EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

domingo, 19 de abril de 2020

La situacion de la economia mundial al principio de la gran recesion COVID-19

Análisis
Situación de la economía mundial al principio de la gran recesión Covid-19
19/04/2020 | François Chesnais
A medida que la pandemia se extiende con una ferocidad imprevista, particularmente en Estados Unidos, las estimaciones de la profundidad de la recesión que ya empezó, y de sus impactos diferenciados en diversos sectores de la economía mundial, han venido variando constantemente. Durante varias semanas el punto de referencia aplicable fue la crisis económica y financiera de 2007-2009 y la recesión subsiguiente. Pero desde el momento en el que las cifras del desempleo en Estados Unidos fueron publicadas, se habla de una depresión de una magnitud que podría aproximarse a la Gran Depresión de la década de 1930.
A estos dos puntos, este artículo añade una tercera referencia: en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, la deuda pública de ciertos Estados, entre ellos el Reino Unido y Francia había alcanzado niveles muy altos, a los que nos acercamos hoy. En el artículo analizamos, en primer lugar, la situación de la economía mundial en vísperas de la pandemia, centrándonos en las características del período 2009-2019. A continuación, examinamos la capacidad actual del capitalismo mundial para recuperarse, para reanudar la acumulación durante un largo período de tiempo, comparándola con la que tenía en la década de 1930 y en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial.
A este respecto vamos a estudiar varios indicadores, entre ellos el costo creciente del componente variable (llamado capital circulante) del capital constante y las características actuales de la tecnología. El artículo concluye con una pregunta que será crucial sobre el nivel y la carga de la deuda pública, pero también de la deuda de los hogares, a tal punto crucial que la anulación de la deuda se convierte en una reivindicación política que puede ser comprendida fácilmente por un gran número de trabajadores. El jueves 9 de abril de 2020, Christine Lagarde [presidenta del Banco Central Europeo, abogada, dirigente de grandes empresas, ex directora del FMI (Fondo Monetario Internacional), su fortuna personal rodea los 150 millones de euros: ndt] se manifestó enérgicamente en contra de la idea, por supuesto.
1. Estado de la economía mundial en la antesala de la pandemia
A finales de 2019, doce años después del estallido de la crisis económica y financiera mundial de 2007-2008, todavía no se había producido una verdadera salida de la crisis ni una reanudación de la acumulación en los países avanzados de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), al mismo tiempo que en China el ritmo de crecimiento se había enlentecido. En realidad, la gran recesión que comenzó hace doce años nunca se terminó. Aunque según las convenciones estadísticas, la recesión que comenzó en diciembre de 2007 en Estados Unidos terminó en junio de 2009, los economistas de habla inglesa designan el período abierto por la crisis mundial, que culminó con el colapso de Lehmann Brothers en octubre de 2008, como la Gran Depresión. Este nombre se justifica plenamente por la clara ruptura con el período precedente, fundamentalmente con la larguísima fase de crecimiento iniciada a finales de los años 40. El gráfico [ver enlace en A l´encontre al final de este artículo, o en el sitio de Correspondencia de Prensa: ndt] muestra que el crecimiento se redujo gradualmente a niveles muy bajos en 1974-1975 y 1979-1982, pero que recién se interrumpió realmente en 2008-2009[1].

Antes del inicio de la pandemia, las perspectivas de crecimiento de la economía mundial para el año 2020 publicadas por la OCDE eran del 2,9%. A principios de 2020, la producción industrial de los Estados Unidos había caído, según los cálculos de la FED [Reserva Federal, banco central estadounidense: ndt], 0,4% con respecto a su nivel en el mismo mes del año anterior[2]. En Alemania, la segunda economía más grande de la OCDE, la producción industrial cayó un 1,7% en octubre de 2019. La industria alemana, que depende de las exportaciones, se vio afectada por la desaceleración endógena del crecimiento chino, por los malos resultados de los países vecinos de Europa y por el impacto del Brexit en los proyectos de inversión de la Unión Europea [UE][3].

