegidas; hay bienes comunes de la humanidad (como el agua y el aire).
7) El corto siglo de las izquierdas fue suficiente para crear un espíritu igualitario entre los seres humanos que se distingue en todas las encuestas; éste es un patrimonio de las izquierdas que ellas mismas están dilapidando.
8) El capitalismo necesita de otras formas de dominación para florecer (del racismo al sexismo y la guerra) y todas deben ser combatidas.
9) El Estado es un animal extraño, mitad ángel, mitad monstruo, pero sin él muchos otros monstruos andarían sueltos, insaciables en busca de ángeles indefensos. Mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca.
Con estas ideas seguirán siendo varias las izquierdas, aunque ya no es probable que se maten las unas a las otras y es posible que se unan para detener la barbarie que se aproxima.