EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

martes, 30 de agosto de 2011

El arte de edificar fuerzas antisistemicas

El arte de edificar fuerzas antisistemicas


El arte de edificar fuerzas antisistémicas
Raúl Zibechi
L
a amplitud y extensión que van adquiriendo las revueltas populares, que se van afianzando en países de varios continentes, permite distinguir diversas corrientes, distintos modos y maneras en que los afectados por el sistema organizan sus respuestas. El movimiento de los indignados en las ciudades del Estado español y el de los estudiantes chilenos muestran características distintas a los motines que sacudieron semanas atrás las principales ciudades británicas.
Algunos movimientos han conseguido abrir espacios más o menos estables en los que sus miembros pueden intercomunicarse, debatir y tomar decisiones, ya sea en las plazas, en los centros de estudio, o alternando espacios a cielo abierto y cerrados como sucede en la mayor parte de los casos. Cuando se trata de estallidos como los sucedidos en las periferias pobres de Londres o, anteriormente, en los suburbios de París, en 2005, es más difícil encontrar espacios permanentes como anclaje de la protesta, que suele expandirse tan rápidamente como se difumina.
La creación de espacios más o menos permanentes, controlados por los sujetos en movimiento, es un dato mayor ya que es lo que permite darle continuidad a las revueltas, y uno de los elementos que puede convertir las acciones espontáneas en movimientos. Es parte del trabajo que James C. Scott ha realizado en Los dominados y el arte de la resistencia y en su más reciente El arte de no ser gobernados (sin traducción al español por el momento). Las clases dominantes se han empeñado, a lo largo de más de un siglo, en dinamitar esos espacios donde los de abajo se relacionan porque suelen ser los espacios donde, en silencio, se ensayan las rebeliones.
Sin embargo, los diferentes sectores y clases sociales tienen también distintas posibilidades para construir o abrir espacios. En las revueltas en marcha, las clases medias afectadas por la crisis, una amplia gama de trabajadores y profesionales más o menos precarizados, han tenido éxito en crear espacios y los han podido defender pese a la presión social y estatal que a menudo deriva en violencia represiva.
Para los de más abajo, los llamados excluidos, las cosas son más difíciles. Miembros del colectivo Baladre, que participan en las asambleas de los indignados, reconocen que, salvo excepciones, los más pobres no integran el movimiento, y que cuando lo hacen, pasan cosas. Manolo Sáez lleva años trabajando junto a sectores marginalizados, y asegura que en las asambleas se produce un choque de culturas porque las formas de funcionar y de hablar son distintas, toman alcohol, son menos higiénicos y son políticamente incorrectos. La palabra lumpen sale a relucir como adjetivo.
La unidad de acción entre todos los que han sido agredidos por el sistema, los diversos abajos y los diversos sótanos, es insustituible si aspiramos algún día a derrotar a la clase que detenta el poder y los medios de producción y de cambio. Pero esa unidad sólo puede ser construida. O sea, será el fruto de un largo proceso de trabajo en común, de edificación permanente y, por lo tanto, de educación y autoeducación colectivas. Este proceso no puede ser espontáneo, ni puede quedar librado al azar sino ser consecuencia de la voluntad y el deseo de cambiar el mundo, cosa que sólo puede hacerse con todos los oprimidos y oprimidas.
En gran medida es una cuestión de clase que no se resuelve bajo la forma alianza, o sea vínculo entre representantes, sino a través de la creación de lenguajes y códigos comunes en espacios autocontrolados donde convivan las diferencias. Inspirado en Marx, Immanuel Wallerstein sostiene que esta es la cuestión clave en torno a la que se centra la lucha de clases, en un texto donde analiza la pugna de la burguesía por establecer un modo de dominación con base en una estructura tripartita como forma de estabilizar la dominación (La formación de las clases en la economía-mundo capitalista).