La crisis de la economía mundial empieza antes de la pandemia, y muchos parámetros han cambiado en comparación con el período de crisis de 2007-2008. No sólo se trata de la pérdida de eficacia de los instrumentos monetarios, de la pérdida de efectividad de las intervenciones de los bancos centrales y del elevado nivel de la deuda pública, sino también de la capacidad de acción de la burguesía mundial. En 2009, la profundización de la recesión mundial y la disminución de la producción y del comercio fueron frenadas por las enormes inversiones en infraestructura realizadas por China. Pero en 2020, China ya no está en condiciones de hacer lo mismo. De manera contradictoria, China ha sido simultáneamente el principal escenario de sobreacumulación mundial[4] y un país que se vio afectado inmediatamente por las consecuencias económicas de la pandemia. En lo que respecta a las relaciones internacionales, el régimen interestatal relativamente cooperativo de 2009, cuando se creó el G-20, ha dado lugar a una intensa rivalidad comercial y a un aumento significativo del proteccionismo del que Estados Unidos es el principal responsable. Por último, doce años más de explotación de los recursos básicos han llevado a un aumento de los precios de las materias primas básicas bajo el efecto de una incipiente escasez de los recursos mineros y de la degradación del suelo, mientras que el calentamiento global está empezando a afectar a todos los países.
2. La Gran Recesión no ha reducido la sobreacumulación del capital productivo
La recesión específica del Covid-19 afecta a una economía mundial caracterizada por la sobreacumulación de capital productivo de diversos grados de importancia, en función de la industria. Es un indicio de la no resolución de la "gran recesión", ya que la condición sine qua non para cualquier salida más o menos duradera de una gran crisis -y a fortiori de una depresión- es una fuerte desvalorización/destrucción física del capital productivo y la inversión del movimiento de la tasa de ganancia correspondiente. ¿Qué sabemos sobre la devaluación física/destrucción del capital productivo en los años 2010? (La destrucción o más bien la no destrucción del capital monetario ficticio se discutirá más adelante). En el caso del sector manufacturero, se dispone de dos indicadores "aproximativos" (proxies) para identificarlo.
El primer indicador es la tasa de utilización de la capacidad productiva. El único país para el que existen estimaciones nacionales es Estados Unidos, donde la Reserva Federal calcula indicadores separados para los sectores manufacturero, minero y de servicios, así como un indicador sintético. En febrero de 2020 se situó en 77,0%, 2,8 puntos por debajo del promedio a largo plazo (1972-2019)[5].
Hay estimaciones mundiales disponibles para dos importantes industrias en las que la inversión china es muy significativa. La primera es la industria del acero. El informe de marzo de 2019 del Comité de Acero de la OCDE[6] constató que la producción mundial de acero bruto había aumentado un 4,8% en 2018, mientras que el crecimiento del consumo de acero se había reducido en la mayoría de las principales economías consumidoras del mismo. La capacidad mundial de fabricación de acero permaneció prácticamente inalterada en 2018, con 2.234 millones de toneladas métricas, después de haber disminuido en 2016 y 2017. Se estima que la brecha entre la capacidad y la producción de acero seguirá siendo elevada, con 425,5 millones de toneladas métricas en 2018. Si los proyectos anunciados por algunos países se cumplen y si no hay de cierres, la capacidad mundial de fabricación de acero podría aumentar entre un 4 y un 5% entre 2019 y 2021.
La otra industria es la automotriz, donde se hace la misma constatación, esta vez por parte de la profesión, de una "capacidad global que está por encima de la producción"[7], en particular para los vehículos ligeros. La producción mundial de vehículos ligeros se redujo en más del 2% en 2019 y se prevé que el aumento sea sólo de un 3% en 2020. 36 nuevas plantas fabricarán en 2020 y 16 más en 2021, lo que elevará el total a 758 plantas en todo el mundo. Como resultado de estas inversiones, la tasa media de utilización de la capacidad va a caer al 63% en 2019-2020. La mayor parte de esta nueva capacidad se encuentra en China, a pesar de la reciente desaceleración del mercado. El ritmo del incremento de la capacidad en el continente europeo ha sido de más del doble que el del crecimiento del mercado. En el estudio se estima que mientras que la capacidad de producción ha aumentado un 6% en los últimos tres años, el mercado se ha contraído un 1% en el mismo período.
El segundo indicador bruto es el de los gastos de publicidad. El gasto en publicidad ha aumentado constantemente y se espera que supere los 560.000 millones de dólares en 2019. Su tasa de crecimiento en 2019 fue del 4%, una tasa superior a la del PIB mundial (véase el primer cuadro) e incluso superior a la del comercio mundial, que creció sólo un 2,6% en ese mismo año. América del Norte es la región que más invierte en publicidad, seguida de Asia y Europa occidental. Estados Unidos invirtió más de 229.000 millones de dólares en publicidad en 2018, mientras que China, en segundo lugar, invirtió la mitad de esta suma. En 2017 el grupo de bienes de consumo Procter & Gamble fue el mayor anunciante del mundo con más de 10.000 millones de dólares en gastos de publicidad. Otros grandes anunciantes son Unilever, L’Oréal y Volkswagen. Este gasto, del que las principales plataformas han sido los instrumentos y que las han beneficiado ampliamente[8], no pudo evitar la disminución de la producción industrial en Estados Unidos y en Alemania y, más en general, que la producción industrial y el comercio mundial hayan caído desde los últimos meses de 2019.

