Los de abajo
Muro y Guardia Nacional en la frontera sur
Gloria Muñoz Ramírez
H
oy, mientras en el norte se sigue decidiendo su futuro, miles de migrantes centroamericanos se topan con el muro fronterizo que el gobierno federal ha impuesto en el sur de México. La Guardia Nacional se estrena con los más desprotegidos, los más marginados, los más pobres y arrinco-nados del planeta. Contra aque-llos que huyen de la violencia extrema, contra quienes ya no buscan un sueño, sino con vivir se conforman.
¿Para qué empeñarse en la mentira de que nada tiene que ver el despliegue de la Guardia Nacional para la contención de miles de centroamericanos en Chiapas, con las presiones económicas de Estados Unidos? ¿Para qué convocar a un acto de unidad, si las medidas fronterizas se están negociando y se pone en prenda a quienes menos tienen? ¿Por qué hacer creer que
coincidieronlas amenazas de Trump con la criminalización de los dos defensores, Cristóbal Sánchez e Irineo Mujica, y con la detención de cientos de migrantes que caminaban de Ciudad Hidalgo a Tapachula, entre ellos muchos que ya habían iniciado sus trámites de regularización en México?
Inhibir en estos momentos el trabajo de las organizaciones defensoras de los derechos de los migrantes, significa ponerlos a merced de mafias criminales y agentes deshumanizados que los asaltan, violan y extorsionan, por decir lo menos. Si el gobierno federal
tiene otros datos, podría asomarse a cualquier punto en el que están desplegados agentes de migración, policías federales y marinos, para verificar el
trato humanoque se ofrece a hombres, mujeres y niños.
Hay una guerra declarada contra los migrantes, advierten organismos de derechos humanos. El precio de someterse a las presiones de Estados Unidos, con todo y discurso patriótico, tiene al país en una emergencia humanitaria ascendente. Y, en medio de la crisis, el inefable sacerdote Alejandro Solalinde, avala con sus declaraciones la criminalización de quienes dice acompañar. ¿A quién le sirve? Está claro que no a los condenados de la tierra.
El éxodo, sin duda alguna, continuará buscando resquicios. Las actuales medidas sólo los empujan a la muerte.
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