Este es quizá el núcleo de los problemas actuales. La lucha de clases se centra políticamente en el intento de las clases dominantes de crear y preservar un tercer nivel o capa intermedia, frente al intento de las clases oprimidas de polarizar tanto la realidad como su percepción, dice Wallerstein. Esa ha sido la razón de fondo de la introducción de categorías en las fábricas, y de la creación de una capa de controladores y capataces. Y es el objetivo de las políticas sociales: una ingeniería para separar y levantar muros entre los de abajo y los del sótano.
El capitalismo domina expandiéndose territorialmente, como nos recuerda David Harvey, sometiendo nuevos territorios a la lógica de la acumulación. Pero haciaadentro, consolida su dominación separando, dividiendo, creando pequeños privilegios para desgarrar la cohesión social y fabricar, de ese modo, desigualdades en las cuales se apoya para solidificar sus poderes. Mujeres, indios, negros, migrantes, excluidos… las categorías de esa división son infinitas.
La estrategia de quienes buscamos superar el capitalismo debe tener como objetivo derribar estos muros entre los oprimidos. En América Latina, y probablemente en todo el mundo, se han experimentado dos modos exitosos de hacerlo: abrir espacios donde una larga convivencia permita superar estas divisiones y trabajar para que los del más abajo, los excluidos o marginados, se conviertan en sujetos. No son, por cierto, dos procesos contradictorios.
Hasta ahora ha sido el sector intermedio el que mayor éxito ha tenido para organizarse y hacer valer sus razones. La novedad que los latinoamericanos podemos aportarle a las rebeliones del mundo es justamente ese esfuerzo en trabajar durante largo tiempo con los más diversos sótanos: los sin techo, sin tierra, sin trabajo, sin derechos. Debemos saber, empero, que cuando los sótanos se hacen sujetos, tiemblan incluso las izquierdas establecidas. Algo de eso sucede en Chiapas, en Bolivia y en Ecuador. Los sectores medios suelen sentir que los del sótano rompen la armonía y la paz social. Para eso son sujetos.

jueves, 25 de agosto de 2011

EZLN

EZLN


LA SEXTA DECLARACIÓN,
LA IRRUPCIÓN DE LA OTRA CAMPAÑA
Y EL MIEDO DE LA CLASE POLÍTICA
Arturo Anguiano
La Sexta Declaración de la Selva Lacandona, las seis reuniones preparatorias
y la asamblea nacional plenaria que el EZLN llevó a cabo en agosto
y septiembre pasados para preparar y organizar lo que denominó la otra
campaña, motivaron de entrada una importante reacción en la prensa por
parte de periodistas, articulistas, intelectuales y miembros o voceros de
las distintas fracciones de la clase política mexicana. Teniendo como
trasfondo el estruendo de la crítica efectuada por el Subcomandante Insurgente
Marcos en “La (imposible) ¿geometría? del poder en México”,1
publicado un poco antes, se magnificaron las declaraciones en torno a
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el PRD vertidas en la primera
sesión preparatoria realizada con las organizaciones políticas de izquierda
en el poblado de San Rafael, soslayándose la importancia de los planteamientos
respecto a la propuesta de La Otra Campaña.2 Pero la nueva
irrupción del EZLN se percibió como una amenaza no sólo entre los círculos
vinculados al PRD –donde se habló de una agresión a este partido–
sino entre el conjunto de la clase política en la medida que se planteó
como el inicio de un proceso de movilización de largo aliento que muchos
vieron contrapuesto a la campaña electoral en curso. De nuevo, el EZLN
apareció como intruso que viene a perturbar los procesos y los tiempos
políticos oficiales que se desarrollan como un gran espectáculo mediático.