La recesión que está empezando supondrá, al menos inicialmente, una agudización de la centralización/concentración del capital productivo, pero no su destrucción, dadas las medidas que los gobiernos están adoptando, obviamente, para apoyar a las empresas e impedir que quiebren.
3. La tendencia a la baja de la tasa de ganancia
La teoría marxista de la tendencia a la disminución de la tasa de ganancia y de los factores que la compensan (o, por el contrario, la agravan) constituye un marco analítico indispensable. Permite comprender los factores que subyacen a esta caída y las consecuencias que se derivan de ella, con la condición de situarlos históricamente. Al escribir esto quisiera evitar la presentación reductora que hace a veces Michael Roberts, que es en cierto modo el Papa de la teoría de la caída de la tasa de ganancia. En una reciente conferencia en Londres[9] invitó a un público de jóvenes eruditos a retener de Marx tres leyes. Lo cito: "1° La ley del valor: sólo el trabajo crea valor. 2° La ley de la acumulación: los medios de producción se incrementan para aumentar la productividad del trabajo y para dominar el trabajo. 3° La ley de la rentabilidad: las dos primeras leyes crean una contradicción entre el aumento de la productividad del trabajo y la disminución de la rentabilidad del capital. Esto sólo puede superarse mediante crisis recurrentes de producción e inversión; y a largo plazo, mediante la sustitución del capitalismo. La masa de beneficios puede y de hecho crecerá mientras que la tasa de ganancia cae, lo que asegura la continuidad de la inversión y la producción capitalista. Pero a medida que la tasa de ganancia sigue cayendo, el crecimiento de la masa de ganancia caerá hasta el punto de ’sobreacumulación absoluta’, el punto de ruptura de las crisis". Se ha visto más arriba que, tras un breve retroceso, la acumulación mundial de capital productivo manufacturero se ha mantenido a pesar de la gran recesión, especialmente como resultado de su acumulación en China, donde la inversión no está vinculada estrictamente a la exigencia de rentabilidad[10].
Roberts estima que su defensa de la ley de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia es muy minoritaria y cuenta con Alan Freeman como aliado al decir que "esta ley sigue siendo el único competidor digno de credibilidad en la competencia por explicar qué es lo que no funciona en el capitalismo". El problema consiste en no darle una formulación ahistórica. Esta formulación se expresa de dos maneras en Roberts. La primera es enunciar la ley en términos que trasciendan las sucesivas fases de desarrollo (capitalismo de libre competencia, capitalismo monopolista, capitalismo financierizado) que han sido identificadas por los marxistas (Hilferding, Lenin, los teóricos de la financierización) de las que Roberts hace poco uso. Así, en su largo libro La larga depresión, no aparece el nombre de Lenin. La otra forma tiene una apariencia histórica pero ignora la historia. Consiste en la elaboración de un movimiento secular de la tasa de ganancia decreciente, intercalado con fases de ascenso. Una diapositiva de Powerpoint de la conferencia de Roberts de febrero muestra la versión más reciente de una figura que muestra el movimiento de la tasa de ganancia durante más de 150 años, de la cual ya mostró versiones anteriores en 2012 y en 2015 [ver su blog: https://thenextrecession.wordpress.com/ ]

La solidez de los cimientos estadísticos de la curva no es tan obvia. En su trabajo de 2015[11], Roberts utiliza durante los primeros ochenta años el trabajo del argentino Esteban Maito, autor de una investigación que muestra una disminución del ritmo mundial desde 1869. Pone en línea un texto suyo en inglés[12] En The Long Depression escribe que "no importa cómo se mida la tasa de beneficios, todas las medidas utilizadas (las de Duménil y Lévy, Simon Mohun, Li Minqi, Anwar Shaikh y unas diez más) para Estados Unidos desde los años 40 muestran una baja secular"[13] Los cálculos hechos por el propio Roberts dan este resultado:

La forma en que un modo de producción caracterizado, según la figura 2, durante un siglo y medio por una rentabilidad decreciente, ha extendido su dominación en el planeta y ha impuesto en todas partes relaciones de producción basadas en la propiedad privada de los medios de producción y el trabajo asalariado merecería una explicación. Recordemos lo que Roberts dijo a sus oyentes: "las dos primeras leyes crean una contradicción entre el aumento de la productividad del trabajo y la baja de la rentabilidad del capital. Esto sólo se puede reconciliar con crisis recurrentes de producción e inversión; y, a largo plazo, con la sustitución del capitalismo". Al final de su libro de 2016, el autor se plantea la pregunta de si el capitalismo ha llegado a su "fecha de caducidad" (use-by date), el título del último capítulo, y Roberts responde que la depresión podría terminar en 2018 después de una nueva recesión profunda. Y termina diciendo que "ante la ausencia de una nueva guerra mundial devastadora (reconociendo así el papel de este tipo de guerras, dos veces en el siglo XX, F. Chesnais) el capitalismo terminará por recuperarse"[14]. No es la posición de Maito, de quien Roberts toma prestadas sus cifras, el que se inclina por la teoría del colapso: "Las crisis periódicas permiten una recuperación parcial de la rentabilidad a lo largo del tiempo". Esta capacidad de regeneración es un aspecto característico del capital y de la naturaleza cíclica de la economía capitalista. Pero el carácter periódico de estas crisis no ha impedido la tendencia a la baja de la tasa de ganancia a largo plazo. De manera tal que, en relación con estos discursos sobre la inagotable capacidad del capital para restablecer la tasa de ganancia y manifestar su vitalidad (...) es necesario afirmar a la luz de la evidencia empírica su inevitable carácter histórico efímero". Y Maito cita a Henryk Grossman, "A medida que las contra-tendencias se debilitan, los antagonismos del capitalismo global se agudizan gradualmente y la tendencia al derrumbe se acerca cada vez más a su forma final de hundimiento absoluto"[15].
4. Los cambios en la importancia relativa de los componentes del capital constante
Así entonces, estamos en la "nueva gran recesión" de la que Roberts hablaba en 2016. Al principio de su libro Roberts escribe: "Es la expansión que resulta de la rentabilidad la que genera de manera endógena (subrayado en el texto) la contracción. Esta última, por su parte, genera por sí misma la nueva fase expansionista"[16]. La gran recesión en la que hemos entrado no es el resultado de causas endógenas, sino de un hecho exógeno[17] inesperado y verdaderamente global, cuyo epicentro no se encuentra en Estados Unidos como en 2008. Es la continuación de la depresión no resuelta después de 2008. Es en este contexto que debemos examinar lo que queda de la hipótesis de Roberts sobre una "posible recuperación endógena".
Mi posición es que la hipótesis no será verificada, por razones que tienen que ver, en primer lugar, con los impactos económicos del "medio ambiente" (para resumir) y, en segundo lugar, con las características macroeconómicas de las tecnologías que han ido ganando terreno gradualmente en los últimos veinte años. Voy a basarme en los cálculos de Roberts sobre la composición orgánica del capital. El hecho destacado que merece ser explicado es su aumento después de 1997, mientras que la tasa de inversión disminuye.

Recordemos que la composición orgánica es una relación entre el capital invertido por las empresas en la producción, que es "trabajo muerto"[18] y que no puede crear valor sino que sólo lo transmite -lo que Marx llama capital constante- y lo que llama capital variable, es decir, la fuerza de trabajo comprada por las empresas que crea valor, cuya importancia depende de su productividad. Esta relación es el denominador para determinar la tasa de ganancia: cuando aumenta, la tasa de ganancia disminuye. La pregunta es qué se incluye dentro del capital constante. En su presentación de febrero, Roberts se centra en las máquinas y las fábricas y explica que "la ley de la acumulación dice que cuando los capitalistas dedican una parte cada vez mayor de sus beneficios a los medios de producción, la relación entre el valor de los medios de producción y el valor de la mano de obra empleada tenderá a aumentar". Es una ley de la expansión económica capitalista que esta relación, llamada composición orgánica de los aumentos de capital, aumente. La tendencia (la ley como tal) será que el crecimiento de la composición orgánica del capital sea mayor que cualquier aumento de la tasa de explotación y de la plusvalía. Como contra-tendencia, a veces, el aumento de la tasa de plusvalía superará el incremento de la composición orgánica del capital, pero no de forma indefinida. A veces, la disminución del costo de las nuevas tecnologías ocasionará una disminución de la composición orgánica del capital (la composición valor disminuirá), pero la mayoría de las veces esto no es así."
Pero hemos visto un aumento de la composición orgánica mientras que la tasa de inversión bajaba.

El movimiento estadounidense se inscribe en un movimiento global que afecta a todos los países, tal como lo ha señalado el FMI.