En una atmósfera política saturada por los escándalos y las mutuas
descalificaciones de las elites, donde prevalece la muy opaca intoxicación
mercadotécnica, sin programas ni propuestas de fondo, el EZLN
BAJO EL VOLCÁN
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resume en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona la trayectoria de
su lucha, su modo de ver el mundo y el país, convocando a la sociedad, a
los trabajadores del campo y la ciudad, a los otros que son diferentes,
oprimidos, a la reflexión, a intervenir directamente en los asuntos que
les competen a todos a fin de preparar una alternativa anticapitalista al
orden conservador prevaleciente y dar curso a otra forma de poner en
práctica, de concebir, de vivir la política. Ante un país que arriba se quiere
pasivo, desmovilizado o puesto en acción sólo circunstancialmente en
situaciones extremas, como en el caso del fallido desafuero del entonces
jefe de gobierno del Distrito Federal (AMLO), los zapatistas convocan a
organizar la resistencia, a encontrar las vías de continuidad y confluencia
de movilizaciones autónomas dispersas por doquier que bien podrían
devenir caudaloso torrente.
Al planear participar con otras muchas organizaciones políticas y
sociales, colectivos, núcleos, medios de comunicación alternativos e
individuos en actividades de vinculación, de intercambio de experiencias y
reorganización, el EZLN abre la posibilidad de un reagrupamiento político-
social que se realizaría bajo principios y normas muy distintos a los
que rigen en el ámbito de la política oficial, es decir, estatal. En un medio
político en que nadie se escucha ni pretende entender al otro sino solamente
superar sus puntos en las encuestas y asegurar clientelas electorales
que les permitan refrendar o ampliar sus espacios de poder, el EZLN
propone recorrer el país para escuchar a la gente muy diversa que lo
habita, para oír historias de resistencia; oír, conocer quejas y reivindicaciones,
asimilar experiencias de lucha, de organización, de gestión, de
autogobierno; escuchar la voz de quienes no tienen voz porque les han
confiscado los medios de expresión, sus identidades, su memoria o
porque han sobrevivido en el abandono y la marginación, tras fronteras y
cercos que los segregan y los aíslan. Contribuir así a rehacer la trama de
lo colectivo desgarrado por el neoliberalismo y la política estatal, apostar
a la comunidad como el espacio de la política de abajo.
Escuchar cuando no se acostumbra oír, escuchar para construir
desde abajo y por abajo y entre muchos muy distintos una alternativa de
participación política, de vida, de país, cimentada en la igualdad y la
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LA SEXTA DECLARACIÓN, LA IRRUPCIÓN...
solidaridad, sin duda aparece a contracorriente como una intención
perturbadora, subversiva. Más todavía cuando la otra campaña se propone
en la práctica como un proceso de recomposición duradera de la izquierda
y del movimiento social. Buena parte de éstos ha sufrido crisis y derivas,
subsumidos o eclipsados durante varios años por el PRD que se pretendió
una alternativa política al régimen priísta antidemocrático y al
neoliberalismo, que sin embargo fracasó y terminó por asimilarse a ellos.
Los zapatistas ubican el fracaso y la derrota del PRD –y de hecho el punto
de degradación en picada e insalvable de la clase política toda– en abril
de 2001, cuando los tres poderes estatales (Ejecutivo, Legislativo, Judicial)
renegaron de los Acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura
indígenas, acordando una reforma postiza a la Constitución.
El PRD y los sectores o intelectuales vinculados a él fueron precisamente
quienes más se escandalizaron y más duramente se expresaron en
contra de la Sexta y la otra campaña. Sin duda, porque se dañaba la credibilidad
de su candidato presidencial, aparentemente indestructible e
incuestionable y se ponía en evidencia la fragilidad de un proyecto político
partidario que se transfiguró al ritmo de su descomposición política.
La defensa del PRD y del candidato López Obrador como de izquierda (lo
que para esto nada, por cierto, ha hecho este último, quien, para variar,
se definió de centro), en realidad se ha realizado en el terreno de la
mistificación pues se dejan de lado las propuestas efectivas de ambos y
sobre todo sus experiencias de gobierno que difícilmente pueden señalar
rasgos o acciones que las hagan diferentes a las llevadas a cabo por los
otros partidos electorales. Ni se transformaron las condiciones de la
participación ciudadana ni se superaron las prácticas y estructuras
corporativas y clientelares ni tampoco se implementaron políticas económico-
sociales que apuntaran a combatir la explotación, el desempleo, la
desigualdad. Por todas partes, el PRD y sus dirigentes o gobernantes se
esfuerzan por administrar, de la mejor manera y en los mejores términos
para los de arriba, una economía y un régimen capitalistas que consideran
una fatalidad insalvable (nacional, mundial). En estas condiciones, si se
quiere sostener como de izquierda al PRD y a sus candidatos en distintos
cargos, sólo será posible si hablamos de una izquierda de arriba, como la
BAJO EL VOLCÁN
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denominó el Subcomandante Marcos,3 esto es, estatal, incorporada de
manera clara a la defensa y reproducción del orden conservador prevaleciente.