La consecuencia de esta "falla" de la ley, para usar el término usado por Roberts, nos obliga a mirar más de cerca el capital constante y a descomponerlo en "capital fijo" y "capital circulante", en máquinas por un lado y en materias primas y energía por el otro[19]. El costo de las materias primas y de la energía debe situarse en el primer lugar de los factores que afectan el nivel de la composición orgánica, y también hay que ver si es posible cuantificar los impactos del cambio climático en la acumulación de capital productivo. Por lo tanto, es necesario comenzar a buscar indicadores que tengan el valor de proxies.
5. El aumento del precio de las materias primas, y entonces del costo del capital constante circulante
Un estudio de McKinsey[20] llega a conclusiones que respaldan firmemente la hipótesis de que el aumento de los precios de las materias primas explica el aumento de la composición orgánica que se muestra en la figura 4. Sin embargo, otro estudio llega a conclusiones significativamente diferentes, estableciendo que los precios de las materias primas siguen el ritmo del crecimiento del PIB mundial, con un pico de precios en los años anteriores a la recesión mundial de 1974-1976, un nuevo aumento a partir de 2000, y luego una caída de los precios después de 2008, que se vio reforzada por la desaceleración del crecimiento de China[21].
El estudio de McKinsey, del que está sacada la figura 7, señala en primer lugar que el movimiento de los precios de las materias primas ha cambiado brusca y radicalmente desde principios de siglo. Durante el siglo XX, los precios en términos reales cayeron un promedio de algo más de 0,5 % por año. Pero desde el año 2000, en promedio, los precios se han más que duplicado. También ha aumentado considerablemente la inestabilidad de los precios desde principios de siglo. La oferta de materias primas, señala el equipo de McKinsey,
"parece adaptarse cada vez con más dificultad a los cambios de la demanda porque el acceso a las nuevas reservas es más difícil y más costoso. Por ejemplo, el petróleo en alta mar requiere técnicas de producción más sofisticadas. La tierra cultivable disponible no está interconectada con los mercados finales debido a la falta de infraestructuras. Los recursos minerales deben desarrollarse cada vez más en regiones de alto riesgo político. Estos factores no sólo aumentan el riesgo de interrupciones del suministro, sino que también es menos flexible. A medida que la oferta se hace cada vez más insensible a la demanda, incluso pequeños cambios en la demanda pueden dar lugar a importantes cambios en los precios. Los inversores pueden ser desalentados por la incertidumbre de los precios de las materias primas y se sienten menos dispuestos a invertir en nuevas iniciativas de productividad de la oferta o de los recursos". En tercer lugar, los precios de los diferentes tipos de productos básicos han estado cada vez más estrechamente correlacionados. Además de la demanda china "hay otros dos factores importantes. En primer lugar, los recursos básicos representan una proporción significativa de los costos de los insumos de otros recursos. Por ejemplo, el aumento de los costos de la energía en la producción de fertilizantes conlleva un aumento de los costos de producción en la agricultura. En segundo lugar, los avances tecnológicos permiten una mayor sustitución entre los recursos en la demanda final, por ejemplo, los biocombustibles combinan la agricultura y los mercados de la energía".