Eso, evidentemente, resulta una mistificación, un engaño, pues se
trata de una izquierda que ya no es lo que fue, que se ha ido transfigurando:
primero al trocar las posiciones programáticas y políticas socialistas
por la ideología nacionalista revolucionaria de Cuauhtémoc Cárdenas; en
segundo lugar, al devenir (como el PRI) un partido sin militantes, de mafias
organizadas clientelarmente en torno a intereses personales y, por último,
al volverse en refugio de los despojos del priísmo, convertidos invariablemente
en candidatos, gobernantes, representantes institucionales
y dirigentes partidarios. Así que la izquierda de arriba, representada básicamente
por el PRD, no es sino una izquierda que pasó de la crisis de
identidad a la desnaturalización y descomposición; una izquierda que
nunca fue lo que pretendió, que abandonó sus referentes programáticos,
que cortó sus raíces sociales, que asimiló a parte de la clase política y
asumió (se trasmutó con) sus ropajes, prácticas e intereses.
Entregada a la lucha por el poder sin alternativa de poder, esto es a la
gestión del orden realmente existente sin propuestas de cambios de
fondo, la izquierda de arriba no tiene nada que ofrecer a la sociedad
fuera de matices intrascendentes (“limar las aristas del neoliberalismo”,
un “neoliberalismo con tintes sociales”). Como se ha demostrado en todas
las campañas, principalmente desde 1994, el PRD y sus candidatos
–como todos los demás y sus partidos– se mimetizan, las opciones
confluyen, se vuelven borrosas, sin perfiles y solamente quedan las
personalidades y su manejo mediático. La política se ha vuelto política
estatal en la medida en que es la misma siempre, determinada por los
poderosos intereses de los de arriba, las grandes tendencias de la
mundialización y las políticas neoliberales que no pierden hegemonía a
pesar de su crisis patente. Y no es que no se pueda cuestionar o revertir esa
política estatal, sino que la izquierda de arriba, junto con toda la clase
política, ya optó por esa vía y no puede reorientarse más que a riesgo de
quebrar con su naturaleza que la liga al orden realmente existente. Esa
clase política se ha vuelto autista en la medida en que solamente ve a la
sociedad como espectador, como clientela, como consumidor. Mientras
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LA SEXTA DECLARACIÓN, LA IRRUPCIÓN...
más se asuman las distintas capas de la sociedad en tanto consumidores
pasivos en un mercado controlado por unos cuantos oligopolios políticomercantiles
que se reservan el derecho de admitir nuevos competidores,
más se garantiza la reproducción de un orden que redistribuye periódicamente
los distintos roles y cargos. Para nada cuenta que las votaciones
efectivas para los cargos de representación institucional sean cada vez
menores, que la abstención en las urnas siempre creciente sea síntoma
de la pérdida de legitimidad de la política estatal, pues el reinado del
marketing político y la telepolítica no parece tener fecha de caducidad. La
política estatal, en realidad, no promueve ni garantiza la participación de
los ciudadanos que en México sigue siendo trunca, ya que sus derechos
son limitados y bajo sospecha. En cambio, individualiza, fragmenta, desgarra
y desprecia lo social, la comunidad; aísla, corrompe, inmoviliza y
termina por decepcionar, paralizar duraderamente.
Ese proceso de transmutación y degradación políticas en México se
ha producido a la vista de todo mundo, la clase política se ha convertido
en un concepto de uso común cuyas características, sus patrones de conducta,
su parafernalia e intereses son identificados universalmente.