A corto plazo, según los expertos de McKinsey, la economía mundial no se enfrenta a una escasez absoluta, pero "el aumento de los costos marginales de la oferta parece ser omnipresente, poniendo un piso bajo a los precios de muchos productos básicos". En lo que respecta a los precios de la energía (en términos nominales), su nivel aumentó 260% desde 2000, debido principalmente al aumento de los costos de la oferta y a la rápida expansión de la demanda en los países no pertenecientes a la OCDE. En el futuro, la fuerte demanda de los mercados emergentes, las fuentes de aprovisionamiento más difíciles, las mejoras tecnológicas y la incorporación de los costos ambientales determinarán la evolución de los precios. En el caso de los metales, los principales impulsores de la evolución de los precios durante el siglo XX fueron los avances teconológicos y el descubrimiento de nuevos yacimientos con bajos costos de explotación. Sin embargo, desde el año 2000, los precios de los metales (en términos nominales) aumentaron un promedio de 176% (8% anual). Por último, desde el 2000, los precios de los alimentos (en términos nominales) han aumentado casi un 120% (6,1% anual) debido a la contracción del ritmo de aumento de los rendimientos, al aumento de la demanda de forraje y combustible, las "crisis de la oferta" (sequías, inundaciones y variaciones de temperatura), la disminución de las reservas de estabilización mundiales y las medidas políticas (por ejemplo, algunos gobiernos de las principales regiones agrícolas prohíben las exportaciones). Los precios nominales de los productos agrícolas no alimentarios, como la madera, el algodón y el tabaco, han aumentado entre un 30 y un 70% desde 2000. Los precios del caucho han aumentado más del 350% porque la oferta se ha reducido al mismo tiempo que ha aumentado la demanda de neumáticos para vehículos en las economías emergentes. En el futuro, la producción agrícola estará regida por la demanda de los grandes países emergentes como China, los riesgos climáticos y de los ecosistemas, la expansión urbana sobre las tierras cultivables, la demanda de biocombustibles y como efecto de contrapeso, las posibles mejoras de la productividad.
6. La tecnología no supone un gran impulso para la acumulación
Llegamos aquí al tema que abordé en un artículo publicado en A l’encontre en 2019: saber si las nuevas tecnologías tendrán las características necesarias para ser la fuerza motriz de la reactivación de la acumulación[22]. Aunque tenga un valor científico limitado, podemos utilizar la división que se hace comúnmente entre la process technology, la tecnología de los procesos de producción y la product technology, la tecnología que materializada en productos, en mercaderías. Comencemos con la tecnología de procesos, donde los avances cualitativos se relacionan con la difusión interindustrial de la robótica, en la que Ernest Mandel fue el primer marxista en interesarse, ya en 1972[23]. La introducción de los robots significa una modificación radical de la relación entre el capital constante y el variable. La contradicción entre la búsqueda de la productividad y el uso de la fuerza de trabajo como única fuente de valor y plusvalía hasta sus límites extremos. Significa que la masa de plusvalía disminuye mientras que su tasa expresada por la productividad aumenta. Ernest Mandel fue el primero en establecer el mecanismo con claridad y también en sacar conclusiones particularmente sombrías del mismo:
"La extensión de la automatización más allá de un cierto límite conduce, de manera inevitable, primero a una reducción del volumen total del valor producido y luego a una reducción del volumen de plusvalía realizada. Esto lleva a una "crisis de derrumbe" combinada de manera cuádruple: una enorme crisis de disminución de la tasa de ganancia; una grave crisis de realización (el aumento de la productividad laboral que implica la robótica extiende la masa de valores de uso producidos a una tasa aún más alta que la tasa de reducción de los salarios reales y una proporción creciente de estos valores de uso se vuelve invendible); una profunda crisis social; y una dramática crisis de "reconversión" [en otras palabras, de la capacidad de adaptación del capitalismo] a través de la desvalorización - las formas específicas de destrucción del capital que amenazan no sólo la supervivencia de la civilización humana, sino incluso la supervivencia de la humanidad o la vida en nuestro planeta."[24]
Hoy sabemos que el calentamiento global es una amenaza para la sobrevivencia de la civilización humana. La robotización no se ha llevado a cabo al ritmo y a la escala que Mandel temía. Uno de los primeros ensayos realizados por dos investigadores de la Universidad de Oxford en 2013 estimó que el 47% de los oficios en los Estados Unidos podrían realizarse con máquinas automatizadas. Luego hubo muchos otros ensayos de este tipo. Las conclusiones difieren ligeramente de uno a otro, pero todos apuntan en la misma dirección. El ritmo es más lento que un "salto cualitativo". El estudio publicado en 2017 por McKinsey estima que el 55% de los empleos japoneses, el 46% de los estadounidenses y el 46% de los de las cinco mayores economías europeas desaparecerán debido a la informatización del trabajo para 2030[25]. El más reciente y conservador es el publicado por la OCDE en abril de 2019, en el que la informatización y la robotización harían desaparecer el 14% de los empleos en un plazo de 20 años[26]. Los principales sectores de empleo con una probabilidad del 50 al 70% de ser automatizados son los que la OCDE define como "medianamente cualificados", "cuya naturaleza rutinaria hace que sea relativamente fácil codificarlos en un conjunto de instrucciones que una máquina puede realizar". En otras palabras, los trabajadores calificados, operadores de máquinas, trabajadores de líneas de montaje o empleados que realizan tareas administrativas rutinarias. Los índices de crecimiento de la productividad total de los factores que se muestran en la figura 8 apuntan a un uso todavía limitado por el capital de la IA (inteligencia artificial) en la industria.

Veamos ahora la product technology, las tecnologías incorporadas en los nuevos productos. Aquí, su capacidad de servir de estímulo a la acumulación depende de la cantidad de inversión que implica su introducción, tanto en la rama industrial donde nacen o que convierten en necesaria como en las ramas vecinas, así como de la importancia de la demanda que su utilidad social les permite crear. Las tecnologías que han surgido aproximadamente en los últimos 15 años han sido examinadas por el economista estadounidense Robert Gordon en investigaciones publicadas en 2012 y 2016. Gordon toma como referencia o benchmark "las tres ’tecnologías de uso general’ más fundamentales de la segunda revolución industrial [que comenzó en la década de 1890 y se extendió hasta la década de 1970, F..Chesnais.] que dieron lugar a decenas de inventos que cambiaron la vida". Se trata de la electricidad, el motor de combustión interna y el teléfono inalámbrico."[27]
Más cerca de nosotros, las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) condujeron a un paréntesis en el crecimiento de la productividad en la segunda mitad del decenio de 1990, debido a una caída, que no se ha vuelto a producir, del costo de la velocidad y la capacidad de memoria de las computadoras y a un aumento sin precedentes de la parte del PIB dedicada a la inversión en investigación y desarrollo y equipos iniciales. Los avances realizados desde finales de los años 80 hasta la explosión de la burbuja dot.com de 2001 serán difíciles de superar. Gordon examina los últimos avances en los pequeños robots, de la inteligencia artificial, la impresión 3D y los vehículos sin conductor y afirma que sus efectos macroeconómicos serán muy reducidos. Otra área que Gordon no incluyó en su lista es la geoingeniería climática.

La geoingeniería climática abarca un amplio espectro de tecnologías, que son muy controvertidas, por los riesgos mundiales que entrañan y son a la vez muy costosas[28]. Los proyectos faraónicos beneficiarían al pequeño círculo de grandes laboratorios y grupos industriales de la industria armamentista, cuyas repercusiones tecnológicas e industriales así como su capacidad de arrastre no son las mismas que en los períodos anteriores[29].
7. Un endeudamiento mundial muy elevado
La economía mundial está entrando en recesión con un nivel de deuda muy alto. Exactamente con 87.000 millones (billón) de dólares más de deuda global que al comienzo de la crisis financiera de 2008[30]. Esta deuda tiene raíces que remontan a finales de los años 70 y 80, que describí en el marco de un análisis marxista[31]. Hubo un salto cualitativo en la segunda mitad de los años 90. Dirigida por el sector financiero, desembocó en la gigantesca crisis financiera de 2007-2008, seguida por la de la deuda pública.

Durante la crisis de 2007-2009 hubo un momento, breve, de destrucción de capital ficticio bajo la forma de baja en la caída de los precios de las acciones en el mercado bursátil, de una disminución de las emisiones de bonos privados y de una la casi suspensión de los préstamos a los hogares. Así pues, entre 2008 y 2012 el nivel de endeudamiento mundial disminuyó un poco, pero todavía muy modestamente. La evaluación del Instituto Mundial McKinsey en 2015 fue "mucha deuda y poco desendeudamiento" (not much deleveraging)[32]. Luego, a partir de 2017, como se muestra en la figura 12, la deuda retomó una curva ascendente debido al continuo crecimiento de las emisiones de deuda pública en las "economías maduras" y de las obligaciones emitidas por bancos y empresas en las "economías emergentes", nombre que el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) y otras organizaciones financieras internacionales, dan a los países con un estatus económico colonial y semicolonial[33].

El endeudamiento público aumentará rápidamente como resultado de la creación de nuevas liquideces por parte de los bancos centrales y la obligación para los Estados de financiar, en gran medida mediante préstamos, un cierto nivel de inversiones con el objetivo de detener la crisis, una tarea que no se le puede confiar a la China como en 2009. Lo harán incluso contra su propia voluntad, pero van a contribuir a que la deuda alcance cumbres más altas.
Cuando hablamos de niveles elevados de deuda pública, el punto de comparación correspondiente es el nivel alcanzado al final de la Segunda Guerra Mundial. Según un estudio de la OCDE sobre diez países - Francia, Alemania, el Reino Unido, Italia, España, Estados Unidos, Canadá, Japón, Corea del Sur y Australia - habían visto entonces cómo su deuda media alcanzaba un máximo del 116% del PIB antes de caer al 23,5% en 1965[34]. En el caso del Reino Unido, la deuda alcanzó en un momento el 200%, o sea un tercio del PIB, siendo la mayoría de los títulos propiedad de bancos y particulares en Estados Unidos[35]. Estos diez países alcanzaron el mismo nivel en 2014. Como legado del rescate de los bancos durante la crisis financiera de 2008 por parte de todos los bancos centrales, la deuda aumentó aún más para los cuatro países de la zona del euro durante la llamada crisis de la deuda soberana de 2012[36]. El endeudamiento sería aún mayor si los tipos de interés reales no hubieran bajado constantemente, llegando a ser negativos después de 2012.