Corporativismo, clientelismo, corrupción son rasgos del régimen político
donde encuentra su fuerza y distinción la clase política toda. Todos los
partidos electorales legalmente registrados se han convertido en parte
del Estado, su función es reproducir el orden conservador realmente
existente y sus funcionarios, sus representantes institucionales o partidarios
–todos pagados con fondos públicos– forman la clase política
encargada de asegurar el sometimiento de la sociedad a sus reglas y
políticas, a la dominación del capital, de los de arriba.
Resulta extraño entonces que muchos intelectuales y comentaristas
pretendidamente de izquierda avalen al PRD, y no vean más opción que
apoyar a sus candidatos a la Presidencia de la República y a otros
cargos, en aras supuestamente de contener a la derecha. Fueron quienes
más lanzaron acusaciones (o le dieron “consejos”) al EZLN porque consideraban
que sus planteamientos sobre la izquierda de arriba hacía el
juego a los peores enemigos de la sociedad. Incluso llamaron a una
suerte de frente amplio de los de abajo y sus organizaciones autónomas
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con el PRD y en especial con AMLO que no deja de presentarse como fiel
servidor del orden de arriba. Izquierda y derecha, Fox, Madrazo, Elba
Esther Gordillo, Calderón y López Obrador seguramente son distintos y
tendrán cada uno un estilo personal de gobernar. Pero las políticas que
pongan en práctica serán semejantes, como lo han sido desde hace tiempo,
largamente. Votar, apoyar al menos malo no siempre es una política
inteligente ni adecuada. Las desilusiones y consecuencias siempre son
muy duras y duraderas. El dilema de quienes no ven más política que
la política estatal es falso y prefigura solamente pérdida de autonomía,
enajenaciones, desencanto, retroceso, un desastre tras otro.
No es que simplemente se condene toda política estatal en cualquier
circunstancia. En efecto, pueden existir momentos, coyunturas en determinados
países donde la opción sea apoyar el mal menor. Pero siempre
asegurando la autonomía de los oprimidos y explotados, así como la
construcción de alternativas de fondo y a largo plazo. En 1988 la elección
presidencial fue una verdadera insurrección ciudadana contra el autoritarismo
priísta, mientras en el año 2000 el voto útil a favor de Fox fue el
preámbulo del desastre actual. Pero en México, hoy, en vísperas de las
elecciones presidenciales de 2006, la propuesta de intervenir en política
estatal optando por el mal menor –luego de más de quince años de
descomposición de los actores institucionales y desarrollo de una política
de exclusión y confiscación del espacio público de la sociedad– sólo puede
prefigurar la reproducción de un orden antidemocrático, oligopólico y
desigual. Para la izquierda de abajo y la sociedad las consecuencias
pueden ser la postergación por mucho tiempo de la posibilidad de articular
una alternativa anticapitalista duradera.
La izquierda de abajo necesita romper la lógica arrolladora del orden
neoliberal. No puede reproducir las mismas lógicas y prácticas de la
izquierda de arriba, sino que debe ser necesariamente crítica, rebelde,
subversiva. Precisamente la Sexta Declaración de la Selva Lacandona
y la iniciativa de la otra campaña se dirigen a impulsar un proceso de
reconstrucción de la izquierda de abajo, pero igualmente del movimiento
social, a través de la reconstitución y extensión de los vínculos de solidaridad,
de reproducción de relaciones igualitarias y coordinación y articu29
LA SEXTA DECLARACIÓN, LA IRRUPCIÓN...
lación de las resistencias y demás experiencias de lucha, autoorganización
y autogobierno.
La izquierda de abajo no puede desarrollarse en la inmediatez y
parcelación individualista que impone la política estatal (que está en la
naturaleza de la izquierda de arriba) y que condenan a la enajenación, la
supeditación, la degradación y la parálisis. Requiere recuperar la estrategia
como visión política cotidiana engarzada con la historia y el futuro.