La anulación de las deudas de los Estados como reivindicación prioritaria y fácilmente comprensible
Según las estimaciones del IIF, el endeudamiento mundial alcanzará los 257 000 millones de dólares en el primer trimestre de 2020[37]. La emisión bruta de deuda pública ascendió a un nivel récord de más de 2,1 billones de dólares en febrero de 2020, o sea más del doble del promedio de 0,9 billones de dólares en 2017-2019. En cuanto a la relación entre la deuda global y el PIB mundial, la cifra alcanzada en el tercer trimestre de 2019 es del 322%. En las economías desarrolladas, la deuda total -hogares, empresas y gobiernos- representa el 383% del PIB. En las economías emergentes la relación entre deuda y PIB es del 168%.
La situación de estas economías es particularmente grave. Si bien habían escapado en gran medida a la crisis mundial de 2008 y se recuperaron rápidamente en 2009 (recordemos el triunfalismo de Lula en Brasil), esta vez no será igual. Incluso antes de la pandemia, muchos países en desarrollo estaban luchando por pagar sus deudas a pesar de los tipos de interés históricamente bajos. El Financial Times del 6 de abril de 2020[38] informa que sus niveles de deuda aumentaron en 2018 y a principios de 2019 debido en parte a "la apertura del mercado de eurobonos a decenas de los países de los más pobres que no habían podido hacerlo anteriormente, momento en el que los inversores internacionales estaban cada vez más desesperados por obtener rendimientos". Muy pronto al principio de la pandemia, incluso antes de que comenzara la recesión, se asustaron y se lanzaron colectivamente (por mimetismo) en un espectacular movimiento de fuga de capitales (púdicamente llamado "repatriación") ilustrada por la imagen que publicó Martin Wolf también en el Financial Times.

Muchos países va a pedir ayuda al Banco Mundial o al FMI. Ya hay 85 países que han solicitado asistencia de emergencia a corto plazo, el doble de las solicitudes después de la crisis financiera de 2008. Las instituciones multilaterales deberían anunciar acuerdos de apoyo para algunas de ellos en sus reuniones a finales de este mes. Incluso si los gobiernos solicitan asistencia a las organizaciones internacionales, los acreedores privados corren el riesgo de quedar al margen. Por otro lado, el Financial Times señala que el FMI sólo está autorizado por ley a prestar a países cuya deuda considere sostenible. Hará todo lo posible por cumplir esta regla y acompañar sus préstamos con demandas de reestructuración de la deuda y otro tipo de condiciones.
El CADTM [Comité para la Anulación de las Deudas Ilegítimas] ha pedido la suspensión del pago de la deuda de los países del Tercer Mundo[39]. Pero existe una oportunidad histórica de transformar no sólo la suspensión de los pagos de la deuda pública, sino su cancelación, en una demanda común a los países industrializados avanzados imperialistas y de los países con un estatus económico colonial y semicolonial. Era inevitable que el peso de la deuda pública de los países avanzados abriera las puertas, a medida que la crisis se agrava, a la cuestión de su legitimidad y la necesidad de su cancelación o repudio.
La pregunta le fue planteada a Christine Lagarde el 6 de abril de 2020 por los periodistas de France Inter alors cuando la recesión acaba de empezar y debe entenderse como el fruto de la batalla política librada por los militantes anticapitalistas a partir de la "crisis de la deuda soberana" de Grecia y de los demás países llamados "países del Club Med" [por estar al sur de Europa, sobre el Mediterráneo] en 2012. El tema ha tenido tal impacto en la opinión pública que ha llegado a los periodistas de la cadena radial pública más escuchada de Francia. La respuesta de Christine Lagarde, a la que le pareció "totalmente impensable", nos permite identificar al BCE (Banco Central Europeo) y al gobierno de cada país de la eurozona como aquellos contra los que hay que levantar la consigna de la cancelación/repudio de la deuda pública.
Con la caída de los salarios y los múltiples despidos que se van a producir tan pronto como termine el confinamiento, la batalla se extenderá a la deuda de los hogares con los bancos. Si toman la delantera en la batalla por la cancelación de la deuda, las organizaciones políticas, los sindicatos y las asociaciones anticapitalistas defenderán los intereses vitales de los trabajadores de su país, en nuestro caso Francia, y siguiendo el postulado internacionalista fundamental de que la lucha contra el imperialismo comienza con la lucha contra su propia burguesía,
12/4/2020
https://alencontre.org/laune/letat-de-leconomie-mondiale-au-debut-de-la-grande-recession-covid-19-reperes-historiques-analyses-et-illustrations.html
Traducción de Correspondencia de Prensa https://correspondenciadeprensa.com/

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