Por esto la propuesta del EZLN se planea para tres, cuatro, diez años, por
lo menos. Esto es, por más que arranque en periodo electoral y como
contrapunto de la campaña electoral en curso desde hace tanto tiempo,
la otra campaña se desborda hacia delante bajo otros ritmos y tiempos
del todo diferentes. Por eso comienza reagrupando, reconstituyendo los
vínculos de solidaridad de las organizaciones de todo tipo e individuos
que se ubican como parte de una izquierda rebelde, dirigiéndose a recorrer
el país para preguntar o solamente escuchar, compartir, asimilar
experiencias, ideas, anhelos, perspectivas. La izquierda de abajo no es
autista, su razón de ser, su naturaleza están en sus articulaciones sociales,
en sus raíces profundas en la sociedad, en la historia, en las culturas.
De México, sí, de sus múltiples pueblos, pero asimismo de los pueblos
todos del mundo, del planeta.
Se entiende entonces que la clase política toda –particularmente la
“izquierda” perredista y sus sostenedores oficiales y oficiosos– se haya
escandalizado de la nueva irrupción del EZLN en la vida política mexicana.
Sienten amenazado el espacio de por sí precario de la política oficial, se
preocupan porque la gente pueda escaparse de sus redes clientelares, de
la pesadilla de una política personalista basada en lealtades personales
convenencieras y hacerle el vacío a sus espectáculos mediáticos y sobre
todo temen que llegaran a sumarse a la desconfianza y al hartazgo que
pudieran dejar vacías las urnas. Peor todavía, temen que la otra campaña y
la búsqueda de espacios y prácticas diferentes de la política puedan desembocar
efectivamente en nuevos espacios de participación-movilización
que alienten la resistencia al orden conservador y a todos sus actores. La
otra política, que sería precisamente la política de la sociedad, la política
del oprimido, una política entendida como resistencia de los de abajo,
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aparece de esta forma como una amenaza para la hegemonía de la política
estatal, es decir, neoliberal. Pero también la otra política –con sólo
avanzar, abrir los espacios comunitarios y colectivos de la toma de decisiones
al margen de lo estatal– sería claramente una política de subversión
de las reglas, de los presupuestos y fines del orden conservador.
Pero lo que más aterra a la clase política es que pudiera lograrse la
construcción de una verdadera alternativa política nacional de los de
abajo, esto es, una suerte de movimiento o frente realmente masivo que
articule a numerosas organizaciones, colectivos, comunidades, individuos
de las identidades más diversas, esto es, los otros, los diferentes excluidos,
segregados, sitiados desde siempre por el orden neoliberal y sus
actores institucionales. Un frente, un movimiento de liberación que de
entrada regresara la política a la sociedad, a la comunidad, al ámbito de
lo colectivo no mercantilizado.
La Otra Campaña, la posibilidad de crear las condiciones para otra
política, a fin de cuentas, podría ser el camino para un cambio decisivo
en la relación de fuerzas entre los de arriba y su clase política, por un
lado, y las grandes capas sociales explotadas, oprimidas, excluidas,
perseguidas. Una visión estratégica se dirige siempre a subvertir la relación
de fuerzas, a retomar la iniciativa política dentro de una perspectiva
de resistencia, de liberación, de lucha por la democracia, la libertad, la
justicia y la igualdad que son los verdaderos corrosivos del orden capitalista.
O sea, a la construcción de un nuevo orden igualitario, autogestionario,
sostenido en una democracia de a deveras, radical, desde abajo,
por la sociedad, el cual no se concibe sólo en la perspectiva, como un
horizonte, sino como un proceso que se va realizando desde ahora, en
rupturas y con quiebres, pero con continuidades decisivas.
NOTAS
1 Rebeldía, Separata, México, número 32, junio 2005.
2 Ver, en especial, las “Palabras de apertura del EZLN”, Rebeldía, México,
núm. 34, agosto 2005, pp.4-10
3 “Abajo a la izquierda”, Rebeldía, México, núm. 29, marzo 2005, p. 